"Sube, todavía no he terminado"
Escribió ella y me encontraba subiendo con el ceño fruncido por su edificio. Era obvio que los propietarios eran unos abusivos porque los apartamentos diminutos y amontonados no valían lo que compraban y no brindaban el mantenimiento adecuado siquiera.
Al mirarlo con ojos de policía solo vi problemas en los pasillos sin salidas de emergencia, los ascensores fuera de servicio, las paredes con huecos de bala y a un grupo particular de tipos muy pálidos que se agrupaban en una puerta con los ojos desorbitados.
Me generaba ansiedad que Tarah viviera allí, me dejaba absolutamente aterrorizado que ocurriera algo, especialmente desde que aún estaba latente del imbécil de Fatimo suelto y preguntándose quien le había brindado su nombre y rostro a la policía. Esos tipos guardaban mucho más rencor por los testigos que por el mismo objetivo.
Al llegar a su puerta, una con una plata arrugada con el número 334, maldije cuando la encontré entreabierta.
Ella debería tener más jodido cuidado.
La empujé siendo recibido por un pequeño desorden de cajas a medio hacer en la entrada, incliné mi cabeza porque pude haberme equivocado de apartamento pero al asomarme más adentro reconocí los zapatos deportivos que había intercambiado con mi sobrina por sus botas altas y la gabardina.
— ¿Tarah?
— Voy — su voz llegó desde una puerta a la derecha con el eco que confería el baño — Dame un momento.
Con un suspiro entre por completo y cerré la puerta tras de mí observando el frágil cerrojo con decepción, al entrar descubrí la cocina abierta con una pequeña sala y tres puertas alineadas, y aunque parecía que alguien había intentado ordenar habían cajas a medio hacer por doquier y pequeños adornos salpicados aquí y allá. Un cuadro con una colección de estampillas con paisajes de los alpes, una foto enmarcada de una hermosa bailarina en un escenario iluminada por una única luz pero tan brillante y atrayente como una estrella, una máscara pintada a mano, una boa de plumas rosas... pequeñas cosas que le daban identidad al apartamento como el de una artista.
Estaba frente a la fotografía, que a la vez también expresaba tristeza, cuando ella salió del baño.
— ¿Eres tú? — le pregunté.
— Si. Fue la última presentación en el internado y gane un premio, tal vez no por excelencia en mis calificaciones pero si por el baile — ella se acercó y donde antes la había mirado de reojo ahora me volví completamente.
Hechizado porque estaba desnuda solo con una toalla alrededor, su suave piel sonrojada por la ducha y su cabello en un recogido sobre su cabeza que dejaba libre sus clavículas y la suave curva de su nuca. Me quedé momentáneamente sin aliento y con la boca seca.
Estaba deliciosa.
Increíblemente hermosa.
— Debiste verme antes de mi lesión, era genial — ella estaba mirando la foto.
Parcialmente ignorante a que la miraba como un sediento a un oasis, me obligué a mirar de regreso a la foto. Ya la había visto bailar aquella vez en el teatro que arreglaban, era perfecta y con tanto poder que hechizaba cualquiera para hacer sentir lo que ella sentía. Mágica. Increíble. No sólo genial.
— Eres perfecta aún después.
Ella sonrió con un resoplido, empujando su hombro contra el mío.
— Dile eso a los idiotas directores.
— Se lo diré — asentí — solo dime sus nombres.
Con la boca abierta ella se volvió a mirarme, sus bonitos ojos dorados estaban maquillados y unos rizos se soltaban de su recogido para caer en sus sienes. Me costaba concentrarme cuando se veía tan bonita y no mirar sus increíbles piernas desnudas o como esa toalla se aferraba frágil a su cuerpo.
ESTÁS LEYENDO
Rómpeme +18.
Teen FictionÉl lucía como alguien que caminaría directo al infierno. Thomas Peterson, teniente de la policía de Nueva York, era un riesgo para cualquier corazón ya sea que estuviera roto o no. Dominante, arrogante y en general un cretino sabe lo que quiere y cu...