Al salir de la casa me recibe un aire fresco y afectuoso, ondeando mi cabello pelirrojo y largo hasta la cintura con rebeldía. Sonrío
soñolienta y caminamos hasta
mi coche. Las hojas de los árboles
se mueven sonando muy silenciosas
y las ramas de los troncos suenan,
se desplazan entre las hojas como si fueran tentáculos de pulpo.Abrumada me vuelvo a Christian que me observa atormentado y nostálgico, sin atreverse a dar un paso más. Coge mi rostro entre sus manos y me besa suave y con ímpetu. Me muerde los labios y juega con ellos unos minutos, hasta que se aparta de mí acariciando mis mejillas. Una fina luz de sol se asoma con timidez, avisando a Christian de su muerte si no se resguarda en su casa, en cuestión de segundos.
—¿Estás bien? —pregunta inquieto.
—Sí... —susurro sonrojada.
—Everyll... yo...
—¿Escuchaste mi llamada? —deseo saber con anhelo, y trago saliva con un nudo en la garganta y el corazón encogido.
—Sí —confiesa con estupor.
Esta vez soy yo quien lo besa desolada porque no quiero soltar sus labios, pero tengo que hacerlo si quiero que siga con vida y a mi lado. Me separo de él malhumorada y beso su frente con devoción. Mi hermoso vampiro me protegerá siempre, aunque tenga que cruzar las peligrosas aguas del río Nilo.
La luz del sol nos puede separar,
pero en mi interior sé que algo ha cambiado. La muerte será quien nos una, para mí es una amiga y no la temeré nunca, sólo deseo dejar de ser una mortal y convertirme en vampiresa, pero... hay algo que me perturba y es mi familia.¿Morir por amor? ¿Lo permitirían mis hermanos? ¿Mis padres? Los únicos que sé que no me juzgarían, serían mis gatos dado que convivo con ellos, ¿Cómo ocultar a tu familia tu propia muerte?
Él me abre la puerta del coche y entro aún soñando despierta. Arranco y cuando lo voy a mirar por última vez ya no está. Las luces de la casa se apagan y queda a oscuras, dejando que los rayos del sol la rocíen de oro.
—Te quiero —confieso, en voz alta y para mí misma.
[...]
En la tienda tengo buena racha y últimamente tareas hasta arriba. Cargando cajas de aquí para allá y terminando a la noche. Cuando
voy a salir gruño y suspiro cansada, no de sueño sino mentalmente.
Aun así estoy más que satiafecha económicamente hablando.Igualmente vienen parejas tan extrañas, que me hacen dudar de quién ha estado promocionando mi tienda. Personas de piel de porcelana, cabello brillante y sonrisa nostálgica. Me encojo de hombros, seguramente sea Christian y algo en mi interior me dice que sí, pero no me importa.
Él entiende de negocios y quiere que
me vaya igual de bien o más, quizás
un día visite su empresa porque me
gustaría acercarme a él mucho más.—¿Qué tal de fiesta en Nueva York? —sugiere Ada de súbdito, cargando una botella de tequila y haciendo su aparición teatral, levantando los
brazos y enseñando su tesoro.—¿Ahora? —musito, mirando el reloj del móvil y volviéndome a mi amiga indecisa —. Ada, tengo mucho que trabajar y quiero ir a casa.
—¡Oh, vamos! Sólo se vive una vez
—farfulla, haciendo un mohín y poniendo morros de niña pequeña desilusionada —. Somos jóvenes, por
favor...—Llegaríamos a medianoche
—mascullo, memorizando los kilómetros por intuición — y no
estoy en buen estado precisamente
en este instante.Por suerte la escasa luz de la calle cubre mis vendajes y arañazos. Pero cuando hay un hilo de luz de una farola cercana, Ada aprovecha para dar un paso hacia delante y darme un fuerte achuchón, entonces... se hace el silencio, rueda los ojos atónita y ahoga una exclamación de horror
y se lleva las manos a la boca,
tirando la botella al suelo que cae escandolasemente y se hace añicos, derramando el jugo blanco y formando un charco de alchol.—¡¿Qué te ha pasado?! —espeta perpleja.
Palidece y coge mi rostro entre sus manos, comienza a mirar cada una de mis heridas preocupada y choca su mano contra su frente irritada y furiosa. Me arrastra hasta su coche y me obliga a entrar, donde saca su bolsa de maquillaje y retoca el tono de mi piel con colores neutros, ocultando lo que puede de mis arañazos.
—Mejor —suspira aliviada.
—Gracias —susurro avergonzada, poniéndome a llorar cuando me veo en el espejo del retrovisor delantero —. De verdad que no puedo decirte nada...
—Everyll —me llama afectuosa —.
Sé que ahora posiblemente estés encaprichada de ese hombre, pero
si acabas peor que en este estado tendrás que poner fin a esto tú sola
—agrega con mucha gravedad.—Ada, no es tan fácil —insisto incómoda —. Te aseguro que él
no me ha hecho esto.—Lo sé —habla con
aprehensión, agitando
una mano con conmiseración
—. Pero tú eres sabia, espero que
tus acciones sean por tu bien y no
al contrario.—Sí...
—Si acabas matándote intervendré
—promete amenazante —, mientras tanto, haré de amiga y cubiré las heridas que hagan falta, tanto las
de piel como las del corazón.Su juramento me impacta y vuelvo a llorar, ella me abraza y en el fondo
de todo mi ser, sé lo que significa amistad y Ada me la ofreció,
desde el minuto uno que la conocí
en un baño de una discoteca de Nueva York.Donde dos completas desconocidas coincidieron y se hicieron cómplices, de una larga y duradera amistad, incluso algo me dice que si quiero morir ella me ayudaría si hiciera falta, siguiéndome hasta el fin del mundo.
—Ahora llama a ese papasito sexy que tienes —ordena tajante, y quitándome el móvil de las manos para buscar su número y llamarlo —. Nos vamos de fiesta y necesitas sexo.
—¡Ada! —grito ruborizada.
—¡¿Qué?! ¿Me lo niegas? —sisea burlona.
Estallo en carcajadas y callo al instante sobresaltada, al escuchar la voz de Christian por el altavoz.
—Hola, soy Ada —interviene ella con soberbia —. Vamos a ir de fiesta te guste o no, o lo tomas, o lo dejas.
Silencio, silencio, silencio...
—¿No podéis estar quietas? —espeta habatido, y gruñendo molesto a través del teléfono.
—No te estamos pidiendo permiso, vaquero —avisa con determinación y con una sonrisa muy retorcida —. Soy su mejor amiga y sé igual que tú, o más, lo que necesita —agrega tozuda.
—¿Y? —la reta con mofa.
—Que quiere vivir y si quieres conservarla a tu lado, vienes
—suelta enfadada, y chasqueando
la lengua agitada —. Es una invitación, una tregua entre tú y yo...Desde luego son muy competitivos.
—Vale... —acaba cediendo iracundo.
—Nos vemos en Nueva York —informa, ampliando más su sonrisa victoriosa.
—¿Qué club?
—Relojes de alchol.
Cuando cuelga el teléfono
chillamos y arranca el coche.¡Nunca hay que subestimar a una amiga!
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Las Flores de los Vampiros
Vampiros¿Desde cuando la sangre de una rosa puede convertirme en vampiresa? ¿Las rosas tienen sangre? Un vampiro llamativo y abrasador, quiere que inyecte sangre en sus rosas, ¿Por qué yo? ¿Y Por qué quiere que lo haga? ¡Oh, Dios! Sus ojos verdes me ...