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Inútil.

Así me sentía.

Estaba solo en mi despacho caminando de un lado para el otro con las manos en los bolsillos pensando alguna manera de hacerle saber que no solo tenía a Frank, sino también a mí.

Estaba pensando una manera de poder hacerlo sonreír, de que se sintiera bien, pero era tan difícil sin conocerlo físicamente que no se me ocurría nada.

Bufé y me despeiné con ambas manos sentándome en el sofá a un lateral de la habitación y me eché hacia atrás mirando las manecillas del reloj colgado en la pared.

Todavía quedaban cinco minutos para que Frank viniera a buscarme e ir a desayunar.

Podría ir a la cafetería, verlo antes de que pusiera la nota y hablar con él, así lo conocería y podría mostrarle mi apoyo.

Sí, definitivamente lo iba a hacer.

Salí del despacho y fui directamente al ascensor. Le di al botón, pero cuando estaba por entrar, un brazo me lo impidió empujándome por el hombro hacia atrás.

- ¿Dónde ibas? - Preguntó Frank sonriendo.

- A ningún lado. - Carraspeé y él se cruzó de brazos.

- Ya... - Asintió sin creerme con una sonrisa burlona. - Por casualidad no ibas a ir a la cafetería cinco minutos antes para ver si así descubrías a el chico, ¿verdad que no? - Metí las manos en los bolsillos y suspiré.

- Necesito saber quién es y hacerlo sentir bien, por favor. - Negó.

- Lo siento, pero me ha dicho que todavía no lo vas a conocer. - Bufé.

- Me siento inútil, Frank. Sé que está mal. La nota de ayer estaba mojada, estuvo llorando mientras me escribía y yo no puedo ayudarlo a pesar de que me muero por hacerlo. - Le dije al borde de la desesperación.

- Él sabe que quieres ayudarlo, créeme. - Miró el reloj de su muñeca y le dio al botón del ascensor. - Ya es la hora. - Entró y le seguí.

En el ascensor me fijé en mi amigo. Tenía un pelo algo largo y de color azul en la parte del cuello de su chaqueta y fruncí el ceño con una sonrisa señalándolo.

- Tú con el chico de la cafetería bien, ¿no? - Miró su chaqueta y se encogió de hombros saliendo ambos del elevador.

- No me acosté con él si es lo que estás pensando. - Me paré en seco en medio del pasillo y él unos pasos delante de mí.

- ¿Tú no te acostaste con un chico en una cita? - Dije sin creerlo y asintió.

- No fue una cita y el único contacto físico que tuvimos fue un abrazo, por eso debo tener ese pelo ahí. - Levanté una ceja. - Él es diferente. - Comenzamos a caminar de nuevo saliendo del edificio.

- Nunca creí vivir para ver esto. - Silbé asombrado.

- Yo tampoco creí vivir para ver eso. - Señaló la nota en mi silla y me senté luego de cogerla.

- Al menos a ti te va bien, pero a él no. - Agité la nota.

- Lo sé, hermano, recuerda que sé quién es. - Dijo con algo de diversión.

Leí el post-it.

"Hola.

Últimamente no estoy bien.

La separación de mis padres me ha dejado bastante destrozado.

No sé qué más decir.

Att: Un chico mudo."

No estaba bien. El chico de las notas estaba destrozado y yo no podía hacer nada salvo preocuparme en silencio o esperar a que Frank le dijera que yo estaba preocupado.

Eso me mataba poco a poco.

El camarero se acercó, haciendo que yo le diera una mirada cómplice a mi amigo que no me devolvió por mirarlo a él.

- Buenos días. - Dijo y le devolvimos el saludo. - ¿Lo de siempre? - Asentí pero Frank habló.

- No. - Él le miró extrañado. - Hoy me vas a poner un dulce de chocolate. - Él asintió lentamente y me miró.

- Yo soy fiel a lo de siempre. - Le dije. Él rió un poco apuntando y se fue. - ¿Dulce de chocolate?  -Le pregunté a mi amigo.

- Tengo hambre. - Asentí.

Estaba claro que Frank estaba bastante colgado de este chico.

Me pregunto cómo se llamará.

Entre notas y caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora