12. Eres fascinante

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Él tuvo el descaro de verse ofendido.

Hay una canción que dice que por cada mentira que un hombre te dice le deberías decir dos. Y yo lo sabía, lo sabía muy bien. Yo le había mentido con intención en cada paso.

Entonces no debería sentirme herida cuando el muy imbécil se comportaba tan suave y me acariciaba el rostro mientras me pedía que ignorara su novia que lo llamaba una y otra vez.

— ¿Novia? — balbuceó

— Sinvergüenza.

— Tarah, por favor... — intentó tomarme el rostro de nuevo.

— Me tocas otra vez y te parto la cara.

— A veces ni siquiera yo puedo seguirte el ritmo. ¿De que estás hablando?

— La mujer que te llama, idiota. Qué puede o no ser la misma que entró a tu departamento cuando tuviste la grandiosa idea de llevarme allí hace dos años y de la que tuve que esconderme.

Su grandiosidad solo me miró con la boca abierta durante un largo instante, habiéndome sentir como si yo fuera la estúpida de los dos. Se frotó la barbilla y chasqueó la lengua.

— Es un malentendido, dulzura — aseguró.

— No seas condescendiente conmigo. Sinceramente no me importa si eres el peor gilipollas infiel de la historia, solo no me involucres.

El sonido de su teléfono se mezcló con el de los claxon de los autos de atrás cuando el semáforo se puse en verde, el ruido volvía cada vez más sofocante el espacio y empujaba un dolor punzante en la parte baja de mi cabeza, él maldijo y puso el auto en marcha para detenerse en la orilla más adelante.

Perfecto.

— Me bajo aquí — tiré de la agarradera de la puerta pero él le activó los seguros dejándome encerrada. El sonido de bloqueo fue premonitorio y empeoró mi frustración, me volví con la mano en alto para abofetearlo— Maldito cretino.

Él me rodeó la muñeca con una mano mientras con la otra se las arregló para sostener el teléfono. Grité y traté de soltarme pero él me sostuvo con la suficiente fuerza para inmovilizarme pero con una absurda suavidad, me mostró el teléfono donde se anunciaba la llamada entrante de una mujer que sonreía brillantemente a la cámara y estaba agendada como Miranda con un corazón al lado

Él contestó.

— Tendrás las pelotas... — apreté mis dientes pero con mis ojos le lance dagas.

Él sonrió.

— ¿Thomas? — se escuchó por el altavoz

— Si, soy yo — respondió él muy tranquilo— ¿Como estás, Miranda?

Tenía ganas de morderlo.

— Estoy muy cansada de que me ignores, en tu vida yo debería ser una prioridad.

La voz tenía un breve acento de Brooklyn y sonaba bastante frustrada, pero también tenía el tono conspirativo e íntimo que solo brindaba una estrecha relación. Forcé un poco más su agarre pero él lo que hizo fue empujar mis manos juntas contra su pecho dejándome invariablemente cerca, nuestros rostros tan cerca que sentí su aliento cuando suspiro suavemente y bajó la mirada a mis labios.

— No respetas lo nuestro ni un poquito — continuó la susodicha Miranda — Deberías tener un poco de consideración conmigo.

— Debería.

Mientras ella hablaba él rozo un beso en la comisura de mi boca, lo empuje con un escalofrío.

— Sueltame — musite sin expresar sonido.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora