Elf

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Perdidos en el camino.



Compartí el cigarrillo de cannabis con mi más íntima amiga. Nos deleitábamos en conjunto por el viaje que nos había brindado tan sublime sustancia. Hoy, en el prestigioso instituto de religión, tras haber superado las exigentes pruebas de evaluación, nuestro nivel de ansiedad no nos permitía concebir con lucidez, por lo cual HwaSa no tardó en ofrecer su lujosa morada para aliviarnos por un breve lapso.

— Suga, por favor, comparte conmigo de tu exquisita exquisitez —pidió, extendiendo su mano hasta azotar mi mejilla.

Risoteé en medio del viaje. Sin el humo de la mota envolviéndonos, seguramente me hubiera detenido a entablar una disputa, pero no estaba en condiciones de levantarme y luchar contra la chica que estaba recostada a un lado de mí.

Mi aliento se serenó. Mis ojos comenzaron a pesar y los latidos de mi corazón eran cada vez más pausados. Como si estuviéramos perdidos en el camino, nos dejamos caer exhaustos en el sofá, no sin antes extinguir el cigarrillo y perfumar la estancia con el dulce aroma de HwaSa.

Las horas transcurrieron como si fueran eternas, la madre de HwaSa se encargó de acoger nuestros pies helados a la vez que nos ofrecía una taza de té. Mi cómplice y mejor amiga caminaba a unos pasos de mí, abrazando a su madre y dándole la bienvenida después de varios meses de viaje. Por mi parte, besé su mejilla y la saludé con una alegría desbordante.

— ¡Suga! Es un placer volver a verte —expresó con una sonrisa radiante.

— Señora Sa, su resplandor es aún más deslumbrante que hace unas semanas —susurré con galantería—. Sin duda, ha absorbido la esencia del Sol en su estancia en Tailandia.

— ¿Qué palabras estás diciendo? —respondió con un evidente rubor en sus mejillas— Ya siento cómo los cincuenta se acercan sigilosamente.

Sacudí mi cabeza en señal de desaprobación. La Señora Sa irradiaba una belleza superior a la de su hija, a pesar de haber experimentado un único embarazo. Sus senos y glúteos se mantenían en su lugar, como los de una joven en pleno esplendor.

— Indudablemente, sería mi compañera perfecta, Señora Sa —dije con una pausa breve y continué—, sino fuera por...

— Disfrutar de ser penetrado —cortó HwaSa mi dulce diatriba—. Lamento comunicarte que no existe posibilidad alguna de que Suga esté dirigiéndose a ti con sinceridad, madre —me observó y esbozó una sonrisa—. Es un hipócrita.

Me quedé boquiabierto con una indignación total. La madre de HwaSa no pudo contener la risa que había estado atrapada en su garganta desde la sincera confesión de su hija. Asentí lentamente, sintiendo una sensación desagradable en mi boca.

— Me apena no estar a la altura de sus exigentes estándares, querida madre —repliqué imitando el tono fastidioso de mi amiga.

— Habría deseado que mi hija fuera de tu calaña, Suga —respondió, acariciando suavemente los cabellos que rozaban con elegancia mi cuello—. Sin embargo, comprendo perfectamente lo agobiante que resulta estar junto a una mujer como HwaSa.

— ¡Oh, madre mía! —exclamó con voz enérgica, fingiendo un sufrimiento inmenso.

El estruendo de un motor despertó nuestra curiosidad. HwaSa se precipitó hacia la ventana, escudriñando los alrededores de la calle oscura. De repente, una roca del tamaño de la Luna impactó su frente.

— Se-hun hijo de...—murmuró, pero su madre interrumpió bruscamente al jalarle el cabello con fuerza.

— ¡Basta de tonterías por hoy!

Se-hun seguía insistiendo en que saliéramos a darle la bienvenida, por otra parte, yo disfrutaba del altercado. HwaSa me cogió por la manga del suéter y nos despedimos rápidamente de su madre antes de bajar las escaleras como si fuéramos dos fugitivos.

— ¿Acaso tienes la intención de despertar a todo el vecindario con tu estridente espectáculo? —cuestionó HwaSa con un tono de molestia.

— ¿Y esa actitud tan desagradable? —respondió Se-hun, observándome a través del espejo retrovisor.

— Le resulta difícil asumir que jamás será mi tipo —respondí, encogiéndome de hombros.

— El tipo de YoonGi son los caballeros de cuarenta años con una envidiable musculatura —examinó minuciosamente a Hwa Sa de pies a cabeza—, lamento comunicarte que te encuentras en una situación desfavorable, querida Sisi.

Aseguré de inmediato, presionando mis labios con firmeza e imaginándome las extravagancias que nos aguardaban en esta noche estrellada. 

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora