-¿A dónde vas, Piggy? -James sostenía la correa superior de mi mochila. Se inclinó más cerca, su aliento acariciando mis orejas. El aparcamiento está en la otra dirección.
-¿Q-qué?-tartamudeé. Todo mi cuerpo se puso pegajoso y mi estómago se agitó de forma poco natural ante su cercanía. Probablemente era la primera palabra que le decía directamente desde el primer día.
-Eres más tonta de lo que pensaba. -Me soltó la bolsa y tropecé antes de recuperar el equilibrio. ¿No te invitó Lucas a unirte a nosotros para un helado?
Dijo <<helado>> como si fuera la cosa más tonta.
¿Incluso quieres que te acompañe? Quería preguntar, pero era demasiado cobarde para enfrentarme a James, así que en su lugar me conformé con un rápido «no voy».
Sin mirar atrás, di un paso adelante, pero fui arrastrada de nuevo por mi mochila. James había tirado más fuerte esta vez, y yo caí hacia atrás, mi mochila aterrizando en su pecho.Su brazo me rodeó inmediatamente la cintura para evitar que siguiera cayendo, haciendo mi cabeza cayera sobre su hombro.
Levanté la vista y él la bajó, nuestros ojos se encontraron con los del otro.
Mi estómago no se agitó, sino que dio una vuelta de campana, y un cosquilleo me recorrió todo el cuerpo. Era demasiado consciente de las partes en las que nuestros cuerpos se tocaban.
¿Existe algún ángulo desde el cual no se vea perfecto? Como si hubiera escuchado mis pensamientos, los ojos de James volvieron a su tamaño normal y sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.
-¿Intentas matarme, Piggy?-dijo. Sus dedos en mi vientre se movieron, y al instante recordé que podía sentir mi flacidez. No-. Soy demasiado joven para que me afixies hasta la muerte debajo de ti.
Inmediatamente, me aparté de él y me puse cara a cara, con las mejillas más rojas que un camión de bomberos. Miré a mi alrededor para ocultar mi rubor de sus ojos burlones.El pasillo había empezado a vaciarse, pero los pocos que quedaban nos lanzaban miradas curiosas, lo que aumentaba mi vergüenza.
Me has tirado. Me encogí mentalmente por lo que sonaba a lloriqueo.
-Con todo ese peso, deberías ser capaz de soportar algunos empujones. El mundo se acabaría si cada frase que sale de su boca no tuviera que insultarme.
-Sólo déjame ir. Suspiré, mirándole por fin. Sus ojos negros me miraban fijamente, haciendo que mis rodillas se doblaran. Me di cuenta de que era más alto que yo cuando tuve que inclinar el cuello.
-No puedo hacerlo.
-¿Por qué?
Porque me estoy divirtiendo. Volvió a sonreír.
Me quedé boquiabierta.
-Y también vas a venir con nosotros a la heladería. No puedo tener a Lucas enfadado por tu culpa cuando nuestro partido está a sólo dossemanas.
-¿Puedo opinar sobre esto? Objeté débilmente. En serio, ¿como eres tan pusilánime, Keily?
-No se limitó a responder James, me agarró de la mano y empezó a arrastrarme hacia las puertas del instituto como si fuera algo cotidiano. No parecía preocuparse lo más mínimo por intimidar a una chica para que le siguiera.
Al principio, seguí su consejo y me resistí en silencio clavando mis zapatos en el suelo y utilizando mi peso ~para detenerlo, mientras ignoraba lo cálidos que eran sus dedos en torno a mi muñeca.
Pero mi fuerza no era nada comparada con la suya. James era un jugador de fútbol, y su entrenamiento se notaba cuando seguía caminando sin siquiera parecer molesto por mis frágiles intentos.
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La Gran Keily<<<
Teen Fictionkeily siempre había sido de talla grande y aunque siempre ha tenido sus inseguridades, nunca a dejado que se interpusieran en su camino. Eso es hasta que cambia a una nueva escuela donde conoce al mayor imbecil de la historia: James Haynes. El no pi...