Capítulo 11

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Pasaba del atardecer cuando llegamos a un motel decente. Al letrero le faltaba una letra y había una cinta debajo de una de las ventanas, pero no estaba en ánimos de ser quisquillosa. La mano de Freen se sentía caliente contra la mía, y la emoción que revoloteaba en mi estómago no había cedido desde que nos besamos.

Nuestro beso. Freen me besó. Tal vez sea mi imaginación, pero todavía puedo saborear sus labios. Es un sabor que no puedo describir, y sé que no lo olvidaré. Mi boca está deseando más, mientras que caminamos juntas hacia el lobby.

El hombre detrás del mostrador no parecía muy interesado en nosotras, o en el hecho de que fuéramos de la mano. Nos registró, aparentemente, aburrido, por lo que estuve agradecida. Cada segundo me hace temblar más, porque estoy más cerca de estar a solas con ella. No estoy segura de qué pasará, todavía tengo miles de miedos y de dudas, pero también estoy desesperada por descubrirlo.

Como si ella pudiera presentir mi tormenta de emociones, me dio un apretoncito reconfortante en la mano, mientras yo peleaba con mi tarjeta de crédito. Su pulgar acarició mis nudillos, suavemente, y tuve que tomar una bocanada de aire. Firmé torpemente el recibo, tomando el pequeño sobre junto con las llaves.

Habitación doce — el hombre dijo, asintiendo hacia el pasillo. — No hay desayuno, pero hay una máquina expendedora en la puerta de atrás.

Está bien — Freen sonrió, de una forma que me aceleró el pulso. — Estoy segura de que encontraremos algo para comer.

Por primera vez, no me dio vergüenza el coqueteo público. Lo único que pude sentir conforme ella me arrastraba por el pasillo, fue esperanza.

La habitación no tenía mucho para mirar. El '2' dorado que contenía el letrero de la puerta estaba ligeramente inclinado hacia la izquierda, y tuve que agitar un poco la perilla antes de que la tarjeta funcionara. Los muebles eran simples: una silla, un estéreo pequeño, y una cama queen con sábanas blancas y un cobertor azul pálido. Había un baño en la puerta izquierda, lleno de papel higiénico barato, y el lugar olía a productos de limpieza.

A Freen no parecía importarle. Pateó sus sandalias y se tiró al colchón, entrelazando sus dedos detrás de la cabeza. — Echo de menos tu cama — suspiró, mirando el techo. — Pero esto servirá.

No estoy segura de qué esperaba que sucediera, ¿Quizás otro beso apasionado?, pero esto no era. Ella parecía tranquila y relajada, lo opuesto a cómo me sentía yo. — ¿Para dormir?

Freen rodó hacia uno de sus costados, y casi me atraganté. Sus cuernos habían aparecido y su cola estaba enredada en su muslo, la punta deslizándose perezosamente sobre su pierna. — Para lo que desees.

Tragué. No había malinterpretado las cosas. No era un sueño húmedo. Me estaba ofreciendo sexo, no, sexo y sentimientos de algún tipo. Abrí la boca, lista para decir lo que estuve pensando desde el primer día en que la vi: No tienes que hacer nada por mí.

De último momento, me detuve.

¿Y si ella de verdad quiere hacerlo? Eso es lo que me ha dicho en más de una ocasión. Por eso me trajo aquí. Por eso me besó. Si me niego a tomar su 'sí' como respuesta, ¿No sigo decidiendo por ella? ¿Arrebatando su poder de elección?

La idea de rechazar lo que me ha confiado, hizo que me doliera el corazón. No podría hacerlo. Debo de confiar en el deseo que brilla en los hermosos ojos de Freen. Tomé un par de pasos cautelosos hacia la cama, hacia ella.

Si hago algo con lo que no estás cómoda, ¿Me lo dirás?

Freen sonrió. No era una sonrisa seductora, ni tampoco arrogante. Era genuina, y su cálida gentileza causó que un calor recorriera mi cuerpo. — Lo haré. Si yo hago algo con lo que tú no estés cómoda...

𝐏𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora