15. Folie

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Él fue al Folie tres noches después. Sentí su presencia y sus penetrantes ojos sobre mí antes de salir al escenario, aún cuando esperaba tras la cortina de cuentas pude sentir sus ojos sobre mí como si supiera exactamente dónde estaba.

No estaba en la barra, como en las ocasiones anteriores, estaba en un reservado de la parte alta del bar. Sólo y viéndose absolutamente peligroso y decadente. Vestía un traje negro con el cuello de la camisa abierta y su cabello peinado hacia atrás, no solo recogido sino peinado. Se había afeitado pero yo aún sentía su barba rasguñando mi piel mientras se metía mis pechos a la boca, sus ojos tenían esa mirada de párpados entornados que le conferían un tono gris al azul y sostenía una un vaso ancho de whisky con cuidado descuido.

No era un policía esa noche. Era un demonio de Brooklyn.

— Oh, Dios — susurré por lo bajo.

Layla, que era mi pareja en el baile, levantó la mirada de donde se ataba las ligas de las medias. Arqueó una ceja con una mueca sugerente en sus labios.

— A los hombres les gustan los polvos de una noche, ¿No? — pregunté, bruscamente.

— A todos nos gustan los polvos de una noche, muñequita. Rápidos. Discretos. Simples.

— ¿Entonces por qué alguien querría complicarlo?

Y solo para echarme de cabeza miré en su dirección una vez más. Allí estaba él. Decadente.

Layla silbo vulgarmente a mi lado.

— Cielos, niña.

Se echó para atrás y por un instante se me quedó mirando con su boca pintada de labial abieta.

— Debes ser una maldita zorra en la cama — dijo finalmente

— ¿Qué? — chillé.

— Ese hombre no quiere un reboot, quiere el paquete completo. Tu paquete completo — de repente una sonrisa estalló en su rostro y luego movió sus cejas sugestivamente — Siempre creí que eras virgen con tu actitud de mojigata con los clientes, tendrás que enseñarme algo.

Rodé los ojos.

— Si lo ves tan claro ¿Cómo me lo quito de encima?

Casi podía escuchar la música y la expectativa subiendo. Éramos la atracción principal esa noche.

— Yo mataría por tenerlo encima, muñequita. Sólo puedes hacer una cosa con él — me guiñó un ojo mientras se movía hacia el escenario, el antifaz en su lugar, los tacones cortando el aire — Aceptarlo.

Aspiré profundamente, maldije y luego puse una sonrisa.

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Ella no levantó la mirada hacia mí aún cuando parecía querer hacerlo. Mantuvo su mirada obstinamente baja durante el baile y algunos podrían considerar como parte de su show, mientras que la otra bailarina era exótica y descarada. Tarah era un misterio a su sombra, se movía con una gracia felina sobre el escenario, con movimientos delicados y calculados. Que estuviera vestida con una pequeñísima falda y un top gris que acompañados de las orejitas le daban un aspecto dulce no ayudaba. Y que su rostro en forma de corazón asemejara a un ángel tampoco.

Era única.

Y comprendía el punto del acto, la otra bailarina se le insinuaba con un toque por aquí y una mirada por allá, la rozaba mientras ella retozaba y la atraía con su juego pero sin perder el misterio y recato. Eran la Fantasía de cualquier hombre en el lugar. Juntas. En una cama.

Pero yo solo la quería a ella. A Tarah. En mi cama. Como la había tenido en el sofá, sonrojada y jadeante luego de ser arrojada por la corriente. Flexible y cálida.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora