Las Flores de los Vampiros. Capítulo 25. TERMINADA.

31 4 0
                                    

Una vez arreglada salgo del cuarto,
no he vuelto a saber más de Ada, supongo que estará con Garret.
Me ha dicho que me espera en el restaurante del hotel. A pesar de haberse dedicado a seguirme, le ha dado tiempo incluso de comprarme un vestido elegante, rojo y de tirantes.

El restaurante del propio hotel es lujoso y con unas vistas preciosas a
las montañas. 

Todo está iluminado con bombillas de luces, y velas al rededor de la mesa, que le dan un toque romántico.

Una mano rodea mi cintura y no me inmuto al saber que es Christian.

—Estás preciosa —me susurra al oído.

—Gracias... —musito colorada.

—¿Nos sentamos?

Con delicadeza me guía hasta nuestra
mesa, que está lo más apartada de 
todo el mundo. Alguna que otra mujer
abre la boca y se queda prendada de
su atractivo, con el traje de un tono
gris oscuro que lleva no me extraña,
está siempre muy guapo cuando 
viste así.

Está tan jodidamente sexy...

¡Oh, sí! Podéis desearlo, no me 
pondré celosa, sé de sobra lo
que tienta.

—Para... —ordena, con brusquedad.

—¿Qué? —balbuceo confundida,
despertando de mi bonito sueño.

—Te leo la mente, ¿recuerdas? — responde con voz jocosa —. Tus pensamientos son muy... muy ardientes y apetitosos.

Trago saliva sintiendo un éxtasis
de placer que paraliza todo mi ser.

—Siéntate —me manda intimidante,
echando una silla hacia atrás para
mí.

—Gracias.

Me coloco y me remuevo en mi asiento nerviosa, el camarero enseguida viene a atendernos y
nos trae un vino blanco, lo sirve en nuestras copas, nos deja los menús y se marcha sin mediar palabra.

Apenas se escucha hablar a nadie 
en este lugar, da miedo alzar la voz 
aunque sea un poco.

—¿Vas a huir de nuevo?

—Si resuelves mis dudas, no.

—¿Cuáles? —pregunta, arqueando
las cejas juguetón.

—Tu pasado.

—Ya hablamos de eso... —advierte,
pretendiendo esquivar el tema.

—Me voy —aviso, poniéndome de pie.

—Espera... —gruñe despavorido.

—¿Y bien? 

Silencio, silencio, silencio... 

Aprieta los puños en un debate con su
orgullo, hasta que admite su derrota y
se deja guiar por su corazón.

—¿Te lo puedo explicar cuando estemos a solas en la habitación? ¿Podemos nada más disfrutar de la velada? 

Con el ceño fruncido, chasqueo la lengua indecisa, pero acepto teniendo en cuenta las palabras de mi hermano, y mi amiga.

Comenos en silencio sin dejar de 
desearnos a través de nuestras 
ardientes miradas, y los cuerpos 
ardiendo en llamas, un sofoco 
asfixiante hace que pidamos la
cuenta sin ni si quiera poder llegar
a los postres.

Nos levantamos torpemente y casi 
vamos corriendo hasta el ascensor
esquivando a la gente.

Llegamos a su habitación y me 
sirve otra copa de vino que ya
tenía preparada.

Las Flores de los VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora