Gisele, una hermosa y exitosa modelo internacional, se encuentra en la cima de su carrera. Pero detrás de su imagen perfecta, esconde un corazón solitario. Jude Bellingham, un talentoso futbolista con un futuro brillante, se cruza en su camino duran...
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La cena fue increíble, me lo pasé genial con los chicos y debo admitir que no todos los jugadores de fútbol son igual de estupidos.
No pude hablar mucho con Jude ya que constantemente éramos interrumpidos por los demás jugadores, pero cuando conseguíamos entablar una conversación sin ser interrumpidos, siempre acabábamos sumidos en nuestras palabras. Era como si cada vez que hablásemos entre nosotros solo nos importase la otra persona, todo lo demás se esfumaba y solo quedábamos nosotros.
A lo largo de la cena también llegué a notar como algunos chicos nos miraban a Jude y a mí y reían levemente, como si más tarde fuesen a comentar algo sobre nosotros junto a Jude. La verdad me daba bastante igual ya que sabía que Jude sabría mantener la compostura y que además seguro que le parecería bastante incómodo tener que responder las preguntas de sus amigos, los cuales por momentos parecían tener 15 años y estar en el instituto tratando de hacer de cupido entre dos personas.
—Ojalá esta cena durara para siempre. —exclamó Jude después de darle el último trago a su copa de vino.
—Lo mismo digo, me lo he pasado genial, en serio. —dije sonriendo con algo de timidez.
Era impresionante como aún habiendo estado hablado con él toda la cena, aún me ponía tímida y nerviosa cuando sentía sus ojos clavados en los míos.
Todos comenzamos a levantarnos de la mesa justo después de pagar toda la cena, y abandonamos el restaurante.
—Bueno Gisele, ha sido un placer haber podido cenar contigo. —dijo Valverde dándome dos besos en cada mejilla. —Ya nos veremos otro día.
Finalmente todos se despidieron de mí de forma realmente educada y solo nos quedamos Jude y yo, como era de esperar.
Ambos nos encontrábamos justo frente la puerta del restaurante, mientras yo me encendía un cigarrillo.
—No sabía que fumabas. —exclamó Jude con una pequeña sonrisa.
—De hecho no fumo, solo muy de vez en cuando. —dije dándole una calada al cigarro. —Y solo cuando me siento cómoda.
—Gracias por halagarme de esa forma señorita Ferrari. —bromeó.
Ambos nos quedamos en silencio. Uno de esos silencios tan cómodos que solíamos compartir siempre que estábamos juntos. Se sentía como un abrazo suave que envolvía cada momento juntos. Cada pausa entre nuestras conversaciones era como un lienzo en blanco, esperando ser llenado con los colores de nuestras emociones compartidas. En ese silencio, podía sentir su presencia a mi lado, reconfortante y familiar, como si el tiempo se detuviera solo para permitirnos disfrutar de la calma que solo nosotros podíamos crear juntos.
