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El ambiente es tenso.

Todo alrededor está lleno de silencio, demasiadas personas pero muy pocas compartiendo el mismo dolor. Un joven de apenas 19 años marcha con temblores en su cuerpo hacia el ataúd que se encuentra en medio de la lujosa sala de la mansión Lee.

Desde lo más profundo del interior del pelichocolate, hay sonidos dolorosos que suben por toda su garganta, escuchándose como gimoteos de un cachorro que ha perdido a su madre. Y es así, el menor se siente perdido de solo ver como la palidez decora la piel de su amada madre. Como mantiene los ojos cerrados y el agujero entre medio de sus cejas no pudo ser maquillado correctamente.

Con temblorosas manos, TaeYang las pone en el vidrio que le impide el tocar a su madre como tanto quiere. Hay un sollozo que sale de él, bajo, roto, lastimero, tembloroso, necesitado. Todo su cuerpo tiembla, de importancia, de enojo, de dolor, de miedo, de sensaciones negativas.

—M-Mamá.— Murmura, roto por todo lo que siente —Mami...— Hipa él

Ante las personas que están en aquel velorio, el bonito Omega se nota como un cachorro perdido. Desde lejos se nota la fragilidad y el dolor que posee. Algunos lo miran con pesar, mientras que otros son indiferentes, por más a estar acompañando a la familia Lee en aquella pérdida.

Aquellos bonitos iris se mueven con constancia, llenos de ansiedad al saber que ha perdido a su madre. Niega, cegado a aceptar  lo que su mente le dice, pero que su corazón quiere no creer. Solloza más fuerte, llamando a su madre entre hipidos que le cortan el habla y la respiración. Tiembla más fuerte, desesperándose al no obtener respuesta de la mujer quien le dio la vida.

—¡Mamá!— Grita, lleno de impotencia al ser ignorado —¡No puedes ignorarme de este modo! ¡No tienes el derecho a dejarme de esta forma! ¡Por favor!—

TaeYang abraza el ataúd a como puede, necio a dejarla ir, es su madre quien está ahí, y no piensa soltarla.

—No puedes.— Él dice —No p-puedes irte. ¡No tienes ese derecho!—

Algunas personas suspiran con pesar.

—¡Llévame contigo!— Súplica —¡Mamá, por favor, n-no me dejes aquí!—

Las feromonas de aquel Omega dejan sentir todas las sensaciones que está presintiendo en su interior. Algunos se incomodan por los desgarradores gritos, por las súplicas ignoradas por aquel cuerpo sin alma, sin vida.

Todas las personas que observan al Omega, dejan de hacerlo cuando una cabellera negra se deja notar. Ye-Won camina con tranquilidad, sin emociones reflejadas en su rostro hasta el joven que aún suplica por su madre, que aún llora pidiendo a que se lo lleve con ella.

—TaeYang.— Dice ella cuando ha llegado hasta el menor —Es suficiente.—

—Por favor, m-mami.— Se oye tan roto —Por favor, no te vayas.— Él apoya su frente en el vidrio que deja ver cierta parte de la mayor —Llévame contigo. Quiero irme contigo. Diosa Luna, por favor llévame a mí en su lugar.—

Un brazo se enrolla en la cintura del menor cuando el cuerpo de él pierde fuerza. Kim mayor logra tomarlo con firmeza, manteniéndolo en pie pese a que el contrario quiere dejarse caer. Lo une ella a su pecho, sintiendo como el contrario ubica el rostro en esa zona de ella.

Sin mirar a ninguna parte, la mujer los saca de la vista de todas esas personas. Camina hasta perderse, yendo al mismo lugar que fue con Hana. Una vez ahí, ella deja de sostenerlo, pero el menor se aferra a ella como si no tuviese a nadie más en quien sostenerse. No lo toca, no lo consuela, solo se mantiene quieta, como una estatua.

• En un momento de debilidad, los demonios toman provecho.•

Kim Ye-Won reconoce que en esos momentos de vulnerabilidad, el chico tiene la mente expuesta a cualquiera. No importa lo que puedan decirle, TaeYang aceptaría sin problemas, más que nada por la fragilidad en la que se encuentra. Una sonrisa torcida sale de ella, al sentirlo buscar su aroma con tanta desesperación.

♟️ SS&L ♟️EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora