Las Flores de los Vampiros. Capítulo 17. TERMINADA

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Llegamos a casa gracias al ligue de Ada, que se ofrece a llevarnos en su coche. Por el camino veo que habla por el móvil con Christian, pero apenas me inmuto. Cuando me duele la cabeza sé de sobra que me está leyendo la mente, sigo sin decir nada al respecto.

Bajamos del coche y Ada se despide de él.

Tambaleando consigo abrir la puerta de casa con la ayuda de mi amiga. Ella me agarra de la cintura y me tumba en el sofá, donde todo me da vueltas y estoy peor que de pie.

—¡Santa pachucha! —gruño con impotencia.

—Everyll, ¿qué ha pasado entre vosotros? —pregunta aturdida.

—Ha tenido que ir a casa —fingo, emitiendo detalles indeseados —. Su hermana pequeña no se encontraba bien.

—¿Y por eso estás así?

—No —respondo llena de coraje.

—Intenta explicármelo —responde con perseverancia.

—No puedo —niego cohibida.

—Sé que es complicado —insinúa comprensiva —. Pero los problemas familiares son difíciles de llevar —
se detiene, y me coge de las manos obligando a que la observe con atención.

—¿Cómo? ¿Te estás poniendo de su parte? —espeto malhumorada.

—No del todo.

—¡Nos ha dado plantón! —reprocho molesta.

—En eso tienes razón —
corrobora —. Pero en lo otro
no.

—Pero...

—Es una niña pequeña —adivina comprensiva.

Parpadeo confundida y la miro perpleja.

—Lo siento.

Se encoge de hombros aflijida.

—Os escuchamos —admite incómoda.

—¿Todo? —entro en pánico.

—No, sólo algo de su hermana pequeña —balbucea conmovida.

—No es su padre —mascullo crispada.

—Como si lo fuera —rebate tozuda —. Será así mientras vivan bajo el mismo techo.

—¡Maldición! ¡Ahora os lleváis
bien! —estallo frustrada.

—Sí —confiesa entre risas.

—¿Debería llamarlo? —supongo desdeñosa.

—No te pases tampoco —desaprueba, con una sonrisa retorcida —. También se ha portado como un idiota —hace una breve pausa, y me guiña un ojo burlona —. Deja que hable él primero.

—Hecho.

Varios bufidos se escuchan y mis dos felinos saltan a mi encuentro, los besuqueo y dormimos en el sofá los tres, a excepción de Ada que la fulminan con la mirada y la expulsan a mi cuarto.

[...]

Cuando me despierto es domingo, después de desayunar Ada se va a su casa y yo a la mía, donde me espera mi familia. Paso el día con ellos y ni una llamada de parte de Christian,
ni siquiera ha querido saber si regresamos bien, o al menos que yo sepa.

Disgustada bebo un sorbo de cerveza con mi padre, que está desde hace rato con el destornillador intentando arreglar un mueble.

Lo ayudo gustosa y no tardamos en realizar el trabajo satisfechos. Lo colocamos en su sitio y él revoliquea mi pelo con cariño, observándome meditabundo y arrugando el entrecejo con gravedad.

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