Las Flores de los Vampiros. Capítulo 4. TERMINADA.

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Estoy esperando nerviosa y reviso el vestido para asegurar que no tiene ninguna mancha. Todo está perfecto así que cojo mi bolso, las llaves de casa y la chaqueta. Suena el timbre de la entrada y voy para salir, cuando abro la puerta me encuentro a un sexy chico con una sonrisa liviana.

Me observa de arriba abajo descaradamente y cuando estoy
a punto de protestar ruborizada,
se da la vuelta y comienza ha caminar hacia el jardín.

Vivo en una casita de Skaneateles,
un pueblo que está a cuatro horas de Nueva York. Seguro que mi jardín pequeño y común no tiene nada que ver con el suyo, pero apuesto a que ya se dio cuenta.

Él viste muy informal hoy, unos vaqueros con una camisa gris.

Hay un Jeep aparcado y subimos.

—¿A dónde vamos? —pregunto animada.

Silencio, silencio, silencio...

Reto de miradas.

Por el camino se ve campo hasta que a lo lejos diviso rascacielos enormes
y hermosos, que iluminan la gran manzana. Llevamos metidos en el coche mucho tiempo. Cuando noto que la tensión me quema y es insoportable, muy dispuesta a atacarlo con preguntas, él me coge
de la mano y entrelaza sus dedos con
los míos. 

Su contacto me calma y decido no hablar, dejando que él gane la partida.

¿Esto se llama atracción física? Porque es tan fuerte que me siento como un huracán.

Pero ese efímero roce con su piel
se termina, y retira su mano para aparcar su Jeep delante de la puerta de un club, donde hay mucha gente esperando ansiosa para entrar. Concede sus llaves por la ventana a un hombre imponente, alto y como un armario que se acerca a nosotros, es el encargado de aparcarlo y cuidarlo hasta que decidamos.

Salimos del Jeep y caminamos hasta la entrada que está cerrada por una cortina negra, y una mujer guapísima y despampanante que la custodia, nos detiene con una sonrisa seductora.

—Christian Roberts Jones —
comunica con su voz grave y profunda —. Estaremos en la sala
vip.

—Bienvenido de nuevo caballero —notifica, tras leer la lista con los nombres de su libreta. Ella ignora a Christian ahora y se vuelve hacia mí, cierra el espacio entre nosotras con atrevimiento y coge mi bolso y mi chaqueta, sin apartar sus ojos azules de los míos mientras yo la dejo hacer —. Bienvenida tú también, novata.

—¿Te gusta Rose? —interviene Christian, cogiéndome de la cintura para apartarme de esa mujer y darme seguridad.

Se conocen y hay complicidad entre ellos.

—Sí —confiesa melancólica.

—Es mi nueva empleada —transmite brioso.

—Eres un jefe muy considerado —halaga entretenida —. Los humanos no sabrán apreciarte.

—Lo sé, espero convencerla —
insinúa.guiñándole un ojo —.
Hay un contrato en su bolso,
déjalo en nuestra mesa.

—De acuerdo.

Ruborizada y siendo guiada por él, dejo que me lleve hasta nuestro lugar que está apartado del ruido y la música.

Rose nos sigue y deja caer las cortinas
para darnos más privacidad. Detrás de la estancia del baile es un sitio oscuro, donde hay varias mesas que conceden cierta intimidad a quien lo desee.

Estoy atrapada entre vampiros ¡Estupendo!

Una vez solos me encuentro mareada.

—¿Estás bien? —interroga reflexivo.

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