10. Tommy

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— Lo de antenoche fue un lapsus — declaré — Ambos tuvimos un lapsus.

Él ya no estaba respondiendo, al menos no con palabras verbales. Tenía esa mirada abstracta e intensa que podría incendiar a cualquiera hasta los cimientos, romper el cristal o hacer llorar a los niños.

O volver gelatina a una mujer.

¿Pero era tan malo cuando se sentía tan bien?

— Al diablo con todo — susurré

Empuje la cordura, la precaución y cualquier otro valor moral por encima de mi hombro y cerré la puerta firmemente tras de mí. Él no tuvo oportunidad, me lancé contra él y lo envolví con brazos y piernas, solo demostrando sus excelentes reflejos él me sostuvo antes de que nos fuéramos los dos al piso.

— ¿Entonces aceptas...?

Sofoque el resto de sus palabras con un beso atropellado, le hice saber con mis labios cuan furiosa me ponía que no me hubiera follado aquella otra vez. Y que cada momento con él era un lapsus. Él se quedó inmóvil, sus labios apenas entreabiertos me funcionaban, con una mano en su nuca y la otra en su barbilla lo sostuve para moverme sobre él. Besé, mordí y lamí, hasta volverlo loco.

Conocía a los hombres. Solo había un límite para ser virtuosos y cuando era tan evidente y fuerte la atracción podría ser rota solo con una mirada.

Él rugió como un animal molestado, respondió a mi beso con rudeza. Agarrando puñados de mi cabello y tirando hasta que sentí una punzada en el cráneo, no me importó. Llevaba mucho tiempo esperando a un hombre que besara de esta manera, mordió mi labio inferior para luego introducir su lengua y golpearla con expertos golpes. Gemí respondiendo con mi propia lengua, haciéndole saber que no estaba intimidada.

Ni por él, ni por el bulto en su pantalones.

Anclando una mano en sus capaces hombros y con la fuerza de mis muslos, me moví contra su erección, la fricción de sus vaqueros contra mis muslos abiertos dónde se me había subido el vestido era gloriosamente ruda. Ambos lo sentimos, gemí y él volvió a rugir, clavando una mano en mi trasero mientras que la otra le dió un tirón a mi cabello.

Por un instante creí que me detendría o me apartaría, me obligó a quedarme quieta mientras ambos respirabamos con dificultad. Sus labios apenas rozando mi boca. Casi podía escuchar su jodida virtud policiaca regresando a él, como rasguños de sucias ratas sobre el suelo.

No, de ninguna manera. Esta vez me follaria.

Soltando el agarre de mis piernas alrededor de sus caderas, bajé mis dos manos hacia su bragueta, simple y directamente. Él gruñó pero no hizo nada para detenerme cuando solté el botón, bajé la cremallera, luego el boxer y dejé que junior cayera en mi mano en toda plena extensión desnuda.

— Mmm, creo que él no me considera la mujer más irritante…

Él sofocó el resto de las palabras cuando atacó de nuevo mis labios, soltó mi cabello para bajar las tiras de mi vestido y mi sujetador, por poco rompe mi corpiño al tratar de llegar a mis pechos, aún sosteniendo su polla mi otra mano subió para soltar los tres botones que cerraban mi vestido al frente que él no había notado. El muy idiota no era muy observador. Inmediatamente él rodeó un pecho con su mano izquierda, la palma cálida y callosa contra mis pezones sensibles me hizo jadear.

No había ni una sola parte de él que no estuviera hecha para el sexo.

Y lo quería, rápido.

A tientas busque mi bolso que milagrosamente aún colgaba de mi hombro, mientras rodeaba con mi otra mano su polla caliente, está respondió con un espasmo. Al parecer podríamos ser grandes amigos, lo bombeé lentamente mientras buscaba en mi bolso un condón. Siguiendo el consejo de Layla, una compañera de trabajo, siempre traía uno en mi cartera, a la vista y de fácil acceso.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora