Las Flores de los Vampiros. Capítulo 14. TERMINADA.

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Llegamos a la ciudad aparcamos y entramos a la discoteca.

Menos mal que la luz es oscura y apenas me ve alguien. Nos acercamos a la barra y pedimos dos chupitos de tequila, el camarero a parte nos trae una botella de vino tinto, y señala hacia un rincón en concreto donde un grupo de hombres jóvenes, están sentados esperando.

Hay varias mujeres hermosas y reconozco a dos de ellas, una de cabello rosa y la segunda chica de piel bronceada. Con una punzada de celos me quedo pegada a la barra y desvío la mirada cohibida.

El camarero nos da dos copas y nos sirve el vino.

—¡Everyll! —Ada, tira de mi brazo insistente.

—Prefiero quedarme aquí —digo desafiante.

Mi amiga arquea las cejas y cuando lo comprende se queda a mi lado.

—¿Es por ellas?

—Sí.

—Everyll, eres hermosa.

—Eso no sirve ahora.

Estoy bebiendo una copa de vino cuando aparece Christian por detrás y apenas lo observo aún tímida. Hay mucho ruido y la gente baila y grita, desahogándose para romper la rutina, sin tener que pensar y poder dejar la mente en claro por una noche.

Me muerdo el labio inferior con el corazón encogido, cuando un amigo de Christian se acerca a Ada y se la lleva a bailar, ella me observa de reojo y se tranquiliza cuando le
sonrío.

—¿Vas ha quedarte escondida toda la noche?

La voz seductora de Christian provoca que mi piel se erize y trago saliva nerviosa.

Me duele la cabeza y él se adueña de mis labios calmando mi dolor. Me besa suave y con ímpetu, muerde la comisura de mi boca y me obliga a ir a la pista de baile también. Mi cuerpo se deja llevar y no me resisto más. La humedad de sus labios, la aspereza se su barba me hechizan.

Seguimos bailando hasta que Christian se encoge de dolor
y cae de rodillas al suelo,
palideciendo más de lo
normal.

—¿Christian? —susurro preocupada,
agachándome y ayudándolo a incorporarse.

Pero pesa más y acabanos cayendo al suelo los dos.

Levanto el brazo y sus amigos vienen
corriendo para ponerlo en pie, se lo
llevan y voy detrás junto con Ada, sin
dejar d vigilarlo de cerca y nerviosa.

Subimos por el ascensor hasta un cuarto y nadie hace preguntas. Para nuestra sorpresa arriba hay un hotel de lujo, donde los turistas duermen en sus respectivas habitaciones, ajenos al ambiente nocturno que ofrece la discoteca.

Entramos en una suite enorme con un toque industrial pero muy acogedor. Nada que ver con la decoración de la mansión.

Dejan a Christian sobre su cama,
y uno de sus hombres habla por teléfono frunciendo el ceño y arrastrando las palabras. Susurra
algo a Christian que niega con desesperación y me busca suplicante. Me siento en el borde de la cama y entrelazo sus manos con las mías.

—¿Qué ocurre? —espeto con impotencia.

Silencio, silencio, silencio...

—Tu amiga no puede estar aquí —informa inquieto uno de ellos —.
Esto es confidencial.

Asiento y se la llevan arrastras, mientras ella grita y patalea confundida. Cuando la puerta
está cerrada y estamos solo
nosotros, me giro hacia ellos
pidiendo explicaciones.

—¿Y bien?

—Necesita sangre.

Esa noticia me deja en shock y lo miro bloqueada.

—¿Cómo?

—Lleva sin beber desde hace meses —reclama con urgencia —. O lo hace, o morirá.

—No... —ruega atormentado.

—Pero... ¿Por qué? —pregunto abrumada.

—No quiero que me veas en ese estado —implora con temor, acariciando mi mejilla con dulzura.

—Christian, bebe —ordeno con determinación.

—No.

—¡Sí! —levanto la voz, con los ojos vidriosos.

—¡Everyll!

—Dame tu cuchillo —digo demandante, a uno de sus
guardias extendiendo la mano
para que me lo pase, él lo hace
y antes de que Christian
pueda protestar me hago
un corte en la palma.

—No... —musita con un hilo de voz.

—¿Crees que no sabía de sobra que llevaban armas? —hablo frustrada —. Serán vampiros, pero no están extensos de morir como tú ahora mismo, bebe.

Él cierra los ojos palideciendo dolorido, pero cuando los vuelve ha abrir han perdido ese tono verde de primavera, para ser de un negro profundo que aterrorizan, su piel es grisácea y enseña sus colmillos antes de clavarlos en mi piel y beber.

Una cicatriz más no me hará más horrible de lo que ya estoy. Cuando termina de beber me da vueltas todo y antes de que pueda sonreír, la
estancia se vuelve borrosa y no recuerdo nada más.

[...]

Me despierto sobresaltada y temblando sudorosa, Christian
me retiene cogiéndome los brazos. Intento hablar, pero estoy medio
afónica y él me besa con suavidad e ímpetu, indicando que no fuerce la voz.

Estoy paralizada y me cuesta moverme.

Ahora estamos solos en la estancia.

—Bebe —dicta autoritario, dándome un vaso de chocolate caliente —. Te sentará mejor.

Acepto y bebo hasta terminarlo todo, él se sienta en la cama conmigo y me rodea con sus brazos, haciendo esfuerzos para que entre en calor y me tranquilice.

Acaricia mi cabello y hace círculos invisibles sobre mi ombligo con las yemas de los dedos y por debajo de mi camiseta, hasta que vuelvo ha reaccionar con normalidad y tomo control de mi cuerpo y voz. Él me besa con fiereza y muerde mis labios, busca mis pechos y juega con ellos haciendo que suelte un leve gemido.

—¿Mejor?

—Sí... —contesto con voz ronca.

—Nos quedaremos aquí unos días —apremia, con una sonrisa pícara —. Necesitamos romper la rutina, ¿quieres?

Asiento suspirando con un dolor de cabeza tremendo.

—¿Qué pasa con Ada?

—También se quedará aquí —comunica enternecido —. Ella
no sabe nada de esto.

—Gracias —susurro sonrojada.

—¿Qué? —sisea consternado, y me da un beso en la frente con devoción —. No, gracias a ti por salvarme la vida, pequeña.

—Tú has hecho lo mismo más de una
vez —recuerdo siendo objetiva.

—Cierto.

—¿Por qué no quieres beber sangre?

—No quiero que me veas como un monstruo.

—No lo eres.

—¿De verdad?

Me acerco hasta que mi nariz roza la suya y noto su aliento perfumando mi piel.

—Eres mi hermoso vampiro.

Christian vuelve ha reír y me besa con posesión.

Te quiero, mi precioso vampiro.

—Tengo que llamar a mamá -aviso repentinamente —. Alguien tendrá
que cuidar de mis gatos estos días.

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