Las Flores de los Vampiros. Capítulo 5. TERMINADA.

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Para mi asombro mis pertenencias están dentro del coche de Christian,
es evidente que Rose se encargó de todo y sin revelarse.

Cuando subimos me remuevo en
mi asiento aún aflijida, trago saliva
y abro la ventana porque necesito aire urgentemente y me da igual el frío que haga.

Acabo de tener una primera experiencia, un trío, y
estoy asimilando mis
preferencias sexuales y
lo que me encanta recientemente.

Mi mente va a explotar, pero
aún no creo haber quedado satisfecha, puesto que es más
que obvio que sigo con mi idea
de tener sexo sólo con él.

—¿Qué te pasa? —pregunta
alarmado —. No hablas desde
hace rato ni insultas.

Un dolor punzante en mi cabeza hace que gruña dolorida.

Me está leyendo la mente.

—Gilipollas —suelto atosigada.

Él entorna los ojos y frunce el ceño burlón.

—Te he dicho que conmigo no —analiza, sonando muy contundente.

—¿Pero si me folla una mujer sí? —grito enfadada.

—Ha sido tu primera vez y fui caballeroso —se excusa perplejo, detiene el coche en el semáforo
en rojo y ahora ya rabioso, fija sus ojos en los míos amenazador —.
¿Qué demonios quieres? Dijiste que conocerme y hoy hemos estado de fiesta.

Da un golpe al volante iracundo y el claxon suena.

—¡¿Tal vez ser delicado conmigo?! —añado frenética y rechinando los dientes, porque como siga así me bajo del coche y me cojo un taxi, aunque no me lo pueda permitir y tenga que 
comer un mes entero solo lentejas.

—¿A caso hoy no lo he sido? —chilla incrédulo.

—¡No!

—Eres insoportable —brama.

—Y tú arrogante.

—¿Puedes decirme qué hice mal? Ni leyéndote la mente te comprendo —contesta sarcástico.

—¿¡Disculpa?! —digo aumentando el tono de voz.

Crispada suelto el cinturón, me bajo del coche con mis cosas, y cierro la puerta con tal mala leche que el coche tiembla. Él farfulla, me maldice y golpea todo lo que puede del coche. No puedo más, quiero que me deje en paz así que lo ignoro cuando me llama y comienzo ha correr sin rumbo fijo.

Me da igual que sea un vampiro.

[...]

Llevo un rato perdida y mi móvil suena, sé que es él, pero paso de su simple existencia. Tengoganas de llorar y hablar con mamá, es que ni 
si quiera puedo hacer eso.

Acabaría en un centro psiquiátrico.

Llego a Central Park y busco un sitio acogedor, y encuentro un banco para sentarme cerca de uno de los lagos y debajo de un sauce llorón. 

No hay nadie y soy la única loca en este punto, grito y lloro arrepentida de todo o quizás no, porque no tengo mis ideas claras y el mundo en el que vivía a dado paso a otro.

Necesito descargar adredalina.

Dispuesta ha soltar nervios una idea me viene a la mente y quizás sea una estupidez, porque hace un frío de mil demonios y porque lo necesito sí o sí. Me acerco al lago y sin quitarme el vestido, dejo mi bolso y mi chaqueta, arrimo los pies a la orilla donde suspiro temblando helada, todo me
da igual y salto sin pensármelo dos veces.

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