Emma
Aprieto el brazo de Damon con todas mis fuerzas, podría desmayarme de los nervios. Seguimos de pie, en el aeropuerto, mientras esperamos a que mamá llegue. Para mi mala suerte, nadie pudo convencerla de quedarse en Nueva York, solo aumentan mi estrés.
— Según esto, su vuelo ya aterrizó. —comenta, mostrándome la pantalla en su celular.
El horario indica que pisó tierra hace diez minutos, es cuestión de tiempo para que la vea.
— Que nervios. —susurro, al ver que el área de llegadas empieza a atestarse.
La maletas se hacen notar, y una vez pasan por los protocolos, las puertas se abren de par en par, dejando ver a los primeros turistas.
Familias que se empiezan a reunir, parejas corriendo hacia ella, y puede pasar hasta un huracán, menos mi madre.
— A lo mejor se arrepintió —le digo, y con toda la disposición del mundo, empiezo a dar media vuelta —, deberíamos volver.
Pero me detiene, su agarre es gentil en mi muñeca.
— ¿Qué no es ella? —informa, y me quedo helada —. Así me la describiste.
Lentamente, me digno a seguir su mirada. Clarissa sale vestida con pantalón de tela y maleta de cuero en mano. Lleva puesto un par de gafas oscuras y la presión se me baja, rogando porque no me vea.
Pero es muy tarde... Vaga por el lugar hasta que nos intercepta, sonríe mientras empieza a caminar hacia ambos.
No tarda en posarse frente a nosotros, y todo rastro de alegría de desvanece una vez me detalla. Descuelga la mandíbula y retira los lentes solo para confirmar lo obvio.
— Ya me vas a hacer abuela... —se queda sin aliento, no aparta la vista de lo obvio.
Le asiento lentamente, con el corazón el mano y temiendo por su reacción.
— Y de dos maravillas, es un placer conocerla finalmente. — interrumpe con una sonrisa, claro que me iba a salvar.
Tenso la mandíbula cuando su atención se desvía a mi acompañante, lo escanea de arriba a bajo y con una cara neutral. Acto seguido, le extiende la mano.
— El gusto es mío —decide que si le agradó —, creo que mi sorpresa es más que evidente.
Alterna la vista, a la espera de una explicación.
— Los nervios, ya sabe —responde por mi —. Esto fue repentino.
Es bueno que finjamos estar hablando de la boda, no me siento de ánimos para sus interrogatorios.
— Pareces un buen hombre. —se limita a responder, con una mirada de superioridad.
El asiente, seguro.
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Tormento Inmoral [+21]
Teen FictionDisparos. Sangre. Muerte. Todo pecado tiene penitencia, y por ello la desgracia ha caído sobre los Davies, dejándolos en el ojo del huracán se ven obligados a atenerse a las consecuencias de su depravación. La pequeña Emma, devastada y con el cora...