Mis oídos me despertaron a la mañana siguiente. Volví del dulce abrazo del sueño, reconociendo el distante zumbido de un cortacésped, el siseo del radiador del hotel, y el tranquilo y adorable ronquido de Freen. Una sonrisa se estrechó por mi rostro al recordar lo que esto significa. Estamos aquí, juntas, compartiendo una cama, luego de pasar toda la noche haciendo el amor.
Así se sintió: hacer el amor. Nunca he sido una romántica, aunque deseaba en secreto encontrar una relación que me hiciera feliz, no volví una prioridad el buscar una. Cuando soñaba con ello, mantenía los pensamientos escondidos, diciéndome que no eran importantes ni prácticos.
Y Freen sucedió.
Desde el primer momento en que la vi, llamó mi atención. Conforme las semanas pasaron, derrumbó todas mis defensas sin esforzarse. Y, cuando las semanas se convirtieron en meses, se me olvidó cómo era la vida antes de ella. No quiero recordarlo, tampoco. Ahora que estamos juntas, juntas de verdad, no estoy dispuesta a rendirme.
Abrí los ojos, siendo recibida por su cabello oscuro, brillante por los rayos de sol. Olvidamos cerrar las persianas, y la luz convertía sus suaves mechones en un halo de luz. La besé ahí, cuidadosa de que sus cuernos no fueran a pincharme en la cara.
Ella se removió entre mis brazos. — ¿Mmm? — gimió adormilada, soltando después un ruidoso bostezo.
— Buenos días para ti también — murmuré. Acomodé un par de mechones de su cabello, besando detrás de su cuello. Su aroma de recién dormida está ahí, y lo aspiré para llenar mis pulmones. En el fondo, he disfrutado de su olor desde que comenzamos a compartir la cama, pero esta vez, tenía algo de mí en él.
Me di cuenta, para mi inmensa alegría, que su cuerpo desnudo estaba completamente a mi disposición. La mayoría de las veces despertaba con la tortuosa sensación del trasero de Freen descansando cómodamente en mi regazo. Al menos, parecía ser cómodo para ella, para mí, solía ser lo contrario. Pero esta vez, no había ropa interior de por medio, ni ninguna camiseta cubriendo sus pechos.
No debería estar tan entusiasmada por poder tomar provecho de ello. Busqué aquel hueco que conecta su hombro a su cuello, succionando suavemente mientras deslizaba una de mis manos para poder masajear uno de sus pechos. Su pezón suave se endureció pronto, al tacto de mi pulgar. Freen jadeó, acercándose en aprobación, y yo ahogué un gruñido contra su garganta. Podía sentir su humedad frotarse en mí.
Presioné su pezón, tanteando su sensibilidad, y llevando mi otra mano más abajo. El calor que le dio la bienvenida a mis dedos, cuando los metí entre sus piernas, fue abrumador. Intenté acariciar despacio, pero mi propia necesidad me traicionó. Pronto maniobré la pierna de Freen, llevándola hacia atrás para que descansara sobre mi cadera y enterré uno, dos dedos, dentro de su calidez.
— Becky — su respiración se agitó, temblando con cada penetración resbalosa. — Sigue.
Estoy completamente dispuesta a cumplir su petición. Penetré más fuerte, disfrutando de esos dulces sonidos que surgen cada vez que toco el punto ideal. Fuimos gentiles la noche anterior, suaves y amorosas, como si ir demasiado rápido o fuerte fuera a arruinar el momento. Ahora, me permito ser más apasionada, incrementando la velocidad hasta que sus caderas comenzaron a seguirme el ritmo.
— Oh, oh, ohhh...
Sus quejidos fueron en ascenso, y chupé más fuerte ese pedazo de piel. Podría hacer esto toda la vida, pensé, encorvando mis dedos con firmeza para tocar ese punto esponjoso. Sostenerla entre mis brazos, hacer que se corra una y otra vez.
Mi mente estaba demasiado nublada como para compartir mis pensamientos en voz alta, pero haría un esfuerzo. — Te amo — murmuré con la voz rota, contra su cuello, frotando mi palma fuertemente sobre su clítoris erecto.
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𝐏𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 [+𝟏𝟖]
FantasyBecky heredó un medallon de su abuela fallecida. Lo último que esperaba con esto era que un (desnudo) demonio surgiera de él. No me pertenece, es una adaptación al fandom y en caso de que se me pida eliminarla, así se hará. Todos sus derechos al au...