Pero al siguiente viernes regresé. Porque me di cuenta de que él me había otorgado su perdón pero eso no borraba lo que había hecho.
Tenía una deuda y yo siempre pagaba mis deudas.
Además de que yo podía ser tan terca como una cabra de montaña cuando me lo proponía. Ese día había superado mi mal humor y había conseguido casi cinco horas de sueño por lo que me tomé mi tiempo para observar el edificio desde afuera, por pura curiosidad había investigado antes. Ese lugar espantoso no había sido siempre un asco, de hecho, hace un par de décadas era un teatro muy popular que había aspirado competir con cualquiera en la calle central, Rosamud Cromartie, Jacqueline Taylor, Jeremy Smith había pasado por allí en su época dorada. Aparentemente un dueño descuidado y la depresión del 2009 lo habían dejado en tal estado deplorable.
Pero ahora que conocía sus cimientos no lo veía como la pila de basura de antes. Lo veía como un artista golpeado por los años, la sociedad, la economía y el descuido. Un artista deseoso de recibir a sus conocidos.
Al llegar no empujé la puerta, malhumorada. La abrí con cuidado y tentativamente. No hubo golpe al otro lado y en cuanto entre me di cuenta de que habían cambios desde la última vez.
Para empezar, había un vigilante en el vestíbulo con un escritorio y una silla de aspecto viejo pero cómodo. Además del evidente desastre en el interior: alguien había agarrado a golpes las paredes con un mazo o algo similar, y los cristales que separaban está de la siguiente habitación estaban rotos o en camino de ser rotos . Un hombre alto y amplio con poco o ningún cabello barría el despojo hacia un montón en la esquina.
— El estudio de Yoga está enfrente, niña —dijo por encima de su hombro con un gruñido.
— ¿Me veo como alguien que va a Yoga los domingos? — arqueé una ceja.
Finalmente el hombre me dirigió una mirada directa, entre sorprendida e irritada.
— Te diré que no te ves como alguien con una condena de horas comunitarias, las multas por exceso de velocidad se cubren con una fianza .
— ¿Ah, sí ?
—Estas hablando con un patrullero retirado, no con un viejo incompetente — gruñó.
— ¿Con qué se cubre golpear un policía, señor ex-patrullero?
Entonces ocurrió algo curioso en su rostro, su expresión pasó de irritada hasta absolutamente estupefacta.
—¿Tu eres esa chica?
—Supongo que existe suficiente evidencia para ser necesaria la referencia — encogí un solo hombro y me puse la gorra con la solapa hacia atrás — Tarah June. Me llaman solo Tarah.
— Thomas dijo que no tendrías que venir.
— No quiero la lástima o el beneplácito del Teniente Peterson, le rompí la nariz a un policía y yo asumo las consecuencias.
Entonces en otro cambio completo, el hombre se echo a reír y se me acercó con su mano extendida.
— Ex- oficial Thomas Peterson Primero. Me agradas, solo Tarah.
Estupefacta, acepte su apretón.
—¿Es usted su padre? —prácticamente chillé.
Y entonces él va y dice.
— Su abuelo, en realidad.
— ¿Cómo rayos...?
—Los Peterson envejecemos bien — explicó sencillamente.
Todo era muy raro. Yo le agradaba al hombre a pesar de que mi reputación me precedía y había escuchado hablar de mí por el teniente. Y aún peor, porque a través de las ventanas rotas apareció el hombre que había golpeado el viernes anterior con la puerta.
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Rómpeme +18.
Teen FictionÉl lucía como alguien que caminaría directo al infierno. Thomas Peterson, teniente de la policía de Nueva York, era un riesgo para cualquier corazón ya sea que estuviera roto o no. Dominante, arrogante y en general un cretino sabe lo que quiere y cu...