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Jazmín retrocedió ante el ingreso de la tienda. Era la misma donde, tiempo atrás, la dependienta le pidió dejar el lugar —previamente le aclaró que tenía prohibido regresar—. Sin embargo, miró hacia el escaparate con ilusión y su mente colapsó de pensamientos encontrados. Deseaba entrar, en especial porque Luca le había prometido que podría elegir algún juguete de las gigantes estanterías. Le había dicho sin titubear «podrás elegir lo que tú quieras» y Jazmín simplemente no podía creer que algo así estuviera sucediendo. Estaba completamente ilusionada, su corazón se había acelerado a causa de la emoción.
—¿Qué pasa, Minni? —preguntó Luca que de inmediato notó la extraña actitud—. ¿Aún quieres entrar?
—Sí —respondió con timidez. Su mano continuaba sujeta a la de Luca. Lo apretó tan fuerte como podía hacerlo una niña de seis—. Es que... —sus labios se apretaron en una mueca de tristeza. Le avergonzaba decir la verdad.
Él se inclinó hasta quedar a su altura.
—Dime lo que pasa, Minni. Puedes decirmelo —murmuró con suavidad.
—Es que... Una vez, la vendedora que estaba ahí, dijo que tenía prohibido entrar. No sé por qué —consiguió explicar y, entonces, bajó un poco la voz para mencionar lo que siguió—. Me da miedo.
Luca estudió la situación y enseguida comprendió lo que había pasado. Él podía ver con claridad que la gente estaba repleta de prejuicios y que, probablemente, ver a un niño ingresar a la tienda en malas condiciones, le había dado a pensar que quería realizar algún tipo de daño. Por un instante creyó que la mejor opción era largarse y buscar otro sitio, sin embargo, se retractó. ¿Por qué deberían marcharse si ellos no habían hecho nada malo? Tenían todo el derecho de comprar ahí como cualquier otra persona. Sintió coraje. El impulso protector de jurarse a sí mismo que nadie más volvería a maltratar a esa niña.
—Escucha, no sé por qué esa vendedora hizo eso, pero se equivocó. —Minni lo miró atenta—. Ven, vamos a elegir ese regalo. No tienes nada que temer. ¿De acuerdo? —ella asintió y, tímidamente, dejó asomar una sonrisa. Aún así, no soltó la mano de Luca mientras ingresaban a la tienda.
La tensión se disipó cuando Jazmín notó que la dependienta de aquella vez no se encontraba detrás del mostrador. Otra chica le sonrió con amabilidad y les explicó lo que podían encontrar en cada sector. Contempló maravillada, incapaz de decidir hacia dónde quería ir. Preguntó «¿podemos verlo todo, por favor?» y Luca rió, porque le pareció demasiado adorable y seguido asintió, porque estaba seguro que era extremadamente difícil decirle que «no». Finalmente, después de sesenta minutos dando vueltas, Minni se decidió por una familia de conejos vestidos con estampados de margaritas, que pertenecían a la colección Sylvanian Familie. Sostuvo la caja entre sus manos y sonrió, inspeccionando cada pequeño detalle. Luca le preguntó si quería algo más, pero ella se negó. En ese momento no tenía atención para otra cosa que no fuera esos tiernos conejos en miniatura. Además, sintió que no necesitaba nada más. Había tenido el mejor día de su vida y aún no acababa.
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—Te prometo que será divertido —murmuró Cora desde el umbral de la puerta del baño—. La tina está repleta de espuma. ¡Mira! Puedes jugar con las burbujas —trató de convencer a la pequeña de tomar un baño.
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Tú y yo, para siempre.
RomantiekDieciséis años de diferencia son insignificantes cuando dos mundos están destinados a colisionar. ♡♡♡ Luca perdió la fe. Clara está repleta de optimismo. Él, abatido por su pasado, dedica su vida al trabajo. Ella, asfixiada por su presente, se refu...