CAPÍTULO 6

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Scarlett

A la mañana siguiente, desperté con mucha pereza en todo mi ser, tallé mis ojos para tratar de enfocar la luz que presentaba entrando por la ventana. Fue ahí que me dieron escalofríos al sentir el friolento… ¡¿Piso?!

—¡¡Diablos!!

Así es, me di cuenta que estaba tirada en el suelo con mi almohada y mi cobija juntas. Me levanté con un leve dolor en la cabeza, supongo por el golpe al caerme al suelo de mosaico, y estiré mi cuerpo tronando cada hueso de mi espalda.

Gire mi vista al reloj que estaba entre la pared, eran las 07:50 de la mañana, faltaba mucho para la hora del desayuno.
Negué con mi cabeza y alce mis cosas poniéndolas en la cama para después acomodar, tenderla en su orden y que quedara bonita.

No era la primera vez que despertaba en el suelo. Dormía muy mal; horrible a decir verdad por tener el suelo sumamente pesado.

Me quité la bata que era con la que me dormía por las noches, era blanca con cuadros pequeños de color azul. Gracias a Dios que mi puerta tenía la ventanilla borrosa y no se podría ver adentro ni afuera de la habitación, podía cambiarme sin problema de que me observaran. Fui poniéndome el uniforme de siempre para ser reconocida en el hospital como paciente, agaché mi espalda por debajo de la cama para alcanzar mis tenis color negro y ponérmelos.

Ya al final, caminé al baño para alzar las mangas de mi suéter hasta medio antebrazo y lavarme la cara suavemente. Suspiré recargándome en el lavamanos con pesadez.

Estaba del carajo, cansada y decepcionada.

—¡Buenos días chicos…! —saludé sin mirarlos a travez del espejo.

No me contestaron, hubo un silencio entre nosotros hasta que Lucy hablo interrumpiendo el ambiente que estaba sin un habla:

—¿Qué tienes? —preguntó Lucy con su típico tono de seriedad pero a la vez con burla que tenía.

Allen y Lucy eran los más serios de entre nosotros, estrictos y muy formales ante toda situación, pero Allen le ganaba a cualquiera, ya que le daba similitud a un soldado británico del palacio de Buckingham.

Alcé mi vista al espejo que colgaba en la pared recargado sobre el lavamanos, los observé y desvíe mi vista a mis zapatos dudosa, seguido de esto, peinar mi cabello con mi cepillo de pelo que estaba sobre el lavado, por un pequeño intento de llegar a controlar la ansiedad que comenzaba a darme.

En verdad no me sentía bien desde ayer después de terapia, más al escuchar que mis amigos se irían, me estaba costando mucho procesar la realidad.

—Nada… —dije finalmente terminando de peinarme, secar mi cara y poner la toalla en su lugar.

Escuché como pasos se acercaban a mi puerta, y de está tocaron dos veces para que saliera a ver quién era.Me di la vuelta a caminar hasta ella, la abrí observando a una enfermera con mi cuaderno en manos mientras lo miraba con curiosidad. Ella al notar mi presencia, rápido me la entregó sonriéndome levemente con pena.

—El doctor Richard me dijo que te la devolviera. Hasta luego. —dijo sin más, agradecí y desapareció del pasillo.

Tome mi cuaderno y procedí a revisar las hojas que tenía (sí es que el psiquiatra haya arrancado unas cuantas). Busqué sí en algo faltaba y absolutamente nada, todo estaba como lo había dejado antes.

—¡Ufff, que alivio! —giré a mi vista a mis amigos entre el reflejo del espejo y sonreí apenada. —. ¡Perdón! —reí nerviosa y les mostré mi cuaderno.

—¡Ya era hora! —dijo Zafiro agarrando un pequeño mechón de su pelo enchinado y retorcerlo entre su dedo índice.

—¿Por qué hasta apenas te lo esta dando? —preguntó Bonnie señalando a la libreta.

SOMOS CINCO EN UNO [Parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora