Emma
Han pasado dos semanas desde el funeral.
Nadie se atreve a pronunciar palabra, Nicolás no da señales de estar presente y hasta el clima parece saberlo, pues se mantiene en un gris tormentoso.
La lluvia ha ido en aumento, junto con la espesa niebla que se esmera en acompañarnos.
Me refugio aún más en los brazos de Sean al apretarlo contra mi espalda, lo uso como silla mientras permanecemos en la cama con mi tazón de fresas y frasco de crema. Lo obligué a poner Jorge el Curioso, recuerdo que lo veía con...
Trago grueso, lo veía con mi mamá cada que tenía tiempo.
—¿No tienes hambre? —pregunto, lejos de mis pensamientos al girar con la fruta en mano.
Abre de inmediato y abraza la crema con sus deliciosos labios antes de atrapar la fresa entre sus dientes. Me río cuando se forma un bigote que elimina de un solo movimiento con la punta de su lengua.
Ofrezco otra, pero esta vez me toma de la muñeca y al momento de comer, chupa con ligereza las puntas de mis dedos, haciendo que olvide como respirar por un segundo.
—Deliciosa.
Al segundo, me libera.
Por impulso, acomodo la palma sobre su pecho, desnudo y provocativo para estas hormonas. Despego la vista de sus tatuajes, justo para chocar con su boca. Me toma de la nuca, y en ágiles movimientos me recuesta y acomoda sobre mi.
Deja un casto beso, se aleja para tomar el tazón y me ofrece una sonrisa traviesa.
—Me gustan las combinaciones. ¿Por qué no averiguar si las fresas se llevan contigo?
Intercalo la vista entre su cuerpo, el tazón y yo a modo de señal.
Sin rechistar desabotona mi camisa, y con crema en mano, acerca el pico a mis pechos. El frío contacto envía escalofríos, y gracias al espejo en el techo observo lo que hace con facilidad.
Este hotel lo tiene todo.
Su dedicación es tal, que forma espirales sobre ambos pezones, finaliza con media fresa en cada pico, luego deja las cosas sobre la mesita.
—Estás por entrar en mi carta de postres.
Lo siento ronco a medida que se inclina.
Suspiro, satisfecha cuando su boca me envuelve y tira con fuerza hasta que empieza a arder. Usa su lengua para neutralizar la sensación y eliminar la comida, repite el proceso con el otro antes de subir a mi boca y llenarme con el dulce sabor.
—¿Cuál es el veredicto del chef? —inquiero, enterrando los dedos en su cabello —. ¿Clasifiqué?
Sonríe, sin apartarse.
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Tormento Inmoral [+21]
Teen FictionDisparos. Sangre. Muerte. Todo pecado tiene penitencia, y por ello la desgracia ha caído sobre los Davies, dejándolos en el ojo del huracán se ven obligados a atenerse a las consecuencias de su depravación. La pequeña Emma, devastada y con el cora...