Eran alrededor de las cuatro de la tarde pero estábamos en el centro de Nueva York entonces aún habían personas pidiendo sus almuerzos por lo que la hora pico en la cafetería aún no había bajado del todo, como la era la empleada más nueva mi turno de almuerzo era el último después de que cada otra chica mesera había tomado su turno, lo justo para que terminara con mi última mesa y la más importante del día.
Balanceé mi bandeja repleta en una mano a la altura de mi hombro mientras la otra la mantenía libre para recuperar el equilibrio cuando cada tanto algún cliente chistosito se atrevesaba o las sillas volaban por el piso, era mi segunda semana en la caótica cafetería de la avenida y mi jefe, el horrible tipo Benny, aunque me amenazaba con despedirme dos veces al día no lo había hecho en serio. Francamente lo consideraba un logro, el sueldo aunque nada del otro mundo era suficiente y las propinas astronómicas.
El dinero maneja el mundo, quieras o no. Bien podrías aceptarlo y conseguir todo lo que pudieras.
En una cabina circular cerca de la puerta principal y la puerta de emergencia, se encontraba la susodicha mesa. Tres chicas la ocupaban, desde ya enfrascadas en una ruidosa conversación.
El nombre no oficial y que nos había hecho reunirnos por primera vez era "El grupo de apoyo al trauma" impulsado por el doctor Morgan que nos había atendido a tidas, el nombre oficial era "Club de tejido a ganchillo Apéndices Morados" aunque ninguna de las integrantes sabíamos hilar una sola puntada y solo era por un chiste interno.
Llegué a la mesa y puse la bandeja con un sonoro chasquido que detuvo cierta conversación sobre cuántas razones eran necesarias para que una chica rechazara las pollas y sus dueños por el resto de su vida. Pintoresca para mantenerla en un lugar donde a la izquierda habían niños Boyscouts y a la derecha ancianas al punto de la apoplejia.
Las tres me miraron con una mueca.
Sonreí.
— Buenas tardes, chicas. Sus pedidos están listos. Bebida antioxidante alta en carbohidratos pero refrescante acompañada de un emparedado de pavo italiano después de un largo día de entrenamiento en la academia de bomberos para, nuestra sexy bombero en formación, Kate — deslicé el vaso y el plato en su dirección, observando que a pesar de su rostro sudado y su cabello frizado seguía siendo impactante con sus ojos verdes y sus mechones rojos.
— Gracias — dijo ella agarrando inmediatamente por el vaso.
Continúe con la chica de gafas con una apretada coleta rubia que era el único peinado que era el único peinado que utilizaba de lunes a sábado.
— Té frío de melocotón sin edulcorante extra porque... iuh con una orden de bolas de arroz tostado, tofu y ensalada cesar para la esclava-no-sexual del imbécil CEO cuyo nombre no sabemos y que debería renunciar antes de volver a abofetearlo, la guapa Mónica.
— Gracias — ella sonrió brillantemente.
— ¿Que demonios llevas puesto...?
Me volví hacia la tercera chica, la arpía de Wall Street de cabello castaño, traje a la medida y mirada juzgadora, pero que fácilmente podría atraer miradas y corazones cuando pocos y raros momentos de vulnerabilidad se mostraban.
— Espera hasta que termine de repartir antes de insultarme, demonio. Gracias — amenace a lo que ella cerró la boca con un gesto dramático, recogí el vaso tapado y el plato redondo de cerámica blanca —Por último para la que gana más dinero que cualquiera de nosotras juntas, café frío con 90% hielo, el resto de lágrimas de niños y café. Además ensalada, papas hervidas y jodida langosta real, para la guapa y terrorífica abogada que mueve montañas, Roma.
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Rómpeme +18.
Teen FictionÉl lucía como alguien que caminaría directo al infierno. Thomas Peterson, teniente de la policía de Nueva York, era un riesgo para cualquier corazón ya sea que estuviera roto o no. Dominante, arrogante y en general un cretino sabe lo que quiere y cu...