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Tras su espalda, la abrazó con cariño y la besó en el cuello de forma reiterada mientras dejaban la oficina. Clara sonrió encantada. A duras penas consiguió dejar de tocarlo después de verlo con aquella camisa blanca que tan bien le sentaba. De por sí, Luca tenía buen porte. Las prendas elegantes potenciaban su atractivo haciendo que Clara estuviera a punto de perder la cabeza por el hombre increíble que tenía a su lado.
Luca había vuelto al trabajo el día después que se realizó la prueba de paternidad. Había sido un trámite sencillo en cuanto a métodos, más su corazón no había dejado de latir inquieto durante el proceso. En cinco días tendría el resultado. Por lógica, a Jazmín le realizaron el mismo test, aunque no consiguió verla porque los citaron en centros diferentes. Supo a través de fuentes confiables que la niña estaba bien, resguardada en un hogar de acogida y que, además, tenía una custodia policial porque provenía de una red de trata. Luca entendía la gravedad del asunto, era un hecho que, en caso de confirmar la paternidad, tendrían que tomar medidas de protección en cuanto el juez le cediera la custodia.
Aún no le había planteado aquel grave asunto a Clara, la había visto tan angustiada el último tiempo y no quería darle otro disgusto. La vida había sido tan maravillosa, absurda y caótica que era difícil hallar estabilidad. Excepto cuando Clara lo besaba o lo atraía a sus brazos, bajo sus caricias o toques, cuando le permitía dormir en su pecho... Ahí encontraba la clase de paz utópica que se asemejaba a un sueño. Un paraíso.
A través del pasillo, ambos se detuvieron por los gritos que provenían de la oficina de Federico. Luca dio un paso al frente, dispuesto a intervenir, pero Clara lo sostuvo por los hombros y le impidió moverse. «Espera. Creo que no deberías interrumpir», susurró.
—¿Escuchaste la tontería que acabas de decir? —recriminó Cora—. No puedo sentarme a esperar que resuelvas tus problemas para luego decidir si me quieres o no.
—Te quiero, Coraline. Maldición. Te amo —exclamó Federico—. Me equivoqué, lo reconozco. Me comprometí con otra persona. Necesito tiempo para revertir ese error.
—Ya te he dado demasiado —remarcó—. Tengo una vida en otra parte que no puedo seguir pausando. Me largo.
—Piensa en nosotros, Cora. Después de todo lo que pasamos, merecemos una revancha.
—Te equivocas. Yo merezco la vida tranquila que tenía. Llegué aquí solo para que la pusieras patas arriba y, ¿ahora qué? —reclamó nuevamente—. No seguiré perdiendo el tiempo. Tengo una carrera que retomar, por dios. Esta conversación se acaba aquí.
—Cora, espera.
La puerta se abrió. La hermana de Luca observó enfadada desde el umbral y largó un suspiro de frustración. Me mantuve delante de Luca, obstruyendo el paso. No iba a permitir que hiciera una estupidez de la cuál se arrepentiría.
—Bueno, ya lo saben. Llegó el día. Me voy —anunció resignada—. ¿Un consejo? Mi hermano es un ser humano increíble, pero es un hombre. Eres joven, Clara. Consigue un título. Una profesión. Te salvará cuando te rompan el corazón.
Ambos se quedaron atónitos mientras veían a Cora a travesar la salida del estudio. Federico hizo un vil intento por ir detrás, pero Luca lo detuvo mientras le dirigía una mirada amenazante. «Déjala en paz» masculló. Luego, quiso ir tras su hermana pero Clara le pidió que no lo hiciera y, en su lugar, fue ella. Imaginó que un momento como ese Cora necesitaba de una amiga que pudiera escuchar sin juzgarla. Por suerte, la alcanzó justo a tiempo. Notó que estaba a punto de llorar y la invitó a beber una infusión caliente a la Biblioteca Café. Allí preparó dos caramel macchiato y, como no estaba en su horario de trabajo, pudieron ocupar el sofá especial que se ocultaba entre las antiguas estanterías repletas de libros.
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Tú y yo, para siempre.
RomanceDieciséis años de diferencia son insignificantes cuando dos mundos están destinados a colisionar. ♡♡♡ Luca perdió la fe. Clara está repleta de optimismo. Él, abatido por su pasado, dedica su vida al trabajo. Ella, asfixiada por su presente, se refu...