Emma
Observo a Sean, aún sin sentirme parte de esta realidad, termina de ajustar su corbata y mantiene la mirada perdida junto con la mandíbula tensa, seguro que trata de verse fuerte.
Suspiro, le doy la espalda solo para agarrar el único vestido que me queda: morado horroroso. Por lo tanto, esto debe ser un mal sueño, hace tan solo meses estaba en el colegio, soy muy jóven para pasar por esto y es que-
Ella no puede estar muerta.
Me seco la lágrima rebelde sabiendo que estaría conforme con que no me quisiera ver, pero se mantuviera a salvo con papá.
—No puedo salir con eso puesto. —susurro, capturando su mirada a través del espejo.
Mi voz parece hacerlo volver a la tierra, solo sacude la cabeza antes de que ambos volteamos al otro, pero sus manos toman camino a los mechones descoloridos que aprieta con fuerza.
—¿Entonces, qué pie-piensas hacer?
Suspiro, manteniendo la voz en un tono neutro.
—Dame algo de tu ropa.
Me encojo de hombros, apretando los bordes de la toalla en la que me encuentro envuelta.
Por lo menos así medio esboza una de las sonrisas que tanto lo caracteriza, camino hacia él, sin apartar la vista del lugar y el teléfono que mantengo apagado desde hace dos días. Quiero pasar de largo y seguir al armario, pero su figura se impone ante mi camino.
—¿Así de fácil l-lo quieres?
Está empeorando, pero ahora no es momento de molestarlo con eso. No lo tomaría bien.
Así que me esmero en sonreírle, ambos necesitamos fingir que nada ha cambiado.
—¿Premio o castigo?
Con un torpe paso termino contra el marco de la puerta, Sean se aprieta contra mi vientre, mantiene las manos en mi cadera mientras que se encorva para llegar a mi cuello y plantar un ligero beso, seguido del contraste de sus dientes.
—Nunca te lo dije —se aleja, para tomar un respiro agitado y mirarme —, pero lo-lo que he hecho contigo no podría ser considerado un castigo.
Un escalofrío me recorre la columna, debo cerrar los ojos cuando se me empañan y el que Sean apoye su frente con la mía no ayuda en nada a lo que estoy sintiendo.
—Dime, Sean —susurro, vuelvo a mi ser y sus pupilas dilatadas me hacen tomarle el rostro —. ¿Qué pasaría por tu mente al verme solo con tu camisa?
Se toma unos segundos para acomodar sus ideas, batalla con el animal que siempre ha estado presente.
—No pasaría mucho antes de ceder al ruego de tus piernas por ser abiertas —admite, a milímetros de mis labios —. M-me vería tentado a arrancar los botones solo para verte las tetas.
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Tormento Inmoral [+21]
Teen FictionDisparos. Sangre. Muerte. Todo pecado tiene penitencia, y por ello la desgracia ha caído sobre los Davies, dejándolos en el ojo del huracán se ven obligados a atenerse a las consecuencias de su depravación. La pequeña Emma, devastada y con el cora...