6. Teniente de mierda

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- ¿Qué? - la voz resonante de Roma se hizo oír por encima de cualquier otra conversación en el lugar.

Si antes no éramos un grupo llamativo ya había terminado de hacerlo. Me froté un lado de mi cuello dónde la tela pegajosa del disfraz me estaba dando urticaria y mire al resto que estaban mirándome en grados similares de estupefacción a punto de volverse locas.

- ¿Arrestada? - gritó Jojo a través del celular que afortunadamente no tenía suficiente volumen como su voz real.

- ¿Cuándo?

- ¿Por qué?

Miré a mi izquierda y después a mi derecha, sintiéndome irritada pero ahora por la atención.

Conversaciones personales.

Cualquiera podría tener amigos, cualquier otra chica que hubiera estado en mi lugar habría adorado contar a estas increíbles mujeres como sus amigas, cualquier otra habría abierto su corazón y derramado sus sentimientos por todo el lugar como maldito confeti.

Yo no podía.

No estaba facultada para mantener conversaciones personales sin volverme loca y terminar diciendo cosas horribles, era mi límite. Mi botón de autodestrucción.

Y lo lamentaba, pero no quería cambiarlo.

Me eche para atrás y mire hacia atrás dónde una de las otras meseras me estaba haciendo señas hacia la oficina del gerente porque desde luego mi tiempo de almuerzo había terminado y para él cada minuto cuenta.

- Es una historia bastante graciosa, chicas. Se caerán de culo cuando se las cuente- sonreí mientras me ponía de pie, nunca lo iba a ser de poder evitarlo - Pero no en este momento, debo regresar a trabajar.

- ¡Tarah!

- ¿Cuándo? - repitió Kate.

- ¿Por qué? - repitió Mónica.

- Explícate.

- No uses ese tono conmigo, señorita abogada. Porque sabes que no funciona - señalé a Roma fríamente, después sonreí al resto- No se vayan sin despedirse, chicas. Como siempre fue un gusto sufrir la no terapia con ustedes.

Mientras me movía para alejarme Roma se levantó interponiendose en mi camino y empujándome de nuevo en una silla, no era una mujer especialmente robusta pero según sabía podía ser formidable con cualquier persona desagradable que se cruzara en su camino.

Ding. Ding. Yo era la persona desagradable en turno.

Me hizo apretar los dientes.

- Conozco esa mirada - Kate sorbió lo que quedaba de su bebida - Prepárense.

-Oh, oh. Van comenzar a pelear, Jojo - anunció Mónica.

Quizás por tener personalidades tan similares teníamos un muy pequeño límite de tolerancia para con la otra y aunque en su mayoría eran críticas amistosas e insultos inofensivos, llegábamos a un punto que se comportaba demasiado arrogante o tocaba un ángulo difícil para mí y solo quería enviarla de paseo.

Lo que nos diferenciaba es que a ella si gustaba soltar su mierda porque cuando quería podía ser una terapeuta o en su defecto, un coach deportivo cargada de amor rudo.

- Eh, arpía. Te estás pasando de la raya aquí.

- Tu eres la que está siendo un grano en culo. Te dije que te explicarás ahora, no que hiciera tu usual acto de escapismo.

- ¿Usual? - ahora realmente estaba enojada, allí estaba el comentario sarcástico que llevaba veneno.

- Cuando la cosas se ponen torcidas o, Dios no lo quieras, demasiado complicadas, huyes - señaló.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora