25.

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Hola. Por favor, si están disfrutando de la historia, no olviden dejar una estrellita y un comentario, por más cortito que sea. Me gustaría que esta historia siga creciendo en la plataforma, pero necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥


Luca tocó el timbre de la casa un par de veces. Segundos después, la vio asomarse tras la puerta. Cargaba un bolso con sus pertenencias, pero lo que provocó una angustiante sensación en su pecho fue el golpe que tenía en la nariz. Aún había rastros de sangre, Clara se limpiaba con el pañuelo de papel de vez en cuando. Sus ojos, que lucían siempre centelleantes, estaban cubiertos por una capa de agua; enrojecidos. Ella lo miró temerosa y su corazón volvió a romperse. No podía verla así. Le dolió incluso más que si se lo hubieran hecho a él. En el listado de cosas que lo sacaban de quicio, que lastimaran a las personas que amaba se encontraba en primer puesto.

—Ey, preciosa—sostuvo su rostro con cuidado—. ¿Qué te pasó? —preguntó mientras echaba una mirada protectora, chequeando la herida.

—Fue un golpe tonto. No vas a creer cómo pasó —forzó una sonrisa. Luego podría inventar que se había resbalado, solo para no causar más problemas—. ¿Podemos irnos?

—Clara, espera. No armes un escándalo. Yo no quería... —se oyó la voz de Esteban que bajaba por las escaleras. No había notado la presencia de Luca.

—¿Fue él? —ella apartó la mirada. No quería provocar una discusión. Sólo deseaba ir a un lugar seguro—. Fue él. ¿No?

Asintió ligeramente. No sabía cómo mentir a Luca. No podía hacerlo.

—Pero no pasa nada. No vale la pena. Vamos —tiró suavemente de su brazo. Él no se movió.

—No. Sí qué vale la pena. Nadie tiene derecho a lastimarte —murmuró. La furia se esparció a través de su cuerpo a la velocidad de la luz—. Esperame en el auto, ¿si? Quiero hablar un par de cosas con él.

Clara tragó saliva, luego accedió. Luca siempre le transmitía calma, confiaba en su palabra. Había templanza en su forma de ser. No mostraba indicios de ser una persona irracional y agresiva. Aunque por la manera en que su mandíbula se apretó, Clara entendió que estaba conteniendo la ira.

—No tardes, por favor —pidió con la mirada fija en él. Seguido, se metió en el auto donde finalmente volvió a respirar. Ya no estaba sola.

Luca ingresó a la casa. Cerró la puerta. Esteban continuó tieso, se hallaba de pie al final de la escalera. Contrario a lo que creyó, el muchacho lo miró con altura, aguardando el enfrentamiento. Luca estudió en silencio las cosas que quería hacerle: romperle la cara, uno a uno los huesos o quitarle la respiración. Su esencia carecía de violencia, pero el solo hecho de recordar el rostro marcado de Clara lo sacó completamente de sus casillas. No había forma de apaciguar su instinto protector.

—Espera, amigo. Lo puedo explicar. Ha sido un maldito accidente —comenzó a excusarse.

Sin perder el tiempo, Luca lo tomó por el cuello y lo acorraló contra una pared.

—Primero, no soy tu amigo. Segundo, conozco muy bien a los tipos como tú, ¿sabes? Envíe muchos a la cárcel —expresó, presionando su cuello—. Me bastaría con mover un par de contactos para enviarte a ti también. Seguro estás sucio. Los cobardes como tú siempre lo están.

En ese instante, el pánico apareció en el rostro ahogado de Esteban.

—Déjala en paz, ¿me escuchaste? A partir de ahora no volverás a maltratarla de ningún modo, ¿entendido? —el muchacho asintió como pudo—. Si me vuelvo a enterar que la molestaste, te romperé todos los huesos y luego te enviaré a la cárcel —advirtió y le dio un rodillazo en el estómago que lo dejó tirado en el piso.

Cerró de un portazo y se dirigió al auto, donde Clara esperaba preocupada. No comprendía qué pasaba con el resto de su familia, si esas cosas ocurrían a menudo o había sido una excepción. Lo que sí sabía era que, Clara no era feliz bajo aquel techo. Ella se lo había dado a entender de un modo u otro. Si Clara no era feliz, tenía qué hacer algo. Y si hacer algo significaba ofrecerle otro sitio donde vivir entonces, sin dudas, lo haría.

—¿Qué pasó?

—Nada de lo que tengas que preocuparte. Ya no te volverá a molestar —prometió—. Ahora deberíamos ir al hospital. Tienen que verte eso.

—No. No es grave. Vamos a tu casa, por favor —apartó la cara hacia la ventana un tanto avergonzada por la situación en general.

Luca no la quería angustiar más, así que condujo a su departamento. Notó que, por momentos, lágrimas silenciosas paseaban por sus mejillas. Eso lo golpeó justo en el corazón. Así que, durante todo el camino, mantuvo una mano sujetando la de ella. Dándole caricias. Mostrándole que estaba a su lado, que lo tenía a él.

En su departamento, Clara se acomodó sobre un sofá. Luca le trajo un vaso de agua, analgesicos y una compresa helada que él se ocupó de colocar. Lo hizo con sumo cuidado, procurando no causar aún más dolor. La mirada triste de Clara lo destruía.

—¿Puedes respirar bien?

—Sí. Solo me duele un poco.

—Está bien. Si estuviera rota, no aguantarías el dolor.

—¿Cómo lo sabes?

—Me rompieron la nariz una vez —reveló. Clara sonrió ligeramente.

—Estás loco.

—Por ti —dijo con dulzura y la miró protector—. Dime, Clara. ¿Esto pasó antes?

Ella negó.

—Siempre fueron solo discusiones. Esteban es sumamente controlador —comentó—. Pero nunca, él no... Quiero creer que en realidad él no quería lastimarme, que fue un accidente por forcejear con la puerta —su voz se rasgó.

—Está bien, tranquila. Lo entiendo —murmuró suave—. ¿Tus padres? ¿No crees que deberían saberlo?

Ella se encogió de hombros.

—Lo van a apañar. Mi familia no me apoya, Luca. Ellos solo se preocupan por la congregación. Solo pretenden que me ajuste a sus expectativas, que sea lo que ellos quieren. Nunca aprobarían esta relación. Esteban lo sabe y lo usa para manipular —argumentó resignada. Luego, hizo una mueca de dolor—. No sé que voy a hacer.

—Por ahora lo único que tienes que hacer es descansar y recuperarte, ¿de acuerdo?

—¿Y luego qué?

—Luego lo solucionaremos. Estoy aquí contigo, ¿si?

—Sí.

Luca se puso de pie. Sujetó la mano de Clara y tiró suavemente de ella, atrayéndola hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la abrazó con fuerzas. La reconfortó en el espacio más seguro que ella había conocido jamás.

—Eso es. Me tienes a mí. Tú y yo, para siempre —recordó.

Clara observó hacia arriba, nuevamente recuperando la chispa de ilusión y él le dio un beso en la frente, haciéndole saber que estaba allí. La cuidaría. Le daría suficientes instantes felices para que ese suceso se convirtiera en un instante insignificante comparado a lo demás. 


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NOTA DE AUTORA: ¡Gracias por leer! Ojalá les haya gustado el capítulo. También les compartí una canción que me inspira muchísimo para escribir esta historia <3. Un abrazo. 

Tú y yo, para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora