Las Flores de los Vampiros. Capítulo 23. TERMINADA.

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Un sinfín de colores me reciben en lo que es el centro de Brașov, pequeño aunque acogedor.

Su arquitectura barroca y los tonos pastel de las fachadas, la convierten en el lugar más precioso que he visto nunca. El cielo está muy despejado,
de un azul claro celestial que invita a salir para disfrutar del día.

Los turistas, son la mayoría familias 
que enseñan a sus hijos la historia 
de la ciudad.

Embelesada recorro sus calles de piedra y me tomo un buen desayuno en una plaza, apartada del ruido y la gente.

Un ligero pensamiento me hace pensar en Christian cuando me
duele la cabeza.

Pienso averiguar su pasado ya que
él no me cuenta nada, al menos los libros de historia y Brașov, hablan por sí solos con una sinceridad brutal y sin necesidad de palabras.

No sé qué tiene este lugar, pero es como si algo invisible me guiara por un camino lejos de ojos mundanos, como si hubiera estado destinada a llegar aquí, o alguien que me espera para contarme lo que nadie se atreve ha explicarme.

Un buen café hace que me despierte del todo, y me zampo mi croissant de chocolate casi de una sentada. Cuando mi estómago se siente satisfecho, pago y me levanto, voy al servicio y luego, me dispongo ha recorrer parte del 
lugar histórico.

Respiro hondo y saco el mapa para
no perderme.

Creo que voy ha ir directa a la iglesia gótica más grande de Rumanía, la llaman la iglesia Negra y tiene un órgano hermoso, se percibe tanta paz en su interior, que no puedo evitar
sentarme en un banco y simplemente admirar el edificio.

Después de un día como turista en Brașov, vuelvo al hotel agotada donde me quedo paralizada al observar a mi hermano Garret, Ada y Christian. Están en la puerta principal del hotel en donde me hospedo, con varias
maletas.

Hablan agitados entre ellos con Nicoleta, que levanta las manos tratando de calmar sus nervios,
le exigen información sobre mi paradero y cuando notan mi presencia se giran hacia mí más aliviados, aunque exhaustos y sudorosos.

Con un cabreo que intimidaría incluso a los pájaros, Christian
vacila un momento  antes de correr hacia mí y besarme con devoción.
Me rodea con sus brazos y se queda quieto apretándome más contra él,
hasta que se separa con desgana.

—¡¿Tú eres idiota?! —protesta furioso.

—Dado que tú te alejaste de mí
—recalco con rencor —, me fuí ha buscar respuestas por mi cuenta.

—¡¿A la ciudad donde más vampiros 
longevos hay?! ¡¿A la ciudad más 
peligrosa del mundo?! —espeta 
consternado —. ¡¿A caso no aprecias tu vida?!

Sigo callada y también disgustada.

—¡¿Por qué no puedes ser una chica
normal?! ¡¿No hubiera sido más fácil
irte de fiesta con tu amiga e intentar
olvidarme?! ¡No! ¡Mejor me voy ha
buscar más malditos vampiros! —
sisea sarcástico.

—¡Yo no soy una chica normal! ¡¿A caso no te has dado cuenta, de que he sido tu novia sin problema alguno?! —estallo, con impotencia.

—¡Eres una pesadilla! —musita
con ímpetu.

—¡Y tú un gilipollas! 

—¡Insolente y orgullosa!

—¡Arrogante e imbécil!

—¡Basta! —chilla Nadia, de brazos
cruzados plantada ante nosotros
con mucho temple —. ¡A vuestro
cuarto! ¡Y dejar de gritar!

—Pero...

—¡Váis a espantar a los
clientes! —insiste persistente.

Cuando caemos en ese pequeño incidente, me muerdo el labio
inferior sonrojada y sin añadir
nada más, agacho la cabeza porque
no quiero ni mirar a mi hermano y
mi mejor amiga, sin embargo, acabo haciéndolo sin poder evitarlo, y cuando los veo se me cae el alma a
los pies.

La gente pensará que esto es una actuación pésima, pero sé de sobra que ellos tienen muy claro que no lo es y hablamos muy en serio.

Nadia también avergonzada, pero
con más determinación que nosotros, se vuelve hacia nuestro público y hace una reverencia, la gente aplaude aturdida y se marchan, aún sin dar crédito a lo que han presenciado,
no muy convencidos de que esto
haya sido puro teatro, pero siguen entrando y saliendo del local y pasando por nuestro lado atónitos.

Ada y Garret refunfuñan, pero son discretos hasta que entran en mi cuarto y comenzamos un coro de gritos y reproches entre los cuatro.

Pasan los minutos y Ada sale de la estancia un cuanto enfadada, Garret detrás de ella y yo me quedo pasmada mirándolos con recelo.

—¿Desde cuándo? —digo, lanzando furtivas miradas de desconfianza hacia la puerta.

—¿Qué? —pregunta Christian agotado.

—¿Desde cuándo tienen tanta relación? —insinúo, examinando
en mi mente cada detalle desde que
los he visto.

—¿En serio te preocupa más eso,
que haber podido ser atacada por vampiros? —exclama incrédulo.

—Sí —espeto furiosa.

—No tienes remedio —recuerda, gruñendo sofocado.

—Tú tampoco, orgulloso.

—Masoquista.

—Idiota.

—¡Basta! —chilla exhausto,
alzando las manos en señal de paz.

Ambos nos observamos detenidamente, a pesar de
cualquier discusión mi cuerpo,
mi mente y mi corazón piden todo
de él, lo he echado tanto de menos que no quiero más peleas, sólo estar con él y saber qué le ocurrió en el pasado, al igual que Christian
sabe todo de mí.

Mi boca entreabierta reclama la
suya y sus hermosos ojos verdes llamativos me cautivan, mi corazón late rápidamente y me cuesta controlar la respiración. Las
manos tiemblan por mis nervios,
un ligero escalofrío recorre mi espalda y en mi cabeza resuenan
las palabras

<<Bésalo>>sin parar.

Ah, no, tengo que resistir a las tentaciones, no he venido hasta
aquí para absolutamente nada. Christian, también hipnotizado
por mí da dos pasos en mi dirección, pero al ver que retrocedo se detiene frustrado.

—¿Vas a rechazar mi beso?
—inquiere dolido.

—Tú me dejáste la última vez que nos vimos —memorizo, aún con recelo y dolor —. Y aún no sé nada de tu pasado, tú lo sabes todo de mi vida, no es justo.

Él suspira ofuscado y revuelve su cabello acalorado, se gira hacia la ventana del cuarto y me da la espalda. Viste un traje nego super sexy y vuelve a tentarme la idea de avalanzarme sobre él, pero mido
mi imaginación con fuerza de voluntad y decido que no.

Silencio, silencio, silencio...

Harta de esperar respuestas y dispuesta ha llevarle la contraria,
me vuelvo hacia la puerta para
zanjar la pelea, pero entonces 
él corre hacia mí y aparta mi mano del pomo.

—Ni se te ocurra... —amenaza, con 
voz entrecortada.

—¿Por qué? —espeto airada.

—Porque no pienso perderte 
de vista más —sisea, cortante.

—Tú no me mandas —advierto, ofendida.

—Ahora sí —insiste enfadado
—, media docena de vampiros te conocen por tu curiosidad sobre su existencia, han estado a punto de matarte varias veces —se detiene, me coge por los brazos y me obliga a estar pegada a la puerta y de espaldas, frente a él, cara a cara, rozando nariz con nariz y sintiendo su exquisito aliento —. Y, si quieres seguir con vida obedeces mis órdenes, punto.

Ah, no, esto es la guerra... ¿Quién se
ha creído que es?

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