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Apresurada, recorrió la última calle hacia el edificio donde residía Luca. En medio de su jornada de trabajo consiguió que Lola, que pasaba por la Biblioteca Café a recoger el cargador de su móvil que había olvidado, la cubriera durante treinta minutos. Estaba inquieta. No podía parar de pensar en Luca y en los sucesos que estaba atravesando; definitivamente algo había cambiado en su interior desde que Jazmín apareció en la puerta de la casa. Había un brillo en los ojos y cierta emoción en tu tono de voz que quizá Clara recién entendería el día que se convirtiera en madre. Sin embargo, también lo había visto comprensiblemente perdido —como si no supiera cómo actuar— y eso la había enternecido en lo más hondo de su corazón. Luca estaba siendo vulnerable, lejos de su faceta de «persona decidida qué sabe siempre qué hacer» y eso lo hacía verse aún más transparente. No tenía miedo de mostrar sus sentimientos y debilidades, al menos no ante ella. Quería ser un pilar. Alguien que estuviera ahí para apoyarlo de un modo incondicional. Tal vez no era una madre, pero sí había ayudado a criar a sus hermanos menores y además, alguna vez fue una niña. Podía recordar —más o menos— lo que se sentía ser una niña de seis años. Así que colocó dentro de una bolsa de tela algunos libros de cuentos, otros de colorear y una caja de crayolas. Después, caminó a paso rápido a través de la ciudad y sonrió extensamente sin parar porque, justo antes de marcharse, llegó un correo importante: había sido aceptada en la universidad para realizar el curso de ingreso.

Clara: ¿Puedes bajar?

Luca frunció ligeramente el ceño. Estaba junto a su hermana, a punto de almorzar. Jazmín veía televisión en el sofá mientras comía un sándwich de queso. El sonido de los dibujos animados invadía el departamento y se sentía increíblemente extraño. Luca no recordaba la última vez que miró ese contenido en televisión. Le pidió a Cora que se mantuviera cerca de Minni y salió hacia el ascensor que lo dejó en planta baja. Allí, de pie en la acera bajo un árbol de cerezos que empezaba a florecer, estaba Clara con la sonrisa más hipnótica que había visto en su vida. Le sonrió de vuelta porque su buena energía era contagiosa pero además, porque se alegra genuinamente de verla allí.

—Hola, hermosa —murmuró acercándose con cariño—. Creí que trabajabas hasta el anochecer.

—En teoría sí, pero me escapé —respondió perspicaz y sonrió—. Quería verte. Tenía muchas ganas de estar contigo —le rodeó el cuello—. ¿Tú no?

—Cada segundo que pasa tengo ganas de verte —incapaz de pronunciar algo más, la besó sin vueltas. Era lo que más anhelaba—. Te extraño todo el tiempo que no estás. ¿Así o más claro?

Ella volvió a sonreír, esta vez sobre sus labios. Incrementó las puntillas y consiguió besarlo nuevamente, los brazos de Luca envolvieron su cuerpo con efusividad. Y, algún que otro transeúnte, desvió la mirada hacia la pareja de enamorados que no podía despegarse aún estando en la calle.

—Ya, está bien. Lo entendí —se distanció de las muestras de afecto—. Podría seguir besándote toda la tarde, pero no tengo demasiado tiempo. Lola me está cubriendo —explicó rápido—. Quería verte y, de paso, traerte esto.

—¿Qué tienes ahí?

—Un par de cosas que conseguí para Minnie —comentó y le entregó la bolsa—. No puedes poner a la niña a ver televisión todo el día, lo sabes ¿no? —bromeó; le causó gracia la expresión de alivio que puso Luca. Realmente lo había salvado porque su mente era un caos.

—Lo sé. Mi hermana me ha dicho exactamente lo mismo —admitió y los rasgos risueños de Clara se incrementaron—. Intentaré hacer lo mejor posible. Lo juro —los hoyuelos se le marcaron. Ella solo deseó poder encerrarse en alguna habitación con él.

—No lo dudo. Tú siempre encuentras la forma de hacerlo bien —aseguró—. Te veo en la noche.

Ella tomó distancia, pero una de sus manos continuaron entrelazadas. Ninguno quería alejarse.

—Estaré contando las horas.

—Tonto —lo molestó—. Eso hará que el tiempo pase más lento —dijo divertida. Su expresión se mantuvo iluminada, de pronto encontró valor para hablar sobre la noticia que daba vueltas en su cabeza—. Uhm, Luca...

—Tienes que contarme algo más, ¿no?

—Sí —suspiró. En realidad, no quería ser el centro de atención con todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Creía que había cosas más importantes y en parte, sintió que era un logro insignificante a comparación del resto. Sin embargo, él la miraba con tanta atención que se animó—. Me aceptaron en la universidad. Bueno, aún tengo que hacer el curso de ingreso y todo eso, pero técnicamente ya tengo un pie dentro.

—Ey, ven aquí —la tiró de su mano hacia él—. Eso es fantástico, Clara. Me alegró mucho por ti, sé cuánto lo querías —ella asintió con los ojos humedecidos. Comenzó a darse cuenta de la magnitud de la noticia. Del verdadero valor que tenía en su vida—. Felicidades —murmuró al mismo tiempo que ella se escondió en su pecho. La abrazó fuerte y le acarició el cabello —Tienes que estar feliz y orgullosa. ¿Sí?

Lagrimeó un poco. Por primera vez en su vida sintió que se acercaba a su sueño.

—Sí. Lo estoy. No te preocupes.

—Dime que estás llorando de felicidad.

Ella rió ligeramente y se encogió de hombros.

—Creo que lloro porque siempre sentí que las cosas que me pasaban no le importaban a nadie. Hasta que llegaste tú. Lo cambiaste todo, Luca.

—Es verdad que tú eres lo más importante que tengo junto a mi familia, pero te equivocaste en algo. Tú lo cambiaste todo, Clara. Tú tienes el poder de cambiar lo que sea. El día que seas consciente de ese poder, serás capaz de gobernar todo este mundo —ella movió la cabeza a los lados, sonrojada—. Hablo en serio.

Nuevamente, Clara se puso de puntilla y lo besó. Él lo hizo durar, la mantuvo cerca sujetando el rostro entre sus manos.

—Ya. Ya tengo que irme. Me harás llegar tarde al trabajo, como casi siempre lo haces.

—Es tu culpa por enamorarme.

Clara lo besó por última vez y con decisión, se distanció. Tuvo que meter las manos en los bolsillos de su chaqueta o no resistiría a tocarlo otra vez.

—Ahora sí. Adiós. Te veo luego. No me extrañes tanto —pronunció. Y, entre risas a la distancia, Clara se escabulló a la Biblioteca Café.

Un respiro entre la bruma. 

Tú y yo, para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora