3. Pensar antes de jodidamente actuar.

17 6 1
                                    

Cuando tienes una infancia de estar siendo constantemente sometida cuando encuentras la libertad nadie te puede parar.

Yo soy una de esas personas que primero actúa y después piensa, primero habla y despues piensa, primero golpea y después piensa.

Pero a veces me gustaba aparentar que no.

— Uno simplemente no puede ir por el mundo follando a una jodida persona diferente cada día —  reprendí a Jeff, bastante molesta.

Más que molesta, irritada por su infantil comportamiento.
Una señora de alrededor de setenta años, toda lana y algodón, nos lanzó una mirada de desagrado. Bueno, tal vez no debería tener un lenguaje tan floreado en vía pública. Le di la espalda, aunque también debería meterse en sus propios asuntos.

— Querida, ya me disculpé por lo de esa noche. Ya me siento fatal  — rodeó mis hombros con su brazo, su rostro decaído.

Sacudí la cabeza completamente en contra de sus palabras. Ya había superado mi enojo contra él, había tenido tres días para hacerlo. Él había desaparecido tres días luego de esa noche y había llegado hasta anoche.

Ya había cumplido con mi cuota de enojo

Por supuesto que hay que disfrutar la vida, lanzarse de cabeza, tener sexo, seguir sueños y romper reglas. Somos jóvenes y todo lo podemos hacer si nos lo proponemos.

— Razón. ¿Conoces esa palabra? Porque a mi se me hace que no —  Jeffrey suspiró profundamente y cruzó los brazos. Lo conozco, y a pesar de la fachada que dió de: “me importa un rábano” realmente le importa mi opinión y aunque sea una pequeña parte de lo que digo le va a quedar, así que continue — La razón es esa odiosa perra que no nos lleva a emborracharnos hasta ver todo doble y amanecer en camas de extraños…

— Cosa en la que tu no tienes experiencia — no se resistió a responder con las cejas enarcadas.

Ignoré la sorna en su comentario. Es decir, ignoré por completo su comentario.

— ¿Por qué follarte a decenas de chicos para mandar todo al carajo cuando el imbécil chasqueé los dedos? — crucé mis brazos y me inclino hacia él —  ¿Por qué, Jeffrey?

Él me miró directamente a los ojos por unos instantes antes de bajar su rubia cabeza con derrota, espere unos segundos en los que mi corazón se estrujo, hundió y rompió. Era consiente de la perra cruel que estaba siendo pero si algo he aprendido en la vida es que hay que ser la perra sincera, desalmada, cruel y odiosa para que realmente escuchen tus palabras.

Sus hombros subieron con un suspiro tembloroso y finalmente volvió a mirar mis ojos. No necesité de una respuesta verbal porque allí esta, tallada en su rostro, en su triste expresión. Alargó los brazos a mi alrededor atrayendome hacia su cuerpo y después hundiendo su rostro en mi cuello. Importándole un reverendo cacahuete el hecho de estar en el medio de un atestado tren.

— ¿Porque diablos siempre tienes la razón?

Elevé mis brazos hasta su espalda, subiendo y bajando con movimientos lentos y continuos.

Massimo Berrutti.

En ese jodido nombre se resumen todos los males de mi mejor amigo.
Hace aproximadamente nueve meses Jeffrey estaba conociendo a este estúpido chico en una fiesta de Wallstreet, salieron un par de veces y en un parpadeo ya eran oficiales.

#Jessimo era real. Si lo sé, suena patético y no tienen una idea de cuanto le dije a Jeff lo estúpido que sonaba. Hacían bonita pareja. Eran ese perfecto estereotipo de parejas gays. Pero les digo una cosa.

Lo perfecto siempre se pone feo.

Desde el primer momento en que lo vi en persona me cayó como una patada al hígado. Se vestía como cretino. Se peinaba como cretino. Hablaba como cretino… Y sorpresa, sorpresa.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora