Drei

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Gottheit. *




No era hábil en la tarea de entablar amistades, me sentía incapaz de acercarme a alguien y sostener una conversación. El sonido desagradable de mi voz y mi actitud poco amigable hacían que mis compañeros de clase buscaran, de cualquier manera, mantenerse alejados de mí. Exponían mil y una razones por las cuales no querían ser mis amigos; una de ellas, y la más absurda de todas, era el idioma que predominaba en mis palabras. Muchos de ellos afirmaban que tenía un problema en la lengua y, con mi mal genio, no escatimaba en el uso de insultos para poner en su lugar a los tontos de la clase.

Casi no me hacían preguntas, no les interesaba conocer las deliciosas comidas o las tradiciones típicas de Alemania. Ni siquiera se preocupaban por saber por qué había llegado a la Casa Mágica de Ulsan o por qué llevaba una cruz de plata en mi cuello. Aunque agradecía que no me preguntaran sobre mi pasado, ya que era difícil procesar lo que había sucedido hace unos meses, los mayores conocían mi historia de principio a fin.

Nada era como antes y eso me entristecía profundamente. Además de la dura calamidad, seguía sin tener noticias de mis hermanos. Algunos los daban por muertos y otros esperaban que estuvieran tras las rejas pagando por los recientes males que habían cometido a espaldas de mi madre.

Uno de esos encapotados días, un nuevo dozent* apareció en el huerto del lar. Portaba un suéter blanco con pantalones amarronados, y en su atuendo resplandecía una hermosa cruz de chapa. El brillo dorado de su cabello realzaba aún más su impresionante figura. A pesar de que todos los niños lo ignoraron, él seguía sonriendo con una gracia inigualable. Hasta que, de repente, mis acompañantes desaparecieron sin dejar rastro, incluso mis profesores se habían extraviado en algún lugar de aquel hermoso paisaje. Él continuaba mirándome, esperando pacientemente a que me uniera a él para seguir juntos por entre los verdes prados.

—El césped ha crecido —mencionó, acercándose a mi posición. No hice ningún comentario al respecto, a diferencia de lo que pensaba, simplemente encogí los hombros tratando de ocultar mi rostro detrás de mi desgastada camisa—. ¡Observa qué hermoso te queda ese crucifijo! Mi hermana me ha obsequiado uno idéntico por mi cumpleaños y aunque me encanta, he decidido llevar este hoy, ¿qué opinas?

Una vez más, me abstuve de responder. El perfume dulce que llevaba encima me ponía el mundo de cabeza, ¡era el mejor aroma que había percibido en toda mi corta —aunque miserable—vida!

—Es hermoso —expresé después de unos minutos.

—¿Cuál es tu nombre, peque?

Indiqué el letrero que exhibía mi retrato en su versión infantil. El distinguido profesor, con prontitud, se agachó y examinó detenidamente la tarjeta que portaba. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro mientras pronunciaba en voz alta mi nombre, deleitándose con su lectura.

— JeonGguk, qué magnífica instantánea te han capturado en la galería —confesó sin apartar su deleite—. Mírame a mí, parece que una colonia de abejas ha decidido posarse en mi cabeza.

Ahora fue mi turno de tumbarme a carcajadas. A pesar de que era la mejor fotografía que había visto, el profesor no paraba de insistir que esa era una de las peores fotos que le habían hecho en alguna de sus fichas. Leí con dificultad su nombre, nunca había escuchado algo así.

—¿Park JiMin?

—El mismo que porta y calza —expresó, mencionando el célebre proverbio español que su abuela había adquirido hace numerosos años y que se encargó de transmitir a cada jovenzuelo.

Así fue como me expresé sin inhibiciones, sin tener en cuenta que estaba utilizando términos en otro idioma que tal vez él desconocía y que, a pesar de eso, nunca me interrumpió.

Me escuchaba atentamente, como si conocer otro idioma fuera una de las maravillas del mundo. Tomó mi mano y juntos llegamos hasta nuestros aburridos compañeros, una cabaña blanca se vislumbraba al fondo del paisaje. Quedé maravillado por la hermosa fachada que se destacaba entre tanto verdor, el profesor JiMin tiró suavemente de mi mano y dijo:

—¿Acaso el color blanco es de tu agrado, Ggukie?

Asentí con un ligero movimiento de cabeza, demostrando mi afinidad por la pureza y la claridad que este tono representa.

—Mutter solía afirmar que el color blanco encarna la exquisita dicha, la resplandeciente luminosidad, la impecable pureza y la inocencia sublime de la existencia —respondí con elegancia—. Este tono representa al ser divino en contraste con el pecado clandestino y sucio.

—Tu madre poseía un vasto conocimiento —expresó mi profesor, dirigiendo su mirada hacia la choza—. ¿Deseas conocer cuál es mi color favorito, JeonGgukie? —confirmé una vez más. Este individuo despertaba mi curiosidad y mi anhelo por descubrir sus secretos más oscuros era inmenso—. El amarillo, ¿alguna vez tu madre te reveló el significado de ese color?

Mi madre era una mujer sagaz, apasionada por la lectura y siempre nos contaba sobre los libros que adornaban nuestra biblioteca. Uno de ellos era la Enciclopedia de la Fe Católica, donde se detallaba el significado y la simbología de los colores.

— Intelecto —contesté—, hay quienes sostienen que el gelb* manifiesta en individuos resplandecientes y dotados de múltiples habilidades...

—Y tú, ¿qué opinas, Ggukie? ¿Consideras que el amarillo podría ser mi matiz favorito?

"Cada matiz se adaptaría a tu persona de manera exquisita" —una vez más, la impura reflexión se apoderaba de mi mente.

—Considero que es un color excepcional, Herr*. Además, se adapta bastante a la tonalidad de su cabello.

El maestro se sumió en un silencio reverente, maravillado por mi destreza al emplear las palabras. Pasaron unos breves instantes, que para mí parecieron eternidades, antes de que volviera a pronunciar una palabra.

— A partir de ahora, me llamaré Herr Gelb —anunció con solemnidad, inclinando su cabeza hacia mí para observarme con detenimiento—. Y usted Jeon será mi comandante. Aunque desconozco cómo se dice 'blanco' en alemán, mi dominio del inglés me permite llamarle el pequeño e inteligente. Herr White.

La soberbia que me había provocado con tan solo el apodo me hizo estremecer. Aunque no sonaba tan distinto, el profesor Park le había dado un toque lujoso al segundo idioma que —desde la cuna— manejaba. Por ello, me encargué de utilizarlo en cada una de mis presentaciones, en todos los lugares posibles y en todo momento. Jamás olvidaré cómo dos pequeñas palabras significaron tanto para mí, desde aquel esplendoroso día de campo.

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Traducciones.

1.Gottheit. Divinidad, importante recalcar que en ocasiones represente al mismo Dios.
2.Dozent. Profesor/docente.
3.Gelb. Amarillo.
4.Herr. (Aunque muchos ya conocen su traducción). Señor.

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora