Un hombre con poca suerte.
Jeon JungKook.
Dos semanas más tarde.
Un extenso desfile de prisioneros se alineaba fuera de la celda del imponente Gong-oing, generando una algarabía incesante en las instalaciones. Me aproximé con discreción, ansiando obtener una perspectiva privilegiada, y lo que se presentó ante mis ojos me sumió en completa incredulidad.
El joven Min cabalgaba sobre el corcel de un guardia mientras Ji Yong, ansioso, deleitaba sus labios en sus nalgas. Gong Yoo, con un gesto de mano, me extendió una invitación para unirme a su selecto grupo, pero decidí abandonar el lugar antes de perder la compostura.
— ¿Atemorizado, Herr? —inquirió Son.
Desmentí tal aseveración, aunque en mi fuero interno era consciente de que más allá de sus capacidades intimidantes, a mis ojos, el diminuto Min emanaba una atracción malditamente seductora.
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Hoy era un día especial, un día de encuentros íntimos. Mi deseo era encontrar un trasero que saciara mi sed. Salí de la ducha, me puse el uniforme con cuidado y me cercioré de llevar mi navaja oculta en mis pantalones, lista para ser desenfundada. Observé el entorno, asegurándome de que nadie me estuviera esperando para dañarme. Aunque no se atrevían a desafiarme, siempre había algún bravucón que buscaba impresionar al resto de los reclusos.
En tiempos pasados, solían presentarse numerosos insolentes con la intención de desafiarme, pero al percatarse de que mi edad no suponía un obstáculo para mi capacidad defensiva, optaron por mantener una distancia prudencial.
— Herr, ¿se encuentra complacido con la jornada de hoy?
Lee Know, un joven de 18 años y fiel aliado del corpulento Gong se paseaba a mi lado.
— Nada nuevo bajo el sol, Junge, ninguna de las cosas que puedan llegar a mi vista logra impactarme lo suficiente como para desequilibrar mi mente — contesté con frialdad.
— Lo sé, Herr, dejaste escapar al pequeño Min y resultó ser una auténtica joya.
Me detuve justo antes de llegar a mi rincón privado. Al observarlos, era evidente que ambos compartían la misma edad a pesar de sus notables diferencias. Lee era un niño caprichoso, con el cuerpo adornado de dibujos sin sentido y el rostro marcado por una reciente pelea. Por otro lado, el pequeño Min poseía una estatura propia de un joven de quince años, con su cabello cayendo sobre sus hombros y sin ningún tatuaje absurdo a la vista. ¡Sin duda, era una verdadera obra de arte! Sin embargo, no era algo que me apeteciera contemplar.
— Hasta me estremezco al preguntarte, Lee, ¿has sucumbido ante su seducción? —interrogué con un aire de asombro.
— El señor Gong, como bien sabes, nos ha prohibido acercarnos a él. Es extremadamente celoso con lo que considera suyo.
— Si él es tan celoso, sería prudente que regreses de inmediato. No tengo ningún deseo de lidiar con la ira de Gong-oing por tu insistencia.
— De hecho, fue el propio Gong quien me suplicó que viniera a verte.
Aclaró su garganta y aguardó en el pasillo, hasta que le indiqué que prosiguiera para evitar cualquier tipo de escándalo.
— Los prisioneros nos informaron que eras tú quien tenía el control de la penitenciaría y vine a adquirir un poco de esta sustancia despreciable.
Su patético juego de gestos fue suficiente para comprender lo que estaba buscando. Se secó la nariz con la misma que había probado previamente el polvo mágico que distribuía, dejando un fajo de billetes sobre mi escritorio.
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Herr White ➤ kookgi [+21].
FanficEN CURSO. ➤Contenido adulto, religioso, vulgar, violencia y narración poco profesional. ➤Uso (en ocasiones) de palabras/adjetivos en alemán. ➤Herr: título de cortesía en alemán, equivalente a "señor". De fenomenales discotecas mariposa hasta la gél...