Gisele, una hermosa y exitosa modelo internacional, se encuentra en la cima de su carrera. Pero detrás de su imagen perfecta, esconde un corazón solitario. Jude Bellingham, un talentoso futbolista con un futuro brillante, se cruza en su camino duran...
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Por fin había acabado de hablar con todo el personal de la agencia y me había hecho unas cuantas fotos para que ellos las tuvieran guardadas en el archivo.
La gente allí era realmente amable, ignorando a algunas personas en concreto que parecía que habían tenido un día horrible.
—Muchísimas gracias Gisele por venir, nos gustaría que vinieses mañana para que puedas conocer a tus compañeras, mañana tienen un desfile importante pero estaría bien que vinieses antes. —habló Valeria, la directora de la empresa.
—Muchísimas gracias a ti Valeria, aprecio que me hayáis dado una oportunidad. —respondí con una sonrisa amable.
—Era imposible no dártela cariño, llevas el modelaje en la sangre. —exclamó sonriendo de la misma manera. —Te aseguró que haré que se conozca tu nombre por todo el mundo y que te conozcan por quien eres, no por tu madre.
Sonreí ante sus palabras y la seguridad que mostró al decirlas. Tenía claro que en aquel lugar debía esforzarme pero que también tenía mi trabajo asegurado.
Salí de aquel lugar con una sonrisa en mi rostro por lo bien que me había ido todo, pero un rugido por parte de mi estómago robó mi atención. Necesitaba desayunar urgente puesto que no había comido nada desde que me había levantado ya que así daría la ilusión de que estaba más delgada.
Lo se, tal vez eso no sea lo más sano, pero en el modelaje se hace lo que sea por tener éxito y que una agencia te coja.
Lo primero que pensé fue en un buen croissant con un café con hielo típico de España aún que ya lo había probado en Italia alguna que otra vez.
Fui directa a la primera cafetería que vi que parecía sacada de un barrio Parisino y me senté en una pequeña mesita que se encontraba fuera. Me encantaba poder ver a la gente pasar.
Mientras le daba un sorbo a mi café sentí una mirada fija en mi. Me consideraba una de esas personas que era experta en sentir cuando alguien les observaba.
Busqué con desesperación de donde provenía aquella insistencia hasta dar con un chico bastante alto que a decir verdad vestía bastante bien y se encontraba hablando por teléfono mientras miraba hacia mi dirección. Llevaba gafas de sol por lo tanto no podía estar al 100% segura de que se trataba de su mirada la que me hacía sentir observada. Por suerte todas mis dudas se esfumaron cuando retiró sus gafas dejando ver sus ojos algo achinados por la luz del sol mirando directamente hacia mi.
Por suerte o por desgracia el chico colgó el teléfono y acto seguido un coche que parecía ser bastante lujoso y con ventanas completamente negras le recogió y desapareció entre el tránsito de Madrid.
