Las Flores de los Vampiros. Capítulo 11. TERMINADA.

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Seductoramente me quita la copa de cristal y las deja sobre un posavasos del coche.

Se pone sobre mí a horcajadas y muerde mis labios hasta besarme
con sutileza e ímpetu.

Mueve sus caderas y coge mi mano para ponerla sobre su entrepierna, dejando que note el tamaño de su miembro varonil listo para mí.
Me quita la sudadera y estruja mis pechos, se deshace de mi sujetador con agilidad y besa mis pezones, los succiona y los muerde.

Lame mi cuello, pasa otra vez por mis pechos, baja hasta mi ombligo y sigue en dirección a mi vagina, donde muerde mis labios y los chupa.

Me muerdo el labio inferior
porque no quiero gritar de
deleite. Desabrocho el cinturón
de su pantalón y meto la mano
detrás de los calconcillos.

¡Oh! Sí, su pene es mío, lo masajeo y paso la lengua por la punta, haciendo que se estremezca y goce por completo, me recoge el cabello y echa mi cabeza hacia atrás pidiendo más, caprichosa le concedo el deseo y observo su rostro hechizada por sus facciones angelicales. Se quita la camiseta y deslizo mis dedos por sus abdominales, adoro su cuerpo moldeado a la perfección, es agridulce. Su piel es fría, pero
desprende un ardor afrodisíaco maravilloso.

Suelta mi pelo y busca una caja de condones, que había escondida en
un hueco del coche.

Selecciona uno, abre el envoltorio,
y, una vez preparado se dispone a ponerse el condón, introduce su miembro varonil dentro de mí
siendo brusco.

Me embiste con la piel caliente y resbaladiza.

Me obliga a tumbarme y sigue quedándose encima mía, comienza
ha mover sus caderas desesperado, temerario... hasta que me estremezco al sentir que los dos llegamos al orgasmo, y terminamos respirando
con dificultad, pero satisfechos.

Se aparta de mí con cuidado y se
quita el condón usado, coge una
caja de pañuelos, utiliza uno y lo envuelve para tirarlo a la basura.

Nos colocamos la ropa y seguimos bebiendo, hasta que él observa que
ya estamos más calmados y baja la ventanilla.

-Ya llegamos, señor -anuncia
el chófer de forma teatral.

Edificios altos que se alzan hasta
las nubes, nos dan la bienvenida
a la ciudad. El ruido ensordecedor
del tráfico interminable, la gente paseando y de fiesta, o bien que
han terminado su jornada laboral
y vuelven a casa.

El coche sigue el trayecto hasta que llegamos al puerto. Bajamos y Christian entrelaza su mano con la mía. Un yate enorme y lujoso nos espera, tiene tres pisos y una terraza arriba del todo, alumbrada con bombillas bordeando la barandilla.

Boquiabierta subo la rampa y
me reciben el capitán y un par
de mujeres hermosas.

Me muerdo el labio inferior y retrocedo tímida, cuando se
acercan a mí y me llevan
hasta el interior del barco.
En una habitación guardan mi
bolso, mi chaqueta y me conceden
un vestido corto y rojo de lentejuelas.

Me maquillan y me miman con cumplidos.

Cuando estoy lista salgo al exterior
y Christian habla con varios hombres
sexys y atractivos. Trago saliva nerviosa y miro a todos los lados
sin comprender nada, pero me mantengo callada.

—¡Sexy! —declara sonriendo perverso.

Me señala un asiento a su lado y
ellas también se sientan cerca de
mí.

—¿A dónde vamos? —quiero saber intrigada.

—A mar abierto —comunica emocionado.

Ruedo los ojos perpleja y acepto
una copa de vino que me ofrece
uno de los invitados.

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