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Por fa, si la historia les gustó, no olviden dejar una estrellita y un comentario. Me gustaría seguir creciendo en la plataforma y necesito de la colaboración de ustedes para que suceda. Se los pido de corazón. ¡Muchas gracias! ♥



Clara abandonó la habitación para atender el teléfono. No habían pasado una buena noche. Luca consiguió dormirse al amanecer y ella, solo pudo darse el placer de descansar luego de ver que él lo hacía. Permaneció pegada a su lado casi como si fuera una extensión de su cuerpo con los brazos cálidos alrededor del tórax. Intentó causar el menor ruido en cuánto salió de la cama, cruzó la salida y se escabulló en silencio a la sala de estar.

—¿Durmió? —preguntó Federico tras saludar. Horas atrás, Luca lo había llamado para contarle rápidamente la situación. A cambio, Federico maldijo unas diez veces porque había tenido que viajar de urgencia, para acompañar a su novia a visitar a su madre que había enfermado. No quería ser un patán pero, sin dudas, su mejor amigo le preocupaba más.

—Le costó, pero finalmente está dormido —respondió mientras se hundía en un sofá—. La cabeza le iba a mil. Luego se quedó en silencio por un largo rato.

—Sabés lo que significa eso, ¿no? —Clara asintió. Él retomó el habla justo antes de que pudiera contestar—. Está pensando en lo que va a hacer hoy. Tiene información. Probablemente vaya a buscar a la niña. Bueno, probablemente no. Lo hará. Tienes que hacerme un favor, Clara.

—¿Qué necesitas?

—Sé que no es tu responsabilidad, pero no lo pierdas de vista —pidió—. No dejes que haga nada arriesgado.

—Me quedaré todo el tiempo con él. No te preocupes.

—De acuerdo. Llámame cualquier cosa, ¿está bien? Intentaré estar lo más pronto posible en la ciudad —prometió.

Después de intercambiar palabras de despedida, Clara apartó el teléfono y suspiró. Estaban atravesando un momento difícil, pero se sintió contenida y segura. Tuvo la sensación de que al final, todo estaría bien. Y entendió que de eso se trataba tener una familia. Cuidarse el uno al otro. Trabajar en equipo.


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Despertó y sintió que todo daba vueltas. Mientras se erguía, lo invadió una sensación de irrealidad. Hasta que de un golpe su cabeza trajo de nuevo todas las imágenes del día anterior, la visita de Pía, la información, la voz de Clara leyendo en alto el nombre de su hija. «Jazmín», había pronunciado. No podía quitar el sonido de su cabeza. Estaba cerca de lo que anheló con desesperación durante meses. Y si bien se sintió como si lo hubiera aplastado un camión, había una sola cosa que se podía hacer tras tocar el fondo del pozo: salir. Ahora sí, todo estaba en sus manos. Dependía de su firmeza y valentía para darle vuelta a la historia y no quería perder un segundo más. Salió de la cama, tomó una ducha y finalmente acabó sentado frente al desayunador.

—¿Lograste descansar? —preguntó Clara frente a la mesada. Aún preparaba los últimos detalles del desayuno—. ¿Te sientes mejor?

—Un poco. Sí —reconoció. No había nada mejor que saber la verdad—. ¿Tú? ¿Necesitas ayuda con eso?

—Yo estoy bien. Todo en orden —aseguró. Sujetó una taza de café recién hecho y se la extendió. Seguido, se acercó y lo abrazó tras la espalda. Le dio un beso profundo en la mejilla y él enseguida se giró para encontrar sus labios—. Come algo, ¿quieres?

Luca sujetó una tostada con huevos revueltos que yacía en una bandeja de cerámica y le dio un gran mordisco. No tenía apetito, pero lo hizo para complacer a su novia.

—¿Conforme?

—Algo es algo —se encogió de hombros—. Pero me gustaría que comieras un poco más. Toda —señaló el resto de la tostada—. Y el café también.

Clara sonrió cuando notó que consiguió robarle una pequeña sonrisa y, de a grandes mordiscos, él se devoró la tostada. Después, bebió largos sorbos de café hasta dejar la taza casi vacía. Estaba acostumbrado a comer rápido porque a veces el trabajo lo obligaba.

—Ahora sí, ya tienes todo lo que querías. ¿Algo para decir?

—Está bien. Pero eso ha sido demasiado rápido. ¿Por qué tanta prisa?

—Tengo que salir —contestó y se puso de pie—. Estaré fuera un rato.

—¿A dónde vas? —preguntó. Él simplemente la miró y aquello alcanzó para entender todo—. No. No lo harás solo. No conozco demasiado de temas legales, pero sé que esta no es la manera. Primero tienes que hacer la denuncia, se lo prometiste anoche a Federico ¿recuerdas? —el tono de Clara ocultó desesperación. Temía que Luca hiciera alguna locura y no estaba segura de poder detenerlo. ¿Cómo frenar a un padre que está a punto de encontrar a su hija tras una larga búsqueda?

—Lo sé, Clara. Se lo que prometí. Y no me gusta faltar a mi palabra, pero no es tan simple como suena. Quedarme aquí no arreglará nada.

—Ir por la niña, meterla al auto y traerla a casa tampoco arreglará nada. Eso es ilegal o como sea, tú sabes muy bien cómo funciona. Te meterás en graves problemas.

—No tengo pensado hacer eso —aclaró—. Por mucho que me gustaría, no puedo hacerlo.

—¿Entonces qué harás?

—No lo sé, yo... Solo quiero verla. Quiero ver a mi hija. Ver cómo es el lugar donde vive. Comprobar que está bien. Eso es todo por ahora —bajó la mirada. Cuando Clara encontró sus ojos nuevamente, los notó húmedos.

—Voy contigo —sugirió de inmediato. Él negó.

—No quiero exponerte a todo esto —explicó. Era un ambiente peligroso—. No me tardo. ¿Está bien? —se aproximó y le dejó un beso en la frente. Clara, a regañadientes, aceptó y lo vio irse en silencio.

Apenas consiguió susurrar un «cuídate» pues tenía un montón de sentimientos encontrados. Por un lado, confiaba en él. Entendía que necesitaba un tiempo a solas. Sin embargo, tampoco quería dejarlo solo en una situación tan difícil. Le pareció injusto e insensato.

Minutos después de verlo salir, Clara recogió un abrigo, abandonó el departamento y, justo a tiempo, acabó en el auto, sentada en el asiento de acompañante. Sin previo aviso. Inesperada. En forma de esperanza. Los ojos de Luca brillaron otra vez, aunque de sorpresa.

Ella lo interrumpió antes de que él pudiera emitir palabra.

—No. No me quedaré. Y no pienso bajarme del auto, así que ni se te ocurra pedírmelo. Voy contigo a donde sea, Luca.

—Clara, es peligroso. Lo sabes, ¿no?

—Sí, con más razón no puedo aceptar que vayas solo. Estaré aquí si alguien quiere lastimarte. No dejaré que lo hagan —prometió con actitud protectora. Luca sonrió ligeramente—. Estamos juntos en esto.

Clara sujetó su mano libre con firmeza. Lo suficientemente fuerte para asegurarle que no se movería de su lado. «Tú y yo, para siempre», se habían prometido tiempo atrás. Una promesa que sobrevivió al paso del tiempo. Una promesa que quedó firme. Una promesa que se convirtió en un «Tú y yo para siempre, a donde sea». 


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NOTA DE AUTORA: ¡Hola! Espero que estén muy bien. Solo quería hacerles saber que estamos en el último tramo de la historia. Todavía quedan, por lo menos, diez capítulos. Pero de a poquito nos acercamos al final ♥. 

Estoy disfrutando mucho de escribir la historia, ojalá ustedes también de leerla. Un abrazo :)

Tú y yo, para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora