Sechsundzwanzig

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Afilando cuchillos.



Jeon JungKook.

Cuando mi cabello estuvo perfectamente empapado y el calor se desvaneció de mi piel, di un giro a la llave de la regadera y salí de la ducha. Los guardias me aguardaban pacientemente, así que me apresuré a vestirme y recoger mis pertenencias.

Me detuve frente al espejo, contemplando con detenimiento el destello de las delicadas hebras plateadas que asomaban en mi melena. Con paciencia, comenzó mi cuenta regresiva hacia las veinte canas, pero antes de alcanzar la cifra mágica, una nueva sorpresa aguardaba impaciente en la línea de partida.

— Qué hermoso tatuaje, Herr —susurró a mi lado Son, contemplando la obra de arte que adornaba mi abdomen.

— Me levanté temprano para disfrutar de mi soledad, no para compartir cuarto contigo —dije molesto, tapando mi torso con la fina camiseta que solíamos usar a diario—. ¿Existe algún motivo por el cual entraste sin previo aviso?

— Anoche, nos vimos envueltos en una altercado con Gong Yoo. Ese hombre ha perdido la cordura por completo desde que YoonGi se mudó de área, ha estado buscando problemas solo para estar cerca de él.

Mis puños se apretaron con furia. Era asombroso ver el caos que el joven Min había causado en tan poco tiempo entre los internos de la prisión.

—El señor Seok ha impartido instrucciones precisas, Herr —percibí la hoja de un cuchillo deslizarse sobre mi suave piel—. ¿Eres tú el elegido, o aguardaremos por otro?

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Finalicé mi almuerzo y deposité la bandeja en la cocina, no sin antes tomar un refinado cubierto adicional que podría resultar útil en caso de un inesperado enfrentamiento. El diligente Son había concluido su turno laboral por el día de hoy, dejando su lugar al distinguido oficial Kim Jin-su, quien aguardaba con paciencia y ansias las precisas instrucciones para dar inicio al meticuloso plan.

— Nos entristecía tu ausencia, Herr. Durante unas semanas dejaste de almorzar con nosotros... tu segunda familia — Gong Yoo se cruzó en mi camino, dejando su charola junto a la mía.

—Tuve algunos asuntos que requirieron mi atención, pero nunca dejé de pensar en ustedes — sonreí falsamente, participando en el engañoso juego en el que estaba involucrado.

— No hay nadie que extrañemos tanto como el pequeño Min —susurró con desdén—. Necesitamos un par de piernas que nos inspiren a levantarnos y mantener el negocio.

Dejé escapar una risa, ocultando el disgusto que me producía estar cerca de él y notar su aliento desagradable.

— Es una lástima que el pequeño Min ya no te pertenezca —lo enfrenté, con los ojos llenos de cólera—. Creí haber dejado claro la última vez que nos vimos que Min pasó a ser mío tan pronto como me deshice de ti.

Las venas de sus manos resaltaban con intensidad debido al poder que emanaba de sus dedos. Nuestros rostros apenas se rozaban, pero la tensión entre nosotros era claramente perceptible. Ambos ansiábamos acabar con el otro lo antes posible.

— Fue una guerra despiadada, Herr, debo admitirlo —señaló hacia mi pecho con su dedo—. Me dolió profundamente tu conducta, jamás imaginé obtener esto de ti, creía que tú y yo gozábamos de una amistad envidiable.

— Debiste obrar con más astucia —contesté, apartando sus manos de mí con un movimiento brusco—. Las amistades y los romances idílicos no son para mí, es una verdad conocida por todos.

Herr White ➤ kookgi [+21].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora