—Te llevo al trabajo —ofreció. Clara se colocó el abrigo y negó.
—Prefiero caminar —aseguró—. Me hace bien.
Había muchas cosas de su vida que deseaba cambiar. Pero había otras pequeñas que no cambiaría por nada, como las caminatas matutinas con el aire fresco chocando contra su rostro mientras oía música en los auriculares. Solía imaginar que protagonizaba algún momento épico en una película. Tonterías. Pero tonterías que le daban efímeros momentos de felicidad.
—Está frío. Esperá un segundo que te traeré algo —indicó Luca. Desapareció en su habitación y poco después, estaba de vuelta con una bufanda rojo vino que lucía acogedora—. Para que no te enfermes —murmuró y se aproximó a Clara con la prenda en la mano. Despacio, la envolvió alrededor de su cuello y extendió el cabello que había quedado atrapado hacia atrás. Fue tan delicado que sus movimientos le causaron una marea de cosquillas relajantes.
Habría ladeado el rostro, buscando que sus manos también acariciaran sus mejillas pero no lo hizo. Se resistió. Aún no tenía claro hacia dónde se dirigían ¿Él la veía como una mujer? ¿Una amiga? ¿Tal vez una hermana menor? Que fuera tan dulce y paciente con ella la confundía. De acuerdo a su experiencia saliendo con chicos, todos tenían el mismo objetivo: terminar en la cama. Tocarla. Verla sin ropa. Como sea. Para la mayoría de las personas -al menos de su edad- se trataba de eso. Luca no se le insinuó en ningún momento de esa forma. De hecho la llevó a dormir a su casa, pero nunca quiso tornar las cosas hacia un lado sexual.
Eso, por un lado, la alivió. No había nada mejor que ir despacio. Lento. Paso a paso. Aunque por otro, le inquietaba que solo la viera como una amiga porque, sin dudas, ella lo veía como un hombre. Un hombre que le resultaba irracionalmente atractivo y deseable.
—¿Así está mejor?
—Mucho mejor —su expresión se iluminó con una sonrisa—. Oh, por cierto. ¿Te molesta si los libros averiados quedan acá? Los puedo recoger luego.
—No hay ningún problema —aseguró—. Pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieras.
«Y tú también» pensó.
—Gracias —Clara le proporcionó un rápido abrazo. Aún así fue reconfortante—. Te veo luego, ¿si? —se puso de puntillas y, tímidamente, le dejó un beso en la mejilla—. Cuídate y descansa. No te metas en problemas, Robin Hood.
—Tú no lo hagas.
—¿Qué dices? Si yo soy un angelito —bromeó, risueña.
Tras despedirse de él, usó el ascensor y salió del edificio directo a la acera. Emprendió a caminar bajo el paisaje otoñal que pronto evolucionaría a uno de invierno. El gélido frío de esa mañana se lo hizo saber. Sin embargo, su corazón estaba caliente. Su interior regodeaba de cosquillas. Además, llevaba abrigos... uno demasiado especial porque olía a él.
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—¡Dante! No olvides la fiesta el sábado. Tienes que llevar las bebidas —chilló Lola desde el otro lado del recibidor. Estaba a punto de marcharse.
—Eso sería lo último que olvidaría —él le guiñó un ojo desde el umbral de la cocina.
Clara, que se encontraba amarrando el tirante del delantal negro tras su cintura, frunció ligeramente el entrecejo. Sus amigos hablaban con una complicidad que hacia ella no se había desarrollado. Si bien solía conversar con Lola y reír, no sucedía lo mismo con Dante. Él simplemente le dirigía la palabra por cuestiones de trabajo.
—¿Hay una fiesta? —curioseó.
—Oh. Es el cumpleaños de Alana —comentó—. Lo celebrará en Sunset. ¿No estás en el grupo?
—Uhm, no. No tenía idea.
—Mierda —chasqueó la lengua—. Estaba segurísima de que te habíamos agregado. Lo siento. Te agregaré ahora mismo.
Lola, Dante, Alana y otro puñado de jóvenes de su edad, se habían vuelto amigos en la época que todos trabajaban en la Biblioteca Café. Un grupo sólido. Repleto de invitaciones a cumpleaños, fiestas y reuniones más íntimas en los apartamentos. Hablaban entre ellos con suma confianza, intercambiando secretos y experiencias. Grandes amigos. Sin embargo, Clara no consiguió integrarse por completo. A veces, cuando estaba con ellos, sentía que una parte de sí misma se encontraba en otro sitio lejano, como si no pudiera estar del todo presente. Cuando todos hablaban alborotados, esperando su turno para abrirse ante el resto, Clara se sentía pequeñita; lidiaba con la sensación de que su voz no era lo suficientemente fuerte. Era débil. Sin importancia. A diario trataba de hacerse la idea de que ella tenía el problema, había algo que hacía mal y que la apartaba del resto, por ende, no podía culpar a alguien más por sus incapacidades. Pero también solía tener la sensación de que lo hacían a propósito, como si la quisieran expulsar. Dejar a un lado.
¿Por qué?
Cualquiera de las opciones dolía.
—Está bien. No pasa nada —fingió—. Si ustedes prefieren que...
—Listo —interrumpió Lola tras agregarla al grupo de chat—. Luego te paso la lista de regalos. Aún quedan algunos sin elegir.
—De acuerdo —respondió. No fue capaz de discrepar. No fue capaz de decir que no era necesario, que estaba bien quedarse así, fuera. Lejos. Todavía una parte de Clara creía que tener un grupo de amigos era esencial en su vida.
Sobre todo cuando pensaba que necesitaba construir su propia familia. Sin caos. Un sitio donde pudieran aceptarla tal como era. ¿Existía ese lugar?
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NOTA DE AUTORA: ¡Hola! Espero que estén muy bien <3. Solo quería comentarles el por qué de los capítulos cortos. Sí, sé que son cortos y quizá para algunas lectoras no sean lo ideal, pero fue la mejor forma que encontré para empezar a salir del bloqueo de escritora. Al hacerlos cortos, tengo la sensación de que avanzo más rápido y me ayuda a no quedarme estancada. Por eso cada vez que actualizo trato de subir dos capítulos. Espero que lo puedan entender.
♥ Gracias por tu apoyo ♥
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Tú y yo, para siempre.
RomanceDieciséis años de diferencia son insignificantes cuando dos mundos están destinados a colisionar. ♡♡♡ Luca perdió la fe. Clara está repleta de optimismo. Él, abatido por su pasado, dedica su vida al trabajo. Ella, asfixiada por su presente, se refu...