Otra vez me desperté en su cama con un terrible dolor de cabeza, está vez por la borrachera de la noche anterior que ahora regresaba para morderme el trasero. Un trasero adolorido después de que recordara haberme caído de culo en algún momento de la noche, rodé hacia un lado y después al otro, extendí mi brazo y al no tocar nada me levanté bruscamente para mirar a mi alrededor acusadoramente.
Él no estaba en la cama. Ni en la habitación.
Y ya era mediodía.
Joder.
Con una mano sobre los ojos pase mis piernas por un lado de la cama y me estire hacia la nota en la mesita de noche. El pequeño papel amarillo resaltaba como una de esas etiquetas de evidencia en las películas, también había otra en una botella de agua y otra con jugo de arándanos.
"Bebe los analgésicos y todo el jugo. Hay comida en el horno. Se que tienes el día libre, por eso te deje dormir. Llámame cuando te despiertes"
Pase los dedos por encima de su letra, divertida en como era una combinación de letra cursiva que tendría mi abuelo y gabaratos inentendibles de doctor. Lo obedecí y me tomé las pastillas porque me imaginé su ceño fruncido, pero no me volví a recostar sino que me calce sus pantuflas y salí con paso lento de la habitación en busca de esa comida aunque siempre en las mañanas de reseca se me apetecía cereal con mucha leche fría.
En el horno había pollo en salsa y pure de patatas que me parece compró anoche antes de llegar, lo deje para buscar en los estantes y gabinetes algún cereal.
Su apartamento mantenía el tipo de decoración austera y usual que encontrarías en un apartamento amueblado para solteros, pero aún así me gustaba encontrar los rastros de él en la manera como de uno de los pomos de la puerta colgaba un cinturón y una corbata, donde habían marcas de zapatos que manchaban sutilmente la alfombra en dirección al baño con tierra, también en como en el centro de la mesa se acumulaban chucherías como baterias, llaves, nueces enteras, monedas y papeles. También en como en apariencia todo en la cocina parecía en orden pero en el cajón de los cubiertos estaban todos lanzados con descuido apesar de los espacios indicados para cuchillos, tenedores y cucharas o que los estantes habían montones de comida enlatada, bebidas hidratantes y paquetes de semillas variadas.
Ya había encontrado nabos y frutas olvidadas en su nevera por lo que no me sorprendió descubrir cereal sin azúcar y simple como el cartón en su poder. No una sino al menos tres cajas de exactamente el mismo insípido cereal. A nadie podría gustarle verdaderamente comer con regularidad esa cosa.
Con el cereal debajo del brazo fui a la habitación para recoger mi teléfono de donde él lo había conectado a cargar porque yo de nuevo lo había olvidado, encontrándome con otra nota amarillo fluorescente sobre esta.
"Llámame"
En mayúscula en lo que me imaginé era su voz en ladrido.
Sonreí y marque su número guardado como "Teniente de Mierda", él no respondió hasta el cuarto tono cuando su voz inundó el auricular y sentí como se deslizaba alrededor de mis hombros como deseé hubiera estado esta mañana.
- Tarah June.
- Hola, Thomas. No hacía falta tanta insistencia, te llamaría de todos modos - doble la nota por la mitad y por capricho la metí en mi bolsa dejada a un lado del teléfono - Además quisiera asegurarme que no te vomité anoche, por favor dime que no lo hice.
Él exhaló y después se rió.
- No, no lo hiciste. Caíste dormida como un angelito.
- Un jodido demonio, querrás decir. Casi lamento todo lo que te dije ayer - salí de la habitación para regresar a la cocina y abrir la nevera.
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Rómpeme +18.
Teen FictionÉl lucía como alguien que caminaría directo al infierno. Thomas Peterson, teniente de la policía de Nueva York, era un riesgo para cualquier corazón ya sea que estuviera roto o no. Dominante, arrogante y en general un cretino sabe lo que quiere y cu...