19. Te odio. Te odio. Te odio

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Me desperté con punzadas en la espalda y la boca como si hubiera masticado lijas, pero por demás sentía el cuerpo tan deliciosamente descansado que solo pude relacionarlo con la otra vez que había dormido tan profundamente.

Con Thomas.

Nuestras piernas enredadas y una de sus enormes manos ocupando prácticamente todo mi vientre, con un dedo rozando la curva de mis pechos y la otra la cintura de mis bragas, era un toque posesivo pero no me importaba.

Al entreabrir los ojos noté por la luz que se filtraba por las cortinas era entrada la tarde y estaba apretada estrechamente al cuerpo desnudo de Thomas, su cabeza descansaba en el centro de mi espalda, el rastrojo de barba raspando la piel sensible de mis omóplatos. Algo frío se extendía sobre una de mis hombros y me costó un rato descifrar que era mi cabello humedo, con el fruncido y los ojos más cerrados que abiertos me trate de levantar.

Él gruñó contra mi oído y cruzó todo su musculoso brazo entorno a mí.

— Sigue durmiendo, cariño.

Sus piernas enlazadas con la mías y su media erección presionando contra mi trasero eran tentadores pero tenía otras preocupaciones.

— ¿Porque... — mi voz era grave y mi garganta se sentía espantosamente rasposa —... siento como si me hubiera atropellado un camión?

Sentí que su cuerpo se tensó para después relajarse.

— ¿Estás realmente despierta, Tarah June?

— Si — gemí al estirarme porque las punzadas en mi espalda subieron a mi cabeza — Aunque no estoy segura de que no esté muerta.

— No, no lo estás — él besó la parte posterior de mi cabeza. Su voz era deliciosamente suave — ¿Donde duele?

— Mis hombros y... mi cuello.

Él me dio la vuelta como si fuera la cosa más fácil del mundo y después sus gloriosas manos comenzaron a masajear mis hombros y mi cuello, gemí y solté el aire, con los ojos cerrados y dejándolo hacer.

— Hmmmm. Eso ayuda, gracias.

— Me alegro — su voz tambien sonaba cansada por lo que acaricié su cabello y su espalda tensa hasta soltar los apretados nudos.

Recordaba muy poco de la noche anterior más que me había quedado en el sofá de la sala para esperarlo.

— ¿Por qué tengo el pelo mojado, Thomas?

— Te lleve a la ducha hace un par de horas, solo quería asegurarme de que no volvías a tener fiebre.

— ¿Fiebre? No recuerdo nada.

Él era adepto al contacto físico, noté. Besó mi frente suavemente mientras frotaba mi espalda. Eso o adoraba tocarme.

— Es normal, dulzura. Estuviste inconsciente dos días.

Jadeé y abrí los ojos de golpe.

— ¿Dos días?

Me levanté y él gruñó un poco cuando golpeé su barbilla con mi cabeza, ignorando el dolor de mi cabeza que empeoraba con la luz miré alrededor de la habitación como para asegurarme que no había caído al agujero de conejo. Pero su habitación con paredes oscuras y decoración austera era cualquier cosa menos una alucinación excéntrica.

— Joder, Tarah.

— Lo siento — me frote la frente y noté que aunque traía mis bragas, usaba una camiseta enorme con el nombre de él. Me distrajo — ¿Jugaste hockey?

— Brevemente. Hay un equipo amateur de la policía.

— Como si no fueras ya lo suficientemente caliente.

Rómpeme +18. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora