2. Teniente de mierda

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No podía apartar mi mirada de ella.

No había abierto los ojos a pesar de que ya estaba despierta, mantuvo su cabeza inclinada e inmóvil mientras la paramédico limpiaba el corte por encima de su ceja y revisaba sus signos vitales. La chica se había desmayado en mis brazos hacia tan solo unos instantes, tenía sangre corriendo por un costado de su rostro y una mirada desenfocada. Sin más remedio la había llevado en brazos hacia la patrulla y luego hacia la ambulancia.

No había apartado la mirada de ella ni un solo momento por lo que no había perdido la mirada que me había lanzado cuando abrió los ojos y notó su mano esposada a la camilla. Tenía una asombrosa capacidad para ponerse furiosa aún cuando se veía como una mierda.

Muy cerca Thiel, la otra paramédico, estaba arreglando el desastre en la nariz de Ray. Le había roto la nariz, esa chica que parecía inofensiva y vulnerable le había roto la nariz a un policía experimentado.

Herbert se acercó a mí derecha, también con la mirada fija en la chica.

- ¿Crees que sea parte de Wells? - preguntó con voz sombría.

- Tiene el olor con ella - incliné la cabeza.

Finalmente abrió los ojos para dejar que la paramédico le revisara las pupilas, unos enormes ojos oscuros rodeados de largas y espesas pestañas. Con la luz de la linterna se tornaron dos tonos más claros con anillos de chocolate y musgo entrelazados.

- Hay una cámara en el callejón, Jules está recuperando el video - anunció.

- Bien.

También teníamos cámaras en el club y la calle de enfrente, sea quien sea la chica podíamos reconstruir sus movimientos y verificar su historia, si es que en algún momento se dignaba a decir algo. Cualquiera en su lugar apenas se hubiera visto esposada habría comenzado a hablar. A declararse inocente.

Pero no ella.

La conocía.

Era mi estrella de una noche.

Hacía dos años había estado en mi cama.

Y sabía algo de ella, aún cuando había renegado por ese tiempo no había logrado olvidarla. En ese entonces ella había llevado la conversación con descaro y fluidez. Era bailarina con aspiraciones a Broadway pero resignada a trabajar en un restaurante mientras tanto, salía a correr por las mañanas, hablaba sueco, no creía en el amor aún cuando le había declarado amor eterno a mis labios.

En ese momento no me había parecido una criminal con nexos al narcotráfico, pero en ese momento estaba borracho y no tenía ni un solo dedo de frente.

No sabía su apellido pero si sabía que tenía dos lunares muy juntos entre sus pechos, justo sobre su corazón.

- Humm, dilatadas - indicó la mujer echándose para atrás con una mirada pensativa.

Herbert se acercó hacia ella y le susurró:

- Está drogada con ese tipo de cocaína.

Inmediatamente la chica clavó su mirada en él con un feroz ceño fruncido.

- No lo estoy - su voz era tal cual como la recordaba, ligeramente ronca y con acento. Letal - Me han estrellado la cabeza contra una pared de ladrillo dos malditas veces. Así es como estoy.

Me moví más cerca inmediatamente, la paramédico hizo una mueca inclinándose para mirar de nuevo a sus ojos.

- Hay que llevarla al hospital, puede tener una contusión - explicó por encima de su hombro.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora