La bronca que le provocó quedar apartada de su propia casa, se esfumó durante el resto de la noche. Después de llevar a Federico hasta su vivienda, Luca condujo a su departamento mientras ella sintonizaba música en la radio. De pronto sonó Heaven Is a Place on Earth de Belinda Carlisle, subió el volúmen y comenzó a entonar la melodía. Al principio, fue como un susurro, frases suaves y tímidas que fueron tornándose más sólidas, hasta que su voz cantó con pasión el estribillo. Clara desvió la vista hacia la ventanilla, sintiendo como sus mejillas se enrojecieron pero al mismo tiempo, la invadió una sensación de libertad y mariposas flotando a su alrededor como si estuviera en un campo repleto de flores silvestres. Se movió al compás del ritmo, cerró los ojos con una pequeña sonrisa.
Entonces, él la contempló de reojo, cantando y bailando como si el mundo le perteneciera.
«Sin dudas, yo se lo daría», pensó.
Si pudiera, le daría el cielo, el sol, la luna y las estrellas.
Todo lo que tuviera a su alcance y mucho más.
『♡』•『♡』•『♡』
Luego de que Luca la recibiera como si fuera una invitada habitual, no tardó en caer rendida sobre la cama. Sin embargo, despertó antes de lo previsto. Clara no acostumbraba a dormir fuera de casa, probablemente su dificultad para dormir profundo se debió a eso. Además, estaba inquieta a causa de una clase de ansiedad que al mismo tiempo le agradaba. Un cosquilleo constante que le daba la sensación de estar caminando entre nubes. Luca la había hecho sentir como si estuviera en su hogar. Le ofreció algo de comer, un té caliente antes de dormir, ropa limpia y una habitación que olía a una fragancia alimonada.
Lo quería recompensar. Hacer algo lindo por él.
Sin hacer demasiado ruido, salió de la cama y se metió al cuarto de baño. Tomó una ducha rápida. Él se lo había ofrecido la noche anterior, mostrándole donde guardaba el jabón líquido, el shampoo y el acondicionador, también el pequeño armario que contenía toallas limpias. Le gustó el orden, aunque ella era todo lo contrario. Tan desordenada que a veces olvidaba en qué lugar se encontraban las cosas. Después de secarse, se colocó la ropa interior y la camiseta negra que Luca le había prestado. Era evidente que pertenecía a él; estaba impregnado de un aroma masculino adictivo y además, le llegaba hasta las rodillas.
Él aún no daba señales de estar despierto, así siguió hacia la cocina. Se colocó los auriculares, inició una playlist en el móvil y se puso a cocinar el desayuno. Preparó waffles, trozó diversas frutas en una bandeja y también hizo café. Mientras tanto, no dejó de cantar en voz baja y mover suavemente las caderas al ritmo de la música; estaba realmente a gusto en ese lugar.
Apenas despertó, Luca notó que la casa olía a vainilla, miel y café. Un suceso extraño, pues jamás cocinaba durante las mañanas. Lo usual era que al despertar se pusiera al día con algunas noticias mientras bebía un café y se marchaba al trabajo tan rápido como era posible. Sin embargo, esa mañana saltó de la cama con entusiasmo. Vestía un pantalón a cuadros en tonos oscuros y una sencilla camiseta blanca. Avanzó a la cocina, quedándose sin aliento al ver a Clara con su camiseta que le cubría poco más de los muslos, bailando al ritmo de una melodía que él no podía oír, pero adorable de todas formas. Traía el cabello ligeramente húmedo, sujeto en un moño. Se acercó más, pudo percibir el aroma a shampoo y jabón líquido que desprendía casi como si estuviera respirando sobre su piel. Pensó en lo mucho que le gustaría hundir su nariz en su cabello. Sentirla. Abrazarla por la cintura y dejar un camino de besos a lo largo de su cuello, haciéndola reír.
—Ey, despertaste —sonrió entusiasmada. Esa sonrisa le garantizó que ese día todo iría bien—. Buen día. ¿Quieres el café como siempre?
—Buen día —depositó su mirada en ella. Las comisuras de sus labios se extendieron mientras asentía—. Sí, por favor. ¿Siempre te despiertas de tan buen humor? Si es así, tendría que invitarte a vivir aquí conmigo —bromeó. Aunque una parte de él, fantaseó en serio. A veces ella haría el desayuno. Otras ocasiones, sería él quien la sorprendería con una comida.
—No siempre —admitió—. Cuando estoy en casa, todo suele ser un caos. Así que me esmero por huir rápido. Por lo general desayuno en el trabajo.
—¿Te llevas mal con tu familia?
Clara bajó la mirada al piso.
—No diría que mal. En realidad, somos muchos y es difícil coincidir. Mis padres viven prácticamente ocupados con el trabajo o la iglesia. Son muy religiosos. Todos lo son. O bueno, casi todos. Excepto, por supuesto, yo. En cuánto cumplí dieciocho dejé de ir a la iglesia y eso no les gustó nada, pero por alguna razón aún no me echan de la casa —contó agregando toques de humor. Necesitaba reírse de la situación para no hundirse en el drama—. Con mis hermanos tengo una relación medianamente buena, aunque no es tan buena con Esteban. Es el mayor y suele creerse el dueño de la casa. Mis padres se lo permiten porque ha seguido todos sus mandatos al pie de la letra —se desahogó hasta quedarse sin aire—. Cafés listos.
—Recuerdo que dijiste que te gustaría mudarte. ¿No has pensado en hacerlo pronto?
—Todo el tiempo, pero primero necesito un trabajo registrado. En la Biblioteca Café la paga no es tan mala, pero el jefe tiene algunos problemas con las cuestiones legales —Clara hizo una mueca. Apretó los dientes y arrugó la nariz—. No debería estar contándole esto a un abogado. ¿No?
Luca sonrió ligeramente. Su mirada de comprensión estaba totalmente volcada en ella. Había escuchado con atención cada una de sus palabras.
—Puedo ayudarte con ese tema —sugirió—. Veo que haces mucho por ese lugar. Te pones al frente, vas hacia adelante. Él debería ser un buen empleador y cumplir con sus obligaciones.
Balanceó la cabeza, dudando.
—En realidad, él podría despedirme y buscar a alguien más. No soy una persona difícil de reemplazar.
—Todo lo contrario, Clara. No hay otra que se parezca a ti. Te lo aseguro.
Ella se sonrojó.
—Bueno, siempre hablamos de mis cosas. Mejor hablemos sobre ti. Cuéntame algo de tu vida, señor misterioso.
—No me molesta que hablemos sobre ti, eh. Me gusta escucharte —aseguró—. ¿Qué es lo quieres saber?
—Uhm, muchas cosas —se encogió de hombros, indecisa—. ¿También te llevas mal con tu familia?
—No, para nada. Mis padres fallecieron, pero teníamos una linda relación. Lo normal. Cora, mi hermana menor, estudia en otra ciudad pero suele pasar de visitas. Y ahí se acaba mi familia —respondió—. También está Federico, es como mi hermano. Vivíamos juntos hasta que se mudó con su esposa.
—Oh, ¿y tú? Quiero decir, ¿nunca estuviste casado o algo así?
—Nunca me casé. Casi lo hago. Tuve... Tuve una relación larga, de siete años. Desde los veintidós hasta los treinta. No terminó de la mejor manera —carraspeó. Por la expresión de Clara, notó que le causó curiosidad. Así que siguió—. Ella se marchó de un día para otro con alguien más. Luego estuve con algunas personas, pero nada realmente serio.
—Lo lamento, Luca —Clara posó una mano sobre la de él. Lo acarició con suavidad—. No sé qué pensaba para dejar a alguien como tú.
Clara percibió que hablar sobre ese tema afectaba a Luca. Como si aún le doliera... ¿Como si aún la amara? Traté de suavizarlo, quería decirle que todo estaría bien. Al final, las personas se van y llegan nuevas, es algo que sucede constantemente en la vida. Sin embargo, había un detalle que ella no sabía y que Luca aún no podía explicar. Había dejado de amar a su ex novia, en todos los sentidos. Solo quedaba indiferencia y heridas que aún le dolían profundamente; la forma en que desapareció, como estuvo siete años sin saber de ella y cómo de repente apareció, revelando que había dado a luz a una bebé que podría ser su hija. Esa confesión lo dejó abatido.
—A veces las cosas simplemente no funcionan —dijo resignado. Sujetó con cariño la mano de Clara y también la acarició con el pulgar.
Un minúsculo contacto que fue suave. Cálido. Reconfortante.
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Tú y yo, para siempre.
RomanceDieciséis años de diferencia son insignificantes cuando dos mundos están destinados a colisionar. ♡♡♡ Luca perdió la fe. Clara está repleta de optimismo. Él, abatido por su pasado, dedica su vida al trabajo. Ella, asfixiada por su presente, se refu...