Capítulo 10

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En lugar de hacer tarea, pasé la mayor parte del camino con la cabeza de Freen en mi costado. Algo sobre el movimiento del bus parecía ponerla a dormir, algo que aprendí, probablemente por eso se comportaba mucho mejor aquí que en cualquier otro lugar. Pasé casi las dos horas acariciando su cabello, agradecida de haber escogido los asientos de atrás. Aunque estuviéramos cerca de los baños, significaba que teníamos cierta privacidad.

Mientras Freen roncaba suavemente sobre uno de mis muslos, alterné entre mirarla a ella y mirar por la ventana. Los cables telefónicos de los postes se enredaban en un ritmo hipnótico, y mientras nos alejábamos de la costa, más árboles aparecían. Árboles verdes, cielo azul. Un mundo de colores vibrantes. Y podía verlo porque, de nuevo, ella me había sacado de mi zona de confort. Por una vez, no pasaría mi noche de viernes comiendo comida rápida, rodeada de libros y viendo notas en mi laptop. Se sentía bien... Como en la cafetería.

El bus se detuvo antes de que lo esperara. Revisé el teléfono, sorprendiéndome al darme cuenta de que ya habían pasado varias horas. El movimiento perturbó el sueño de Freen, quien soltó algunos gruñiditos descontentos antes de abrir muy apenas un ojo. — ¿Llegamos?

Sí.

Bostezó, levantando su cabeza de mi regazo. — Vale, vamos.

Cuando salimos, la parada era más pequeña de lo usual. Solo había un par de sillas de plástico baratas y una vieja y solitaria máquina para tomar tu boleto, y ambas parecían que no se habían limpiado en mucho tiempo. En cada lado había edificios, pero dejando de lado una tienda que parecía más que nada una escuela de ladrillo, eran solo casas.

¿Freen? — miré a mi alrededor, sorprendida. No tenía muchas expectativas, pero para nada me imaginaba esto. Sin embargo, no me costó unir las piezas. — Esta es tu casa, ¿No?

No exactamente. Es complicado, camina conmigo — tomó una de las calles, caminando entre grietas llenas de césped, entre el pavimento.

Caminé un poco rápido, para alcanzarla. Nos alejamos un par de calles, pasando más casas y una oficina de correo, pero ella no habló en este tiempo. Era un cambio abrupto de su comportamiento usual y, por una vez, no me sentía cómoda con el silencio.

Por fin, Freen se detuvo frente a un edificio blanco con paredes que lucían frágiles. No era grande, solo dos pisos, y afuera tenía un letrero que decía: El pacto del Edén, Iglesia Comunitaria. Esperé un momento, mirando entre el edificio y ella. — ¿Tienes permitido entrar? — se rio con suavidad

Sí, puedo hacerlo. Simplemente no quiero.

No tienes que hacerlo, podemos dar media vuelta.

La pelinegra negó con la cabeza. — No, no, debo hacerlo. Y necesito que vengas conmigo, toma mi mano.

Lo hice, un poco sorprendida al sentirla temblando. — Si estás segura...

Luego de una profunda bocanada de aire, Freen avanzó, no por las escaleras de la iglesia, sino hacia un campo cercado en la parte de atrás. La reja estaba abierta, y mi estómago cayó al suelo al darme cuenta de dónde estábamos. Era un cementerio, pequeño, pero bien mantenido. Alguien se había encargado de cortar el césped y las placas estaban limpias de maleza.

Me guio entre el camino, teniendo cuidado de seguirlo. Conforme el campo se expandía, las tumbas se volvían menos claras. Aunque estaban igual de limpias, se veían más viejas, y había menos flores frescas sobre ellas. En algún punto, nos detuvimos al fondo, en una esquina a la derecha, frente a una placa en particular.

𝐏𝐚𝐜𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 [+𝟏𝟖]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora