Las Flores de los Vampiros. Capítulo 15. TERMINADA.

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Estos días los paso de lujo en el hotel, sobre todo en el spa con unas vistas privilegiadas de toda la ciudad. He conocido más ha fondo su entorno y 
a sus amigos. Todos son muy diferentes, pero se complementan
a la perfección.

Ada no lleva muy bien estar con
ellos y se mantiene al margen con desconfianza, sin despegarse de mí. Sin embargo, creo que le ha gustado a uno porque casi siempre está cerca de ella, y lanzándole miradas coquetas.

Si Ada supiera lo que es habría que dormirla unas horas se siesta, para que no le diera algo estando en shock.

—¿De qué te ríes? —protesta, estirando las piernas para notar
más las burbujas.

—De nada —miento, encogiéndome de hombros con énfasis.

—Entonces, ¿Christian tiene
una empresa de barcos lujosos?
—pregunta sin preámbulos.

—Sí.

—¿Este es su hotel?

—No.

—¡¿Nos ha invitado?!

—Sí.

—¡Joder! ¡Que me da algo! —
se remueve en el agua agitada
y sobresaltada —. Es mucho
dinero, Everyll —añade histérica, mordiéndose las uñas.

—No te preocupes —respondo paulatinamente.

—Pero...

—Ada, a él no le importa —digo obstinada.

—Igualmente...

—A mi familia y amigos los consiente —corto tajante —. Son sus normas y disfruta mimar a la gente de su al rededor.

—¿Aunque yo haya sido
idiota con él? —confiesa
compungida —. Todo esto
es tan...

—¿Intenso? —insinúo, compadeciéndome de ella.

—Exacto —suspira, agotada mentalmente.

Vuelvo ha reír con malicia y ella me observa boquiabierta y patidifusa.

—Su mundo es así —sugiero apenada —. Por eso quiere sentirse vivo y estar con gente, que no tenga nada que ver con el dinero, o el negocio —calibro meditabunda.

—Es normal, es mucha presión.

—Demasiada.

—¿Cómo lo aguanta? —cuestiona sorprendida.

—No lo sé —admito resignada.

—¿Y tu novio? ¿Dónde está?

—Trabajando... —vuelvo a mentir, en realidad, ocultándose del sol si no quiere acabar frito.

Menos mal que mi amiga no sabe que salgo con un vampiro, si sólo el primer día se llevaron mal no quiero imaginar con la hermana pequeña y adoptiva de Christian. Una niña repelente que es celosa y caprichosa, y la causante de mis recientes heridas.

Los vampiros son muy temperamentales hasta el
punto de acabar volviéndote
loca.

No tienen un punto intermedio,
o los amas, o los detestas.

—Buff —bufa agobiada.

—¿Qué te ocurre? Ahora estamos solas —hago hincapié frustrada —. Deberíamos de disfrutar y relajarnos —añado, tomando un sorbo de mi
cóctel de frutas y vodka azul.

—¡¿Solas?! Esto es peor que cuando 
éramos niñas y nuestras madres iban 
detrás —brama, llena de rabia —.
Ni siquiera me dejan mear agusto, porque siento que pueden aparecer en cualquier jodido momento.

—Ada...

—¡No! Déjame desahogarme —amenaza, apuntándome con el dedo índice enfadada.

Me muerdo el labio inferior con
una sonrisa retorcida.

—¿Cómo puedes estar cómoda?

—Es su trabajo.

—Si esto significa ser rico lo odio —resopla, malhumorada y bebiendo su jugo de alchol.

—Tregua —farfullo, empezando a agobiarme yo también.

—¡Vale! 

—Lo siento —comunica arrepentida, al cabo de un rato calladas.

—No pasa nada.

—Últimamente tengo pesadillas —confiesa conmovida.

—¿Pesadillas?

—Desperté con una marca en el cuello, después de haber ido a tu casa —relata desorientada —. Y ayer dormí demasiadas horas para lo que suelo dormir.

Dejo mi coctel en el suelo y me acerco a ella para consolarla.

—Son rachas, verás que se te pasa —
la animo, dando unas palmaditas en su espalda y un beso en la mejilla —. Nuestra discoteca favorita está
debajo de nosotras, ¿bajamos? —prongo impulsiva.

—¿Cómo? ¿ahora? —pregunta perpleja.

—Sí.

—Es mediodía.

—¿Y?

—Quiero comer primero —murmura,
entre los rugidos de su estómago
provocando que estalle en carcajadas.

—Vale, pedimos unas pizzas.

—¡Hecho! Llamo yo —contesta hambrienta.

—Y después fiesta, ¿tregua?

—¡Tregua! —grita más emocionada.

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