Capítulo 32

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Elio

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Elio

Deduzco la rabia y decepción eclipsada en toda ella, se ha enterado de la peor manera, no para ella, si no para mí soy tan egoísta que he residido ocultarle la verdad antes que perderla. Ahora me enfrento a las consecuencias, el color de sus ojos se han tornado diferente como una ráfaga impaciente azotando todo a su paso, pero no me rindo, soy un Visconti y traté de no aceptar lo que sentía por ella, pero no puedo ocultarlo y no puedo perderla

—Salgan —impongo

—¿Para qué? Ya escuché todo de la persona que tenía que escucharlo —suelta con hostilidad

Es la primera vez que me habla como si para ella realmente fuera una basura, me lo merezco, lo sé, pero necesito contarle toda la verdad, es difícil de aceptar, no negaré que me quema en el pecho toda esta situación.

Ginevra y Bruno aceptan y se dirigen a la salida, Aurora toma el mismo camino, pero no se lo permito «tiene que escucharme aunque no quiera verme más».

—Quítate de mi camino, no necesito escucharte —dice lanzando dagas con la mirada

—Si tenemos que hablar. Y vas a escuchar aunque no quieras

Cierro la puerta con seguro, la tomo de la cintura la recargo sobre mi hombro, trata de zafarse de mí, pero su diminuta fuerza no se compara a la mía.

—¡Suéltame, mentiroso hijo de puta! —grita, como si tuviera diez años

La recargo sobre el escritorio y me adentro entre sus piernas, levanto su barbilla y la miro directo a los ojos, «no se compadece de mí, no tendrá piedad de mi gran error y me apartará de ella».

—No me toques, ya no eres nada para mí. —Me empuja fuera de ella—. Solo habla Capo -Suelta con ironía

Suspiro con frustración tocando el puente de mi nariz «Por donde comienzo, sí que soy un desastre en estos momentos, nunca tuve que defenderme ante alguien»

Me mira esperando una respuesta, su impaciencia dice todo lo que ha soltado hace un rato.

—Nuestro destino fue entrelazado sin conocernos... —digo con serenidad, ignorando el ambiente que se ha tornado un tanto agrio

—Fui la elegida para estar con el gran capo, ¡por Dios esto no es un maldito cuento de hadas! —ríe con amargura—. ¿Me estás queriendo decir eso?

—Prácticamente, sí, fuiste la elegida por mi padre y tu madre, Aunque nunca acepté ese absurdo pacto, acaté la voluntad de mi padre, me lo contó justo antes de viajar a la ciudad de Nueva York. Solo le dije que te conocería, no le puse mucha atención a tu expediente, no quería dejar mi vida de libertinaje para comprometerme tan rápido, Solo tenía veintitrés años y tú todavía eras una cría de dieciséis años, tenía suficiente tiempo antes de que cumplieras la mayoría de edad.

Aurora Del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora