Las Flores de los Vampiro. Capítulo 29. TERMINADA.

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Son un grupo de diez vampiros,
ni si quiera sé si hay más. Estamos realmente atrapados. Me cuesta respirar y el tiempo se agota, llamo
a sus hermanos mayores también, pero no hay modo de contactarlos.

Ni siquiera a través de la mente,
y cuando ya pierdo la esperanza, comienza a dolerme mucho la cabeza, me muerdo el labio inferior dolorida, pero no grito, no quiero que sepa que están en camino.

—Vamos enseguida, tenéis que aguantar —resurge en mi cabeza,
una voz femenina e infantil —. Tendrás que distraerlos.

Como si fuera fácil, somos humanos...

—Te estoy escuchando, deja 
de protestar mundana —sisea
Isabella.

¡Es increíble! ¡Ha funcionado! Estamos a salvo, por el momento.

Entonces recuerdo que en el bolsillo interior de mi chaqueta vaquera tengo un tarro de cristal lleno de sangre de una de sus rosas rojas inmortales, y se me ocurre una idea en caso de que esto se vaya al traste. Necesito una aguja para inyectármela y resulta que también he traído una conmigo por si acaso.

Me daba muy mal espina todo esto desde que salí de casa.

Christian percibe mis intenciones y niega con la cabeza angustiado, pero yo apoyo un dedo índice en la boca indicándole mucha discrección, él aprieta la mandívula y los puños enfadado, fijo mis ojos en los suyos
con el corazón latiéndome a mil por hora.

Con la boca digo lo siento, pero no voy
ha dejar que mueras ni tú ni nadie, él
sonríe con debilidad y asiente decaído.

—¿Y bien? ¿Con quién empezamos? —reta Rose impaciente —. ¿Contigo o 
con los demás?

—¡A mi hermana no! —interviene Garret, dando dos pasos hacia delante, pero es bloqueado por
dos vampiros que lo cogen por los hombros y lo impulsan por los aires
hacia atrás.

—¡No! —grito, dispuesta a darles puñetazos, patadas o lo que haga falta, pero también soy empujada hacia el suelo estrepitosamente y
por unos segundos, a causa del impacto, me quedo sin respiración.

Ada chilla y la sujetan con fuerza,
inmovilizándola por completo a
la vez que entra en pánico y se
queda bloqueada y pálida.

—Prender fuego a la casa —ordena
con altivez, y sus sicarios obedecen
al instante, cogiendo un mechero y 
entrando para prender fuego a las
cortinas y algunos muebles.

—¡Nooooo! —chillo, logrando con 
todas mis fuerzas escaparme de
los vampiros que me sujetaban, 
cojo uno de sus cuchillos y me
separo de ellos amenazante.

Entro en la casa y Garret detrás,
justo en ese instante aparece la
familia de Christian y comienza
la pelea, trato de detener el fuego
con cojinos o lo que pillo, pero no
logro apagarlo.

—¡Everyll! ¡No! —Grita Christian
aterrorizado, negando con la 
cabeza ajitado, pero le asestan
varios golpes más hasta dejarlo
inconsciente.

—¡No lo toques! —advierto con rebeldía.

—¿Qué pretendes humana? — brama 
Rose en alerta —. ¡Cogerla! ¡Vamos!

Lo siento Christian, pero os quiero
demasiado para dejaros morir.

Cierro los ojos, me detengo en mitad de la sala y me clavo el cuchillo en el abdomen. Se me corta la respiración y caigo de rodillas al suelo, dejando que me desangre y recordando toda mi vida humana, escuchando cómo mi hermano y Ada me llaman insistentes, Garret ha conseguido acercarse a mí y me acuna entre sus brazos, acaricio sus mejillas y besa mi frente desolado, susurrándome palabras bonitas.

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