Sean
Mi falta de afán por abarcar los mares griegos mantiene a Emma con los cables mezclados, su empeño en hacer de las vacaciones aburridas me tiene en traje de baño.
¿Qué le costaba permanecer desnuda?
Mantengo la vista fija en su jugueteo dentro de la piscina, sonríe para que mi cerebro evoque una imagen de Clarissa, helándome la sangre. ¿Por qué escogí odiarla? Al final del día, solo era una madre tratando de pasar tiempo con su hijo.
Suelto una larga respiración al haber aceptado ser mi propio padre, mismo que debe sostener a la pequeña Emma cuando amenaza con desfallecer.
¿A dónde quedó Shane? Perdido en lamentos que ocupan a la melliza.
Su hija se preocupa por ellos, y...
Y nuestra madre ya no está, se encuentra doce metros bajo tierra.
Muerta...
—Parece que piensas en algo importante.
Su voz me saca del trance, justo a tiempo para recibir las gotas del cloro que lanza sobre mis ojos. Una vez en el agua, debo apoyarme de la pared, la maldita punzada me recorre de nuevo, pero no dejo que lo vea.
Sonríe antes de apoyarse sobre mis hombros.
Su bronceado es casi perfecto, si no fuera por la estorbosa tela que se esmera en llevar.
—¿Importante? —respondo, llevo una mano a su cadera, al tiempo que la otra cae sobre su clavícula—. Estás frente a mi.
Una de mis manos llega a su cadera, mientras que la otra cae sobre su clavícula.
—Hablo en serio, Sean.
Tuerzo una sonrisa, divertido ante el puchero que hace.
—¿Crees que yo no?
Me alivio al volver a controlar mi peso, y enarco una ceja.
El agua me llega hasta el cuello, así que sus piernas me rodean para que la sostenga. Aprieta su vientre contra mi abdomen, raspo su mejilla con mi barba recién arreglada, y le dejo un casto beso antes de volver a su rostro.
—¿Qué pasa si algún día despiertas y decides que ya no me quieres?
Su susurro asustado frunce mi ceño.
—Lo he hecho durante toda tu vida, cien años más no harán diferencia.
—¿Y si soy yo la que deja de amarte?
Sonrío.
—Eso no pasará, enana.
—¿Qué lo hace estar tan seguro, señor Davies?
—Déjeme demostrarlo, señora Davies.
Empiezo un recorrido a través de su espalda, no tengo problema en desatar las cuerdas del traje, y cuando cae al agua, dejo su cuello para magrearle los pechos, dejando una ligera caricia en el pezón que coloco entre mis dedos.
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Tormento Inmoral [+21]
Teen FictionDisparos. Sangre. Muerte. Todo pecado tiene penitencia, y por ello la desgracia ha caído sobre los Davies, dejándolos en el ojo del huracán se ven obligados a atenerse a las consecuencias de su depravación. La pequeña Emma, devastada y con el cora...