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Había pasado cinco días, una semana laboral, desde la última y extraña nota.

Por mucho la que leíamos y leíamos ni Ian ni yo entendíamos qué pasaba, porqué su caligrafía estaba temblorosa o porqué no había escrito.

Sabía que él escribía las notas el día antes a entregármela, así que ésta la escribió el domingo para el lunes dejarla pegada en la silla, pero Frank me dijo que el domingo solo estuvo en la sesión de fotos de su hermana con su futuro marido.

A parte de que Guillermo tampoco había venido a la cafetería en esa semana, ni siquiera el sábado, pues nosotros vinimos ese día a ver qué le había pasado.

Tal vez estaba enfermo y el chico de las notas solo dejaba los post-it si Guillermo estaba, pero Frank me dijo que no sabía nada de ninguno de los dos.

Yo le había escrito mensajes a Guillermo también, pero no me había respondido, es más ni siquiera salía su última conexión en la parte superior de la conversación.

Eso solo me preocupaba el doble.

Bajamos del ascensor y, casi corriendo, fui hasta la cafetería con mi amigo siguiéndome donde vimos el post-it y Guillermo estaba detrás de la barra, de espaldas a toda la cafetería limpiando una jarra con un paño, como si nada hubiera pasado.

No sabía qué hacer primero si leer la nota o hablar con Guillermo pero él, a pesar de oír la campanita de la puerta de que habíamos llegado, no se giraba para venir a atender, así que solo pude leer el post-it y esperar.

"Hola.

Cinco días sin escribirte...

Supongo que te debo una disculpa.

Tampoco he hablado con Frank ni he venído a la cafetería, solo me he encerrado en casa con Suit a esperar que él se vaya, pero me ha encontrado.

Me ha encontrado, siempre me encuentra.

Ha venido a visitarme a mi nueva casa.

Ha vuelto a hacerlo.

No tuvo suficiente tres años atrás.

Att: Un chico traumatizado."

No entendía qué pasaba. Ninguna de los dos había venido a la cafetería en estos días. No sabía qué pasaba.

¿3 años? ¿3 años de qué? ¿Qué pasó hace 3 años?

Le di la nota a Frank y, mientras la leía, Guillermo se acercó a nosotros con los dos cafés que puso sobre la mesa con la cabeza agachada.

Se dio la vuelta pero antes de que pudiera alejarse, mi amigo y yo agarramos cada una de sus manos.

- Hey, peliazul... - Comenzó Ian.

- Katie, ¿qué te pasa? - Le pregunté.

Él, aún de espaldas a nosotros, movió las manos liberándose de nuestros agarres y se fue detrás de la barra sin mirarnos o hablarnos.

- Eso ha sido muy extraño. - Dijo Frank.

- No entiendo nada. - Negué con la cabeza.

No lo entendía.

Entre notas y caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora