Viernes.
Allen se arreglaba las mangas largas de su camisa azúl, mientras miraba atentamente su reflejo en el espejo con su semblante serio de costumbre. Se puso sus tenis y su cinturón en su pantalón. Limpió sus lentes poniendoselos, también acomodó la ropa que había desordenado y cerro el closet.
Caminó a la cocina y observó el enorme trabajo que se había traído Scarlett a la casa, ahí en la mesa, yacían los folletos que tenía que escribir con el nombre de su jefe y su número de teléfono como la otra vez. Cálculo que eran como unos 400 folletos. De su bolsillo, saco un bolígrafo de tinta negra, tomó asiento entre una silla de la mesa y comenzó a escribir.
No se escuchaba nada que no fuera el movimiento del bolígrafo ante el papel. Eso le generaba una rara satisfacción de estar tan entretenido escribiendo y querer ayudar a su amiga Scarlett sin interrupciones.
»¿No se te acalambra la mano de escribir?« —preguntó Lucy divertida
—No, amiga —murmuró burlón. —. ¿A ti sí?
»No estoy acostumbrada a escribir mucho. Y si lo llego a hacer, me duele la mano a los pocos minutos.« —dijo en su conciencia del chico, mientras jugaba con su pelo a peinarse ella misma.
—Oh, bueno, no es como si escribieras mucho. ¿O lo haces? —preguntó intrigado ante su respuesta.
»En mi diario lo hago.« —habló orgullosa. »Por ejemplo: escribo cosas que soñé, cosas que vi en la calle, de una película y cosas que hago a diario sin que te des cuenta.«
Lucy entonces soltó una carcajada tan fuerte, que hizo contagiar a Allen también haciéndolo reír.
—No me cabe duda que eres una cajita de sorpresas, Lucy. —dijo con un tono de ironía y burla.
»Lo tomaré como halago. Gracias.« —dijo sarcástica.
—De nada. —respondió igual con sarcasmo.
Toc, toc.
De un momento a otro, Allen dió un pequeño brinco del susto, mirando ahora que la punta del bolígrafo había hecho un desastre debido al movimiento brusco que hizo en su mano, arruinando por desgracia el papel en mancharlo de tinta oscura.
Ahora estaba decepcionado por lo que hizo.
—¡Demonios! —exclamó bajo. Se levantó de su asiento y caminó en postura recta hasta la puerta como solía ser.
Pensó que sería el amable señor de mayor edad que vivía al lado en el departamento 24, pues luego lo ayudaba a recuperar su gato que se extraviaba entre el edificio. Se habían hecho muy buenos amigos por conversar acerca de lo execelente de tener compañía.
Pero no lo era.
—¡¡Scarlett, ábreme!! Necesito decirte algo. —se escuchó la voz de una mujer al otro lado de la puerta con un mucha emoción.
¡¿ÁNGELA?! —gritó en sus adentros, retrocediendo de miedo y apretando con fuerza sus ojos.
»Abre la puerta. No seas grosero.« —habló Lucy entre su mente cruzándose de brazos.
—P-pero... yo no sé hablar con una mujer... —reprochó susurrando.
»Solo finge ser Scarlett y ya.« —dijo con obviedad.
—P-pero...
—¿Scarlett? —preguntó Ángela tocando nuevamente a la puerta. —. ¡¿Estás en casa?!
Allen no le quedó de otra más que resignarse a suspirar, acomodarse bien su cabello hacía atrás, la camisa igual y abrió lentamente la puerta junto con el temor por los cielos. Ángela que se encontraba tecleando algo en su teléfono y al percatarse de que Scarlett ya había abierto la puerta, se lanzó a abrazarle con toda la actitud de su bienvenida.
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SOMOS CINCO EN UNO [Parte I]
Novela JuvenilEl trastorno disociativo se caracteriza por presentar una o más identidades en la mente de una persona al llevar un trauma psicológico sumamente afectado durante su infancia, o parte de su adolescencia. Por lo que lleva como consecuencia tener una i...