Miré el pequeño sobre café en mi mano, parpadeando y tratando de limpiar el ardor en mis ojos. Tenía clase en quince minutos. No había tiempo para llorar, pero necesitaba al menos un momento para recomponerme antes de salir por la puerta. Había hecho un buen trabajo en sacar de mi mente la muerte de mi abuela durante la última semana y media, solo que ahora, con la carta en la mano, era más difícil tragarme la culpa.
No pude llegar al funeral. "Sabemos que estás muy lejos", me había asegurado mi madre al teléfono, unas horas antes de que sucediera. "La nana no hubiese esperado que te saltaras la escuela y volaras hasta aquí solo para ver cómo la ponían bajo tierra".
De cualquier forma, había considerado comprar un boleto. Mi programa de maestría era complejo, pero tenía recuerdos que guardaba con cariño, cuando pasaba el verano en casa de mi abuela junto a mis padres. Aunque volver no habría sido lo mismo, la casa había sido abandonada los últimos años, mientras mi nana estaba en el hospicio, y era ella quien había hecho que se sintiera como una casa, lejos de casa.
Con un suspiro, caminé hacia una de las sillas de cocina baratas que tenía, la única que no se sacudía. Uno de estos días, me dije a mí misma, conseguiría un kit de cocina decente. Uno de estos días, cuando terminara mi maestría... Cuando tuviera más que un par de dólares guardados en mi cuenta de ahorros...
Puse el sobre en la mesa, mirándolo sin parpadear. Si parpadeaba, definitivamente iba a llorar, y no tenía tiempo suficiente, sobre todo si debía de limpiar el rimel de mis mejillas para no lucir como un mapache.
Por un momento, pensé en dejarlo ahí, para lidiar con él más tarde. Estaría esperando unas seis horas a que volviera a casa, luego podría ver su contenido en privacidad, sin tener que poner una careta frente a mis profesores y compañeros.
Pero no. Si lo dejaba ahí, pasaría el resto del día preguntándome -sufriendo, en realidad- sobre su contenido. No podría retener información en mis lecturas. Tendría que abrirlo y hacer mi mayor esfuerzo para mantener mis emociones bajo control, como siempre.
Levanté el sobre, solo que esta vez, sonó como si algo estuviera dentro. Frunciendo el ceño, deslicé un dedo en la abertura, dejando caer su contenido sobre la mesa.
Al principio, lo único que vi fue un pedazo de papel. Lo desdoblé, encontrando una carta, no de mi nana, de mi madre.
Becky,
Espero que estés bien. Unas semanas antes de que tu nana falleciera, me pidió que te enviara esto. Lamento decir que lo había olvidado hasta hoy, cuando estaba limpiando mi bolso y lo encontré al fondo.
Ojalá sea un agradable recuerdo de tu nana. Insistió mucho en que te lo diera, ya que te gustaba cuando eras una niña.
Sigue esforzándote en la escuela.
Con amor, mamá.
PD: Aquí tienes un poco de dinero para la despensa.
Había un billete de cincuenta dólares enrollado con la carta, pero lo ignoré. En su lugar, busqué dentro del sobre. Esta vez, saqué algo que se había atorado en una de las esquinas del fondo.
Era un brazalete dorado con un pequeño medallón en una de las orillas, tenía casi la forma de un volante o un neumático. Había muchas líneas en el medio, cruzando sobre el círculo. Reconocí el diseño al instante, aunque no lo había visto en años. En las ocasiones en que jugaba a vestirme con el joyero de la nana y pretendía ser una reina -nunca una princesa- había sido mi accesorio favorito de la realeza. Algo sobre él me fascinaba.
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𝐏𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 [+𝟏𝟖]
FantasyBecky heredó un medallon de su abuela fallecida. Lo último que esperaba con esto era que un (desnudo) demonio surgiera de él. No me pertenece, es una adaptación al fandom y en caso de que se me pida eliminarla, así se hará. Todos sus derechos al au...