Las Flores de los Vampiros. Capítulo 2. TERMINADA.

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Él arruga la frente sin inmutarse, incluso hasta parece haberle gustado que lo haya dejado al descubierto de esa manera, como si fuera todo un reto para él y nada novedoso, como si tuviera que lidiar con un niño pequeño, así me siento en este instante. El resto desvían la mirada y siguen a lo suyo, a excepción de uno de los trabajadores del restaurante, que se dirige hacia nosotros con timidez siendo obligado por su jefe, que desde la lejanía está atento con sus ojos de búho nocturno.

Es una mujer joven y novata en el puesto, sólo hay que ver cómo tiembla y maneja la bandeja.

—¿Todo correcto señores? —pregunta
preocupada y alborotada, está a punto de estallar por el estrés.

—Sí —contesta Christian impasivo.

Ella asiente y se marcha, susurra algo a su encargado y prosigue con sus tareas, dejando que el ambiente siga su curso natural.

Christian debe tener unos treinta años.

—¿Podrías comportarte? —resopla agotado.

—Deja de leerme la mente y haré un esfuerzo —regateo muy soberbia, cojo la copa de vino y bebo casi todo de golpe.

—Te gusta jugar por lo que veo —analiza con aprobación —, en eso coincidimos.

—Deja de juzgarme —protesto.

—Quiero conocerte.

—Pues tendrás que hacerlo sin invadir mi privacidad, ¿te da miedo no saber todo psicópata? —farfullo con ironía.

—No te pases, mortal —espeta crispado.

Silencio, silencio, silencio...

Sólo nos dedicamos ha terminar
el postre que nos traen.

—¿Mortal? Ni que fueras un
vampiro —comento sarcástica, terminando mi pequeño trozo de
tarta.

—Lo soy —responde honesto, haciendo que me atragante con
el último trozo y tosa.

Él coge la botella de vino de la cubitera, que han dejado al lado
de la mesa y me sirve.

—Bebe.

—Otra vez ordenando —digo con un hilo de voz.

Hago caso y bebo, pero aún en shock por su afirmación.

Nunca, jamás en mi vida imaginé
que existieran vampiros y los creía monstruos deformes que se alimentan de la sangre de las personas, duermen en tumbas y no soportan el ajo.

—Estás loco, ¿verdad? ¿Eres un asesino y quieres matarme? —pregunto riendo aún conmocionada —. Ya lo pillo, estoy teniendo
alucinaciones.

—Cuando mato no espero tanto, 
pero a ti...Te quiero viva de momento
—suelta tan normal y sin titubear, dejándome con la palabra en la boca y sin ganas de hablar más.

Vale, es un vampiro... ¿pero cómo creérlo?

—¿Qué? ¿Te comió la lengua el gato? 

—Arrogante.

—Cabezota.

Silencio, silencio, silencio.

—Me desquicias.

—¿Hemos llegado a un acuerdo? —ataja cortante.

—No.

—Mañana es sabádo, los fines de semana no trabajas —continúa, haciendo caso omiso de mis quejas como si fueran berrinches insignificantes —, esta es la
dirección de mi casa y tu contrato.

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